The Guardian
de Gran Bretaña
Por Jonathan Steele
Desde Moscú
La crisis de
Rusia en Daguestán no necesita convertirse en una repetición del fracaso de Chechenia,
porque los temas son diferentes. Sin embargo, dado el pensamiento actual de los políticos
y líderes militares de Moscú, Rusia puede lograr convertir una pequeña dificultad local
en una conflagración regional. Daguestán tiene más o menos el tamaño de Escocia, y la
habitan unas tres docenas de nacionalidades distintas. Dada esta diversidad, es difícil
imaginar de qué manera un pequeño grupo de militantes wahhabitas y los guerrilleros de
Chechenia que tomaron siete pueblos cerca de la frontera chechena hace nueve días, pueden
pensar en unificarla.
Su rígido tipo de Islam no es muy popular dentro de la república. Tampoco existe en
Daguestán el recuerdo de la persecución rusa que sufrieron los chechenos desde que
Stalin los deportó en masa durante la segunda Guerra Mundial. La política de Daguestán
está basada en un sistema de rotación de poder entre los principales grupos étnicos, ya
que ninguno es lo suficientemente numeroso como para formar una mayoría. Algunos la han
llamado la Bosnia del Cáucaso.
Esta puede ser una analogía desafortunada, ya que el peligro real para Moscú no es que
todos se unan contra el gobierno ruso para exigir la independencia, como quiere el líder
de los guerrilleros chechenos Shamil Basayev, sino que los grupos varios recurran a la
guerra civil. Esto es especialmente cierto ahora que las reglas para compartir el poder
parecen debilitarse y no existe más un omnipotente Partido Comunista para reforzar la
unidad. El año pasado el Parlamento cambió la Constitución de Daguestán para que el
actual presidente pueda postularse nuevamente.
El descontento económico es otro de los peligros. Los daguestanos ya no pueden emigrar
tan fácilmente a las ciudades rusas, en parte por el enorme aumento en el costo del viajo
interno y en parte por la discriminación y la hostilidad que encuentran allí. Para
contener los problemas de la frontera, las autoridades rusas y daguestanas deben mostrar
inteligencia y flexibilidad y gastar dinero para mejorar las condiciones sociales. Pero
tienden a ver el problema en términos básicamente estratégicos, en los que se culpa a
los extranjeros.
Un oleoducto clave de Azerbaiján atraviesa Daguestán, y algunos políticos declaran que
la miniinvasión de los guerrilleros con base en Chechenia está pensada por fuerzas que
quieren crear la inestabilidad en Daguestán y Rusia. Estos podrían ser turcos,
norteamericanos e iraníes, de quienes se dice que quieren ver debilitada la imagen de
Rusia y conseguir que el petróleo fluya hacia el sur y el oeste y no hacia el norte.
Algunos políticos de Moscú consideran que el tema está ligado a la política interna.
Sospechan que la crisis fue fabricada por el presidente Boris Yeltsin para imponer un
estado de emergencia en Rusia. Aun cuando el Kremlin no haya inspirado la invasión
hay informes en algunos diarios rusos de que Alexander Voloshin, jefe de gabinete
del Kremlin, se encontró con Basayev hace unas pocas semanas en Francia se discute
que el nuevo primer ministro de Yeltsin, Vladimir Putin, deliberadamente está exagerando
la crisis.
De ser así, mucha gente está cayendo en la trampa del Kremlin. Virtualmente cada
político ruso, incluyendo a Grigory Yavlinsky, cuya facción Yabloko se oponía a la
guerra con Chechenia, está hablando el mismo lenguaje. Los bandidos deben ser
liquidados es el refrán constante. Aunque la causa de la crisis es muy distinta a
la de Chechenia, Rusia está volviendo nuevamente a un excesivo y mal apuntado poder de
fuego.
Traducción: Celita Doyhambéhère
EL PREMIER RUSO FUE
CONFIRMADO EN SU CARGO
Ahora, a lanzar la ofensiva final
La Duma (Parlamento ruso) confirmó por 233 votos a 84 a Vladimir Putin como
el nuevo premier de la Federación Rusa. Durante la semana pasada, Putin se había
asegurado el apoyo de los comunistas, nacionalistas y liberales, urgidos todos por la
proximidad de las elecciones legislativas. La Duma también decidió apoyar a Putin por la
situación en Daguestán, donde los guerrilleros islámicos que invadieron esa república
anunciaron la formación de un gobierno islámico que incluso podría condenar a muerte al
mismo Putin. El comandante ruso del distrito militar del Cáucaso del Norte, general
Viktor Kazantsev, anunció que mañana se realizará la gran ofensiva final
sobre esa región. Y el Kremlin denunció al multimillonario saudita Osama bin Laden como
el financiador de la guerrilla islámica.
Podríamos haber expulsado del territorio ruso a los terroristas islamistas en 24
horas, pero tuve lástima de mis soldados, declaró sobradoramente Kazantsev. Como
en la guerra de Chechenia, en la que el gigante ruso estuvo combatiendo dos años para
finalmente darle a ese pequeño territorio una independencia de facto, el Kremlin dice que
tiene la situación controlada. Tanto Putin como el presidente Boris Yeltsin afirmaron que
no era necesario imponer el estado de emergencia en la zona, algo que ya hizo el gobierno
checheno. Sin embargo, en la Duma se preparan para lo peor: los diputados aprobaron una
resolución en la que recomiendan enviar a la zona de combates sólo a soldados que sirven
en el ejército por contrato o a aquellos que ya llevan un año haciendo el servicio
militar. Putin aprovechó la ocasión para tranquilizar a los políticos que dudaban de
las intenciones de Yeltsin respecto de Daguestán: concretamente, que el presidente ruso
usara el conflicto como una excusa para imponer un estado de excepción y postergar los
comicios y el término de su propio mandato. En este sentido, el nuevo premier señaló
que la principal tarea de su gobierno será mantener el orden y celebrar elecciones
limpias y en los plazos constitucionales. Putin también prometió continuidad tanto en la
política económica como en la exterior.
Por otro lado, el canciller ruso envió el fin de semana a la ONU, la Unión Europea y la
Conferencia Islámica el documento por el cual Moscú acusa a Osama bin Laden de solventar
a la guerrilla que entró en Daguestán. Bin Laden está considerado por Estados Unidos
como el principal terrorista internacional y máximo responsable de los atentados contra
las embajadas norteamericanas en Tanzania y Kenya el 7 de agosto de 1998, que causaron
más de 200 muertos. |
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