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Por Raúl Kollmann La irrupción de Carlos Ruckauf en el caso AMIA terminó en un verdadero sainete. El vicepresidente finalmente le mandó una brevísima declaración al juez de la causa, Juan José Galeano. Después de decir que sabía seguro quién perpetró el atentado y qué potencia extranjera estaba detrás, a Ruckauf le alcanzaron 17 renglones para decir todo lo que tenía para decir. Lo único que afirma en el texto presentado es que tiene la convicción de que el atentado es consecuencia de la guerra que el Estado de Israel mantiene con sus vecinos y también que hubo responsabilidad de sectores del entonces gobierno de la República de Irán. Ruckauf no aporta ni una sola prueba, ni siquiera un dato sobre lo que afirma. Hace dos semanas, el vicepresidente y candidato a gobernador bonaerense produjo una verdadera conmoción con sus afirmaciones. A la salida de un hotel porteño, Ruckauf se despachó delante de los periodistas señalando que él conocía seguro quién perpetró el atentado. La declaración sorprendió básicamente porque ni en el juzgado de Galeano saben seguro lo que en verdad ocurrió aquel 18 de julio de 1994. A partir de sus palabras, el vicepresidente cosechó una tormenta de réplicas y cuestionamientos, incluyendo las del propio presidente Carlos Menem, quien sostuvo que Ruckauf debía contar lo que sabía ante Galeano. Los dirigentes de la DAIA y los familiares de las víctimas se indignaron e incluso Memoria Activa presentó una denuncia por encubrimiento, ya que un funcionario no se puede guardar información. Ruckauf había dicho que en los años transcurridos desde el atentado, él no había querido revelar el nombre de la potencia extranjera que alentó el atentado porque se trataba de una cuestión de Estado. En las 17 líneas de su declaración, Ruckauf menciona a Irán, sin decir por qué ni dar fundamento a su afirmación. Desde el primer día, en el expediente aparecen las sospechas sobre Irán, pero nunca nadie ocultó el nombre de ese país y menos aún por una supuesta cuestión de Estado. El gran problema son justamente las pruebas. El juez Galeano utilizó un fallo reciente para sostener que hay elementos que demuestran que Irán estuvo detrás del atentado, aunque tampoco el magistrado hizo una enumeración de las pruebas, salvo los informes de inteligencia de otros países como Estados Unidos o Israel, justamente los que internacionalmente están más enfrentados con Teherán. En la causa hay dos arrepentidos iraníes que acusaron a ese país, aunque no dieron mayores precisiones. Además, los arrepentidos están naturalmente enfrentados con el retrógrado régimen de los ayatolas. El ex agregado cultural de Irán, Moshen Rabbani, fue fotografiado en noviembre de 1993, ocho meses antes del atentado, preguntando precios por una Trafic, el modelo de vehículo usado después en el ataque. El hecho tiene importancia porque Rabbani era diplomático y tenía exención de impuestos, por lo cual no era razonable que pidiera precios por el vehículo. Según el juez, Rabbani además utilizó su celular en la zona del atentado a la hora en que explotó la camioneta, reafirmando así las sospechas. También se les otorga relevancia a dos reivindicaciones del atentado que hizo el Hezbollah, grupo terrorista pro-iraní, aunque la realidad es que tampoco fueron muy claras. Sin dudas, hay indicios que apuntan al Hezbollah y se acusa a Irán de darle apoyo operativo y financiero, pero los elementos existentes no son categóricos. Ruckauf, por supuesto, no aportó nada nuevo. Por otra parte, tanto Familiares como Memoria Activa sostienen que la clave de la investigación está en descubrir la conexión local, a partir de lo cual se puede hilvanar con pruebas qué país o grupo terrorista ordenó el ataque. Parece lógico que la pesquisa no se haga al revés, partiendo deespeculaciones sobre la conexión internacional y sin elementos sobre los cómplices que prepararon y ejecutaron todo en el país. Ruckauf cumplió con el trámite. Envió el escrito al magistrado y lo terminó con una frase de lujo: No creo tener ninguna información que usted ignore, le escribió a Galeano.
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