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OPINION

El beneficio de la duda

Por Claudio Uriarte

Hugo Chávez no es como Hitler, que llegó al poder con poco más del 30 por ciento de los votos y construyó desde esa base un Estado totalitario. Tampoco es --para hablar del caso exactamente opuesto-- como Salvador Allende que, con un porcentaje parecido del voto popular, inició un experimento de revolución estructural pacífica que terminó trágicamente, con el golpe sangriento de Pinochet. Menos que menos es como Pinochet --si bien el lanzamiento político de facto de Chávez fue un fallido intento de golpe de Estado--. No: el teniente coronel Chávez llegó a la presidencia superando holgadamente el 50 por ciento de los votos y, en las elecciones de Constituyente que convocó, la oposición --toda la descompuesta clase política tradicional,- fue incapaz de lograr más de ocho escaños. Se podrá decir lo que se quiera sobre Chávez, pero no que carezca de legitimidad y de mandato popular.

Es cierto: su proclamación de la Constituyente como "originaria" pone bajo la mira el Poder Judicial y el Congreso, con lo cual el equilibrio de poderes aparece cuestionado. También es cierto que su politización del ejército es una movida peligrosa, y que los plebiscitos que tanto le gustan forman parte del arsenal más tradicional de las dictaduras bonapartistas --empezando por la del propio Napoleón III--. No es menos cierto que Chávez ha desparramado un mensaje populista y nacionalista que parece curiosamente fechado. Sin embargo, es indudable que Chávez paradójicamente irrumpe también como una ráfaga de aire fresco en una democracia degenerada en cleptocracia bipartidista, y que el "Poder Moral" que levanta --que en otros países y circunstancias sonaría peligrosamente parecido a los Comités de Sanidad Pública de Robespierre y los jacobinos de la Revolución Francesa-- necesariamente arraiga muy bien en una sociedad acostumbrada a la hipercorrupción de la clase dirigente, y a una distribución de ingresos altamente desigual.

De lo que se deduce que aún es demasiado pronto para emitir un veredicto sobre Chávez, por la simple razón de que aún no ha comenzado a gobernar. La "emergencia" impulsada por Chávez puede sonar preocupante, pero por otra parte es evidente que Venezuela ya se encuentra en una emergencia, en una situación excepcional de crisis económica, política y social. Lo que se está presenciando en Venezuela es una revolución política hasta ahora pacífica, de la que faltan sus primeras medidas de gobierno. Chávez es un fenómeno a seguir con tanta atención como desprejuicio.

 

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