Hugo
Chávez no es como Hitler, que llegó al poder con poco más del 30 por ciento de los
votos y construyó desde esa base un Estado totalitario. Tampoco es --para hablar del caso
exactamente opuesto-- como Salvador Allende que, con un porcentaje parecido del voto
popular, inició un experimento de revolución estructural pacífica que terminó
trágicamente, con el golpe sangriento de Pinochet. Menos que menos es como Pinochet --si
bien el lanzamiento político de facto de Chávez fue un fallido intento de golpe de
Estado--. No: el teniente coronel Chávez llegó a la presidencia superando holgadamente
el 50 por ciento de los votos y, en las elecciones de Constituyente que convocó, la
oposición --toda la descompuesta clase política tradicional,- fue incapaz de lograr más
de ocho escaños. Se podrá decir lo que se quiera sobre Chávez, pero no que carezca de
legitimidad y de mandato popular. Es cierto: su
proclamación de la Constituyente como "originaria" pone bajo la mira el Poder
Judicial y el Congreso, con lo cual el equilibrio de poderes aparece cuestionado. También
es cierto que su politización del ejército es una movida peligrosa, y que los
plebiscitos que tanto le gustan forman parte del arsenal más tradicional de las
dictaduras bonapartistas --empezando por la del propio Napoleón III--. No es menos cierto
que Chávez ha desparramado un mensaje populista y nacionalista que parece curiosamente
fechado. Sin embargo, es indudable que Chávez paradójicamente irrumpe también como una
ráfaga de aire fresco en una democracia degenerada en cleptocracia bipartidista, y que el
"Poder Moral" que levanta --que en otros países y circunstancias sonaría
peligrosamente parecido a los Comités de Sanidad Pública de Robespierre y los jacobinos
de la Revolución Francesa-- necesariamente arraiga muy bien en una sociedad acostumbrada
a la hipercorrupción de la clase dirigente, y a una distribución de ingresos altamente
desigual.
De lo que se deduce que aún es demasiado pronto para emitir
un veredicto sobre Chávez, por la simple razón de que aún no ha comenzado a gobernar.
La "emergencia" impulsada por Chávez puede sonar preocupante, pero por otra
parte es evidente que Venezuela ya se encuentra en una emergencia, en una situación
excepcional de crisis económica, política y social. Lo que se está presenciando en
Venezuela es una revolución política hasta ahora pacífica, de la que faltan sus
primeras medidas de gobierno. Chávez es un fenómeno a seguir con tanta atención como
desprejuicio. |