Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


OPINION
El retorno de los brujos
Por Guillermo Valera *

Cuentan que Napoleón, a la sazón dueño y señor de Europa, se aprestaba a juzgar a un pirata que había osado incursionar por la costa de su imperio. Al interpelarlo, el emperador fue sorprendido por la atrevida respuesta del marino: “¿Quién eres tú para juzgarme? –le dijo–, si yo he hecho con mi barco lo mismo que haces tú con Europa. Yo he hecho en escala pequeña lo que tú has hecho a escala continental, tú y yo somos iguales”. ¿Dónde nace la legitimidad de una sociedad para juzgar y condenar a los delincuentes? Sólo el respeto escrupuloso de los caminos determinados por la ley nos diferencia de un criminal, nos legitiman. ¿Dónde nace la legitimidad para asesinar a un asesino? En ninguna parte: el Estado no puede asesinar. No obstante, en nuestro país, todo un señor vicepresidente de la Nación (Ruckauf) es quien se atreve a manifestar que “hay que meter bala”. Me pregunto si el delito de incitación a la violencia continúa vigente en esta República o si lo han derogado. Las declaraciones de este señor son un ejemplo elemental de primer curso de derecho penal. No es el único: el nuevo ministro de Justicia y Seguridad de la provincia de Buenos Aires (Lorenzo), un juez, nos asegura que él no es “garantista”; si un juez nos dice que no es garantista, entonces, ¿qué es? ¿A qué llaman justicia en este país? Este mismo señor nos sorprende con la confesión de que todo un gobernador de la misma provincia, candidato a presidente (Duhalde), interfirió en su labor jurisdiccional: “... a pesar de que los dos poderes deben ser independientes...”, o sea, muy a su pesar, no son independientes. No puede sorprendernos que este señor ministro sea quien afirma que una de las causas principales de la inseguridad es el divorcio.
La polémica es garantistas o efectistas. En los términos en que está planteada, la disyuntiva sólo conduce a un resultado: la derrota de los que intentan que en la Argentina impere un Estado de derecho sólido. Sólo cabe esperar ese resultado porque han transformado los términos de la discusión de forma tal que la disyuntiva implica que el respeto a los derechos y garantías de los ciudadanos no es efectivo en la persecución del crimen. Que sólo puede conseguirse un clima de seguridad eliminando las garantías que nos otorga la ley.
Si reducimos el discurso de los garantistas a una frase, ésta sería: “Más valen cien delincuentes libres que un inocente en la cárcel”. Sin embargo, su contenido quedó definido como el inverso del término que identifica a sus oponentes. Sólo son los blandos, los que no pueden ser efectivos, ya que los efectistas son los otros. Los efectistas se han apropiado de la efectividad, un término que, inicialmente, pertenecía a los dos. Precisamente el término que define el resultado que pretende la sociedad.
Ahora bien, la verdadera disyuntiva se encuentra entre los que pretenden efectividad en la persecución del crimen defendiendo y respetando los derechos y garantías constitucionales y aquellos que pretenden el mismo resultado violando las leyes: defensores o violadores.
Los defensores pretenden ser efectivos, su efectividad sólo se encontraría limitada por el respeto a las garantías y derechos constitucionales, lo que conduciría a la única y verdadera efectividad, la de que todos sin excepción respeten la ley. Por otra parte están los efectistas, los violadores. La efectividad que proponen pretende saltarse los derechos y garantías con que dos mil años de derecho nos han cubierto, su efectividad es la de la bala indiscriminada. Su discurso puede reducirse a una máxima: “Más valen cien inocentes muertos que un culpable libre”. Pretenden imponer la falsa idea de que las garantías constitucionales son un freno a la efectividad policial, que hay que meter bala a los criminales. No es que defiendan la pena de muerte, no, van mucho más allá: lo que defienden es que las fuerzas de seguridad se conviertan en jueces y verdugos, en criminales, que dejen de estar al servicio de la justicia, que se conviertan en la justicia misma. Pretendenmatar antes de juzgar, antes de determinar, por un juez imparcial, si el sospechoso es culpable o no. Su efectividad es la de los campos de concentración, la de los vuelos de la muerte, la de los desaparecidos. ¿Qué sucede en la Argentina de este fin de siglo? ¿Los brujos pretenden retornar, o es que nunca se han ido?

* Exiliado en España desde 1976. Abogado de la acusación en los Juicios de Madrid contra las Juntas Militares.

 

PRINCIPAL