Por Pedro Lipcovich La oleosa ola delictiva llegó
a los oleoductos: amigos del petróleo ajeno, mediante un agujerito de sólo 11
milímetros de diámetro, se apropiaron de 80.000 litros del oro negro, a 120 kilómetros
de la capital de Neuquén. Es la primera vez que recibimos una denuncia así,
confió a este diario el comisario de la zona donde, en cambio, son frecuentes las
pinchaduras de conductos que llevan combustibles ya procesados como la
gasolina. La empresa propietaria del oleoducto consideró el robo como un episodio
menor. Página/12 investigó los detalles del hecho, de modo que los lectores que
posean oleoductos sabrán, de aquí en más, cómo protegerlos.
Los émulos de Boogie El Aceitoso operaron en el oleoducto propiedad de la
empresa Pan American Energy, que une el paraje de Lindero Atravesado -donde están los
yacimientos con la localidad de Centenario, a 80 kilómetros de la capital
provincial. Aprovecharon la disminución de personal de mantenimiento durante el pasado
fin de semana largo. El subcomisario Ramón Pacheco, de la comisaría 5ª de Centenario,
explicó a este diario que para la policía es imposible vigilar la extensión de un
oleoducto, y las empresas tienen sus propios servicios de seguridad.
El volumen sustraído, según la denuncia de la empresa, es de 80.000 litros. Mario
Calafel, vicepresidente de asuntos públicos de la petrolera, dijo que esa cantidad
tiene un valor inferior a 10.000 dólares. En términos de la producción de la
compañía, es un tema menor pero plantea una cuestión logística interesante: tuvieron
que hacer un pozo de hasta un metro y medio de profundidad y saber cómo perforar el
caño.
Según averiguó este diario, los petroladrones actuaron provistos de un taladro a
batería, ya que uno eléctrico hubiera producido un incendio. Utilizaron una mecha de 11
milímetros, le hicieron una rosca al agujero con una fresa e instalaron una canilla de
bronce (una de hierro se hubiera calentado por la fricción del líquido, produciendo un
incendio). Para extraer el petróleo, aprovecharon el lapso en que, al entrar en
funcionamiento las bombas del oleoducto, aumenta la presión. En estas condiciones, por
ese agujerito, en pocos minutos se llena un camión de diez mil litros,
afirmó un experto policial.
Las huellas encontradas en el lugar indican que los oleodelincuentes utilizaron un camión
tanque con el que habrían hecho cuatro viajes hasta totalizar la cantidad sustraída. Los
investigadores examinan la posibilidad es que los oleotraficantes hayan vendido la
sustancia a agricultores de la zona para encender los humos que evitan las
heladas de los cultivos en un invierno especialmente riguroso.
El ingeniero Eduardo Braganza, director del Departamento de Geología y Petróleo de la
Universidad del Comahue, observó que si bien el petróleo que transporta ese
gasoducto es muy liviano, bastante próximo a la gasolina, no puede ser utilizado como
combustible en motores, salvo para ciertas calderas. En los gasolinoductos de la zona,
siempre hubo pequeños robos, porque ese combustible puede mezclarse con la nafta.
Por lo demás, agujerear un caño de oleoducto no es difícil ni peligroso para una
persona que tiene las herramientas y sabe hacerlo, y en la zona hay mucha gente que
trabajó en petróleo y tiene los conocimientos, comentó Braganza, y precisó que
en la zona, la producción diaria de cada pozo va de 5000 a 30.000 litros, de modo
que, para la actividad petrolera, éste puede considerarse un robo de gallinas, aunque, en
este caso, digamos que se robaron una gallina muy gorda.
SERAN VENDIDAS LAS TWIN TOWERS
Una transacción gemela
Constituyen uno de los símbolos de Nueva York. Alguna vez, incluso, desplazaron en altura
con sus 109 pisos a otro icono de la ciudad, el Empire State Building. Otra vez fueron
blanco de un atentado terrorista. Ahora, las hiperfamosas Torres Gemelas o, según el
nombre oficial, el World Trade Center, serán vendidas. La operación se convertirá en la
mayor transacción de ese tipo en Nueva York: la venta está estimada en 1500 millones de
dólares.
En las torres, construidas entre 1966 y 1977, tienen oficinas unas 450 empresas. Todos los
días, el movimiento allí es de alrededor de 50 mil empleados. En el subsuelo funciona un
amplísimo complejo comercial conectado al subterráneo. Allí fue donde en 1993 estalló
una bomba que provocó seis muertos y más de mil heridos.
Lewis Eisenberg, máximo representante de Port Authority, el ente público propietario de
las torres, ya había anunciado hace cuatro años la intención de venderlas o entregarlas
en concesión. Ahora finalmente espera concretar la operación que podría desplazar en el
ranking de las ventas más exitosas al Rockefeller Center vendido en 1996 en 1200 millones
de dólares.
Como operación inmobiliaria, las torres se convirtieron en el trofeo de los
trofeos, comentan los empresarios del rubro inmobiliario neoyorquino. Eso sí: antes
de adquirirlas, los futuros dueños deberán hacer bien los cálculos. Port Authority, por
ser un ente público, paga de impuestos por los 64 mil metros cuadrados que suman los dos
edificios la friolera de 26 millones de dólares por año al municipio de la ciudad. Un
privado, se estima, deberá pagar unos 75 millones más.
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