El País de Madrid
Por Juan Arias Desde Río de Janeiro Los tres oficiales de la
Policía Militar brasileña que mandaban al grupo de 147 agentes, acusado de la matanza de
19 campesinos del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en 1996, fueron ayer librados de toda
responsabilidad por el tribunal que los juzga. La sentencia oficial habla de absolución
por insuficiencia de pruebas. Los familiares de las víctimas y los miembros
del MST que aguardaban a las puertas de la sala también hicieron pública su sentencia
particular: ¡Asesinos, asesinos!. Ahora, los otros 147 inculpados en la
matanza pasarán por un tribunal que ya ha eximido de culpa a sus mandos. En una primera
reacción, el gobierno nacional manifestó su profunda vergüenza por el
fallo.
El coronel Mario Pantoja, el teniente José María Oliveira y el capitán Raimundo
Almendra, fueron acusados de haber mandado la acción de los 147 policías contra los Sin
Tierra, en Carajás en abril de 1996, en la que murieron 19 campesinos y otros 69
resultaron gravemente heridos. El veredicto de absolución fue hecho público en la
madrugada del miércoles, hora local, en el aula magna de la Universidad de la Amazonia de
Belem, en el Estado de Pará, y a nadie dejó indiferente. Las viudas de las víctimas y
los huérfanos presentes abandonaron la sala llorando. Fuera, los militantes del
Movimiento de los Sin Tierra, que estuvieron acampados los tres días del proceso y que
pudieron seguir el juicio a través de pantallas gigantes de televisión, prorrumpieron en
gritos de ¡Asesinos!, Asesinos! e intentaron forzar el cordón de
300 policías para acercarse a la sala. El enfrentamiento, sin víctimas, duró un largo y
tenso cuarto de hora hasta que los líderes del Movimiento dieron la orden de detenerse.
El primer resultado del proceso, considerado el más importante de este país realizado en
el ámbito de la Policía Militar, seguido de cerca por la prensa mundial y que se
anunciaba como el final de la impunidad contra los desmanes de la policía, ha acabado
antes aún de comenzar y ha constituido una gran sorpresa en la opinión pública,
conmocionando a los demócratas e irritando a los Sin Tierra, que ahora se sienten
impotentes. El líder nacional del Movimiento, Joao Pedro Stédile, hizo una declaración
fuerte instantes después de conocerse la absolución de los oficiales. Es una
vergüenza nacional, dijo, añadiendo: El juez Ronaldo Valle será el
responsable de ahora en adelante de las nuevas muertes de los Sin Tierra. Los
responsables del MST se van a reunir los próximas días para decidir qué actitud tomar
ante el inesperado resultado de la sentencia. Justamente en estos días sigue la marcha de
los mil campesinos del MST que salieron de Río de Janeiro el 26 de julio hacia Brasilia,
para protestar contra la política del gobierno de Cardoso y que se calcula que antes de
llegar a la capital, el 12 de octubre, van a reunirse más de cien mil.
El proceso, que prensa y televisión mantuvieron más bien en sordina tras haber indicado
que existía malestar en los cuarteles, encontró enseguida muchas
dificultades. Los abogados de la defensa de los oficiales procesados intentaron anularlo
desde el primer momento. Más tarde se intentó lanzar la responsabilidad sobre el
gobernador de Pará, que el día de la matanza había pedido que se desalojara a los Sin
Tierra del ferrocarril que habían ocupado. Pero el golpe de gracia lo dio uno de los
jurados populares, Silvio Queiroz, que en la madrugada del miércoles, antes de encerrarse
para definir la sentencia, pidió que se volviera a proyectar el video del día de la
matanza haciendo observar que uno de los campesinos había supuestamente disparado varios
tiros con una ametralladora. Queiroz, rompiendo el secreto de su voto, dijo que aquellos
tiros habían provocado la reacción de los policías. Sin embargo, las declaraciones de
los testigos habían sido contundentes. Osvaldo Araujo, el reportero gráfico que había
grabado el video de la matanza, declaró que los tiros habían partido de la policía, que
él llegó a estar detenido y la cinta secuestrada. El reportero dijo que vio a los
policías entrar varias veces en un autobús para recargar sus armas. Pedro Alípio da
Silva, un conductor de camión, declaró haberle oído al coronel Pantoja decir:
Misión cumplida, nadie ha visto nada, todos a callar. Pero un testigo de
rango fue el coronel responsable de la Policía Militar del Estado de Pará, en la época
de la matanza, Fabiano Lopes. El oficial testimonió contra su colega, el coronel Pantoja,
afirmando que había mentido desde el principio encubriendo incluso el número
de los muertos.
El proceso continuará mañana con los policías de a pie en el banquillo. Serán juzgados
en grupos de tres o cuatro y para cada sentencia habrá un jurado diferente. Pero ya la
defensa ha alertado diciendo que será imposible identificar a los policías que
dispararon y que ocasionaron las 19 víctimas, pidiendo anticipadamente para ellos, como
para sus superiores, la absolución por insuficiencia de pruebas.
Pinochet no torturó; Hitler no mató Tener unos abogados que lo comparan a uno con Hitler puede no ser la mejor
estrategia imaginable para que el defendido gane amigos y simpatías en la opinión
pública, pero eso es precisamente lo que tiende a recurrir en el caso Pinochet. Durante
las audiencias de los lores británicos sobre el caso, sus abogados de la prestigiosa
firma Kingley and Napley no se arredraron ante la analogía para demostrar que Hitler, sin
ocupación de Alemania y sin tribunal de Nuremberg, no hubiera podido ser juzgado (en caso
de haber sobrevivido a la guerra), por la extraterritorialidad de sus delitos. Ayer, sus
abogados españoles Jose María Stampa Braun (foto, izq.) y Fernando Escardó volvieron a
usar la poco halagüeña analogía, al afirmar que los delitos por los que ahora se juzga
al ex dictador chileno son de tortura, y que Pinochet, personalmente, nunca torturó a
nadie. Como si hicieran falta más declaraciones, los abogados, que ayer viajaron a
Londres para conocer personalmente a su defendido, ejemplificaron que es como
Hitler, que personalmente nunca quemó a un judío. Después de conocer al general,
los abogados dijeron que quería regresar a Chile, y repitieron que sería un
suicidio que se entregara a la Audiencia Española, donde lo acusan no sólo
de tortura sino también de genocidio. |
|