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La ley seca en Bariloche golpeó duro a los chicos

En dos días de requisa a la entrada de la ciudad, la policía secuestró 150 botellas de bebidas alcohólicas que estudiantes en viaje de egresados llevaban en los micros. Sanciones para las empresas.

Las bebidas secuestradas serán entregadas para hacer prácticas en la Escuela de Hotelería.
En uno de los micros revisados ayer por la policía, la juguera estaba llena de vino.

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t.gif (862 bytes)  “Es para contribuir con la Escuela de Hotelería de Bariloche...”, deberían haber dicho los jóvenes turistas, y habrían tenido razón. Porque las 150 botellas de bebidas alcohólicas que se requisaron en sólo dos días, en micros de estudiantes que entraban a esa ciudad, terminarán como material de estudio de los aprendices de barman. Los procedimientos se efectuaron en virtud de una ordenanza municipal que prohíbe el ingreso de alcohol en transportes públicos, y la inusitada cantidad llega a la mitad de la que se decomisó en todo el año pasado. Las empresas de turismo y los coordinadores de los grupos podrán ser sancionados con multas de hasta 10.000 pesos. Por lo demás, según la policía, “entre los chicos no detectamos ningún caso de ebriedad y se prestaron amablemente a la requisa”: ¿ven que era para la Escuela de Hotelería?
“Se ve que se han desbocado los muchachos”, exclamó para Página/12 el subcomisario Hugo Candia, jefe de Zona Tercera de la policía caminera, a cargo del puesto que controla el ingreso a San Carlos de Bariloche. Según el funcionario, “en nueve micros encontramos aproximadamente 150 botellas con whisky, pisco, vino, aperitivo, todo lo que pueda tener alcohol”.
La revisión de los vehículos se efectuó entre el martes y ayer. “Revisamos un total de 40 micros, con aproximadamente 50 pasajeros en cada uno. En los otros no encontramos nada pero en estos nueve había 15, 20, en algunos hasta 30 botellas”, dijo el subcomisario.
Según los datos policiales, los colegios de los jóvenes que ocupaban los ómnibus son el Instituto Otto Krause, el Guido y Spano y el IADE, de la Ciudad de Buenos Aires; el Colegio Reina y el Modelo, de Avellaneda; el Instituto Manuel Belgrano, de Quilmes; el Santo Tomás, de Ramos Mejía; más otros del interior del país.
Las empresas transportistas eran, según la policía, El Rápido Argentino, Expreso Santa Fe y Gini Hermanos Compañía Argentina de Turismo. “Los choferes tuvieron que estar al tanto: en cafeteras de los micros encontramos café mezclado con whisky, y en las jugueras, en vez de jugo, vino”, acusó el subcomisario. No obstante, el funcionario señaló que entre los pasajeros “no detectamos ningún caso de ebriedad; no hubo ningún incidente, los chicos se prestaron amablemente a la requisa”.
El control policial se efectuó de acuerdo con una ordenanza municipal de San Carlos de Bariloche que prohíbe la introducción de bebidas alcohólicas en vehículos de transporte de pasajeros. José Daneger, director de Inspección General de la Municipalidad de Bariloche, explicó a este diario que “la filosofía de esa norma es desalentar la ingesta de alcohol en los viajes a esta ciudad, fundamentalmente de estudiantes”.
Los casos se ventilan en la Justicia de Faltas, pero ¿qué pasa con lo requisado?: “El año pasado hicimos lo que llamamos ‘un circo’: destruimos todas los envases rompiéndolos en un contenedor, en acto público. Fueron unas 300 botellas, lo que se había requisado en todo un año. Pero este año los jueces de faltas están aprovechando la facultad de donar lo decomisado a la Escuela de Hotelería”, contó Daneger.
Según el funcionario, la ordenanza contra el alcohol en los micros se aplica desde fines de 1996, y “el año pasado se decomisó un 20 por ciento menos que el año anterior, porque las empresas empezaron a cuidarse”, por lo menos hasta anteayer.
El subcomisario Candia destacó que “nunca pasó una cosa así: a veces encontramos alcohol en los micros pero en escasa cantidad: dos o tres botellas de whisky, algún licor, realmente muy poco. Pero en estos dos días fue un desastre”. Daneger quiso subrayar que “la mayoría de las veces no se encuentra nada de alcohol en los micros; si no, la gente va a pensar que todo el mundo llega borracho a Bariloche”.

 

El mito de lo prohibido

“Uno se pasa uno o dos años escuchando anécdotas de las divisiones que ya fueron. Por eso, cuando llega la fecha, la querés vivir a full”. Pablo, egresado del Carlos Pellegrini, explica de ese modo por qué el full incluye unos cuantos litros de alcohol para el viaje. Facundo, de 19 años y del mismo colegio, aclara, de todas maneras: “Igual, siempre se exagera sobre lo que es Bariloche”.
Lo cierto es que el alcohol –preferentemente licores, cerveza, whisky y algo de vino– forma parte del ritual de un viaje envuelto en el mito del desahogo de todo lo prohibido.
“Nosotros llevamos alcohol, pero poco. El coordinador nos alertó sobre las razzias en la ruta, por lo que nos cuidamos”, recuerda Facundo. Una experiencia similar vivió María del Carmen (20), egresada del Jesús María: “Nos asustaron tanto con la Gendarmería que llevamos para las 35 que éramos un solo Gancia y, encima, del cagazo lo tiramos sin terminar por la ventana antes de llegar a Bariloche”.
Para Leandro (18), egresado del William Morris, la experiencia fue distinta. “En el viaje hubo drogas y alcohol y nadie controló nada. Es más, en Bariloche, el coordinador se daba vuelta a la par de los pibes”, confesó. No es el caso de Daniel, un ex coordinador de empresas de primera línea. El se encarga de aclarar: “En el viaje se funciona como una cofradía. Tratamos de hacer una acuerdo con los chicos y el chofer para llegar a buen puerto”.

 

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