Por Raúl Kollmann y Laura Vales Primero dijo que el asesinato
no fue un asesinato, sino un accidente de tren. Después intentó que las pericias
estuvieran a cargo de la Bonaerense. Cuando el cuerpo forense de la Corte Suprema
demostró que fue un crimen, apareció un marginal vinculado a la policía y él lo
aceptó como el asesino. Trató por todos los medios de alejar el caso de la sospecha
generalizada de que el asesinato fue obra de una mafia narco-policial. Insistió hasta el
cansancio para que se dejen de hacer las marchas del silencio en la ciudad y finalmente se
retiró de la investigación repudiadopor los habitantes de Chascomús. El protagonista de
esta historia no fue un policía cualquiera sino Santiago Allendes, que acaba de ser
designado por el ministro de Justicia provincial, Osvaldo Lorenzo, como el nuevo director
de Investigaciones de la Policía Bonaerense. Allendes es, desde ahora, el responsable de
todas las investigaciones que se hagan en la provincia de Buenos Aires.
El caso en cuestión es la muerte de Emilio Blanco, un chico de 16 años cuyo cadáver
apareció en Chascomús junto a las vías del tren en setiembre del 97. Siempre se
sospechó que detrás de su muerte estuvo la mano de una mafia de narcotraficantes
vinculada a la policía. Pero Allendes no hizo nada por investigarlo, dijo
ayer a este diario Mónica Blanco, la madre del chico asesinado. El comisario trató
de convencerme siempre de que todo se trataba de un simple accidente. E incluso intentó
que la Policía Bonaerense, que ya había hecho una primera autopsia desastrosa, realizara
un segundo estudio sobre el cuerpo de Emilio.
La historia del caso de Chascomús contiene un muestrario de negligencias que comenzaron
el mismo día en que fue encontrado el cadáver. Cuando el muchacho apareció tirado al
costado de las vías, un médico policial dijo que Blanco tenía un balazo en la cabeza
con orificio de entrada y salida. El juez Héctor Mussumano llegó al lugar a media
mañana, acompañado por un comisario inspector de la Unidad Regional de Dolores. Miró el
cadáver, revisó el informe del médico y convocó a los peritos del SEIT. Algo
pasó camino a la morgue, sostuvo el abogado de la familia Blanco, Luis Valenga,
porque los peritos terminaron certificando que Emilio había sufrido heridas
compatibles con las del choque de un tren.
El caso de Blanco y una segunda misteriosa muerte ocurrida 9 días más tarde la de
Marcos Gonzalía conmocionaron la ciudad. Se sucedieron marchas del silencio; todo
Chascomús se mostraba convencido de que el poder estaba protegiendo a los asesinos. Un
llamado anónimo alertó a la madre de Blanco sobre la vinculación con el homicidio del
comisario retirado Hugo Vázquez, ex director de narcotráfico de la Bonaerense y
estrechamente vinculado al entonces jefe de la policía Pedro Klodczyk.
Después de un mes de movilizaciones, el gobierno designó una comisión investigadora
especial y puso a su frente al comisario Santiago Allendes. No sé cuál es el
criterio de éxito por el que ahora se lo ascendió a jefe de investigaciones de toda la
provincia, porque en Chascomús Allendes no sólo desvió la investigación del crimen,
sino que directamente cometió un fraude, le dijo a Página/12 el abogado Valenga.
La actitud del comisario, recordó, fue defender hasta lo insostenible la hipótesis del
accidente, aunque ante los medios mostrara una cara diferente. Construyó, por ejemplo,
para eso una gigantesca maqueta para demostrar cómo había ocurrido el supuesto accidente
contradiciendo pruebas importantes del expediente. Estaba claro, entre otras cosas, que
Blanco había muerto entre las dos y las tres de la mañana; esa noche sólo habían
pasado por el lugar dos trenes, uno una hora antes y el segundo 15 minutos después del
momento en que Emilio falleció.
Después hizo lo mismo con una animación computarizada agregó Valenga;
con ella quiso probar cómo la máquina lo había embestido hasta dejar el cuerpo en la
posición en que se lo encontró. Pero cuando nos reunió para mostrarnos la animación
nos encontramos con que la figura del tren avanzaba en la dirección contraria a la que
realmente tuvo. Con esto, la posición del cuerpo ya no podía explicarse por la
embestida de la máquina. No sólo eso: para el comisario parecía poco importante que
Blanco fue encontrado con las ropas intactas y sin una sola mancha de aceite, como era
lógico en el caso de un accidente ferroviario; el muchacho tenía las zapatillas limpias;
otra serie de indicios apuntaban a que el cadáver había sido colocado junto a las vías.
Por último, decenas de testigos aseguraron no haber visto choque alguno en el lugar.
Los padres de Blanco enfrentaron a Allendes y al juez Mussumano, y finalmente lograron que
se realizara una segunda pericia. Pero el comisario Allendes quería que fuera
realizada por la gente de la Bonaerense en el SEIT, dijo Mónica Blanco, una
sugerencia que fue rechazada de plano por los querellantes. El trabajo fue encargado
entonces a especialistas de la Corte Suprema y sus conclusiones no dejaron ninguna duda de
que se estaba frente a un asesinato: los peritos descartaron que Emilio hubiera sido
embestido por un tren y agregaron que, después de muerto, alguien golpeó al cadáver,
seguramente para sembrar pistas falsas. Otro dato surgido de esta pericia es que el
muchacho se defendió antes de morir.
Curiosamente, el mismo día que los peritos de la Corte llegaron a Chascomús un marginal
vinculado a la policía se presentó en el juzgado para autoincriminarse como autor del
asesinato. Después se comprobó que se trataba de una nueva operación para desviar la
pesquisa. Pero mientras tanto Allendes, quien ya no podía seguir defendiendo la
tesis del accidente, pasó a sostener la de que este chico era el asesino, sostuvo
la madre de Blanco.
El comisario terminó alejándose de la investigación sin dar demasiadas explicaciones a
los familiares. A dos años del crimen, la causa está recaratulada como homicidio pero no
hay una sola pista concreta sobre los verdaderos culpables. Lo que sí aparece
dijo el abogado Valenga es una total oscuridad rodeando a esta muerte y la
certeza de que Allende nunca investigó a los efectivos policiales sospechados de estar
ligados al crimen. Su papel fue patético; sólo ayudó a tejer una formidable maraña de
encubrimiento.
El caso Blanco es la tarjeta de presentación que ahora exhibe el hombre encargado de
manejar todas las investigaciones en la provincia.
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