Por Romina Calderaro ¡Y dicen que soy
aburrido!, gritó un nene de unos seis años. Estoy a cien pasos, se animó a
seguirlo un compañero. Tengo las manos limpias, levantó los brazos un tercer
chico. Yo las tengo sucias, pero no me las pienso lavar, dijo otro, mirándose
las palmas. Fernando de la Rúa, mientras tanto, trataba de sonreír. El candidato
presidencial de la Alianza visitó ayer la parroquia y la Casa del Niño del padre Luis
Farinello, en Quilmes. Con más suerte que el ex ministro de Economía, Domingo Cavallo,
quien el lunes pasado, en idéntica misión, escuchó varias críticas de los vecinos, De
la Rúa fue presentado por Farinello como el hombre que seguramente será nuestro
próximo presidente, y recibió del cura un pedido concreto: que no
desaproveche la oportunidad de pasar a la historia como el reconstructor moral de la
Argentina posmenemista.
A dos meses de las elecciones, los candidatos empezaron a llegar a la parroquia del padre
Farinello. El cura los recibe, pero aclara que no comulga con sus proyectos políticos.
Veo a De la Rúa indeciso con el modelo y en el fondo sé que no lo va a tocar. No
creo que haya ningún candidato que hoy por hoy tome las banderas nacionales y populares:
la gente va a ir a votar con resignación. Ojalá que De la Rúa me deslumbre y demuestre
una polenta que no parece tener, dijo el párroco a Página/12, un rato antes de que
llegara el visitante.
De la Rúa llegó a Quilmes a las tres de la tarde, junto a su compañero de fórmula,
Carlos Chacho Alvarez, el candidato a vicegobernador bonaerense de la Alianza,
Melchor Posse, y el vicejefe de Gobierno porteño, Enrique Olivera. Los vecinos lo
saludaron. Un hombre le mostró orgulloso una poesía. De la Rúa la leyó, pero no
entendió la última estrofa, y le preguntó al autor qué había querido decir. No
sé cómo explicárselo ahora, tiene que ver con los sueños, le respondió nervioso
el hombre. Santos, un indígena salteño, había empezado a seguir de cerca al
candidato buscando el momento de cantarle una canción de homenaje.
Ya dentro de la parroquia, De la Rúa se deshizo en elogios para el cura y prometió un
tiempo de reparación, justicia y verdad. Farinello propuso rezar un
padrenuestro y cantar el himno, y su iniciativa se cumplió religiosamente. Después, una
mujer no tuvo mejor idea que reivindicar la figura del ex presidente Raúl Alfonsín,
que fue un gran dirigente y puso todo su esfuerzo para que se conformara la
Alianza.
Santos, el indígena, no quería irse sin cantar. Y hacia el final de la visita logró su
objetivo. Con su charango a cuestas, entonó dos temas. El primero hablaba de Cafayate.
Soy de Salta y hago falta, decía una de las estrofas. El segundo, más
político, fue una suerte de advertencia a los porteños: Señores de Buenos Aires/
tengan fuerte sus banderas/ que están volviendo los indios/ levantando polvareda,
cantó Santos, ante un inmutable De la Rúa.
Después de la parroquia, De la Rúa visitó la Casa de Niños Nuestra Señora de Luján,
que también supervisa Farinello. Ahí se encontró con un grupo de chicos de entre cinco
y ocho años que estaban pintando con témpera platos descartables. Aunque De la Rúa no
parece tener mucho feeling con los más chicos, encontró un primer tema de conversación:
el fútbol.
Un nene había pintado su plato con los colores de Boca, el cuadro del candidato, y las
chicanas futboleras típicas entre los integrantes del sexo masculino ganaron la salita.
Cuando De la Rúa sea presidente va a hacer un decreto para que gane siempre San
Lorenzo, mi cuadro, bromeó Farinello.
Cuando la conversación se había agotado, se escuchó a lo lejos el grito de un chico,
que parecía haber caído recién en ese momento en que el hombre que los visitaba salía
también en la tele. ¡Dicen que soy aburrido!, gritó, y los demás empezaron a recitar a
la perfección el resto de las propagandas del candidato, quien trató de tomarse la broma
con humor, pero no hizo ningún comentario.
Un rosario para el Chacho Hacia el final de la visita a la parroquia Nuestra Señora de Luján,
Farinello le regaló un rosario a Fernando de la Rúa. Después le entregó uno a Carlos
Chacho Alvarez, con la siguiente advertencia: Mirá, Chacho, que además
de tenerlo hay que rezarle. Y recordó, risueño, que el presidente de la
Conferencia Episcopal Argentina, Estanislao Karlic, le había dicho al líder del Frepaso
hace mucho que no lo veo por la Iglesia. Alvarez aceptó el regalo y sonrió,
un poco descolocado. Quizás el cura haya advertido que, a la hora de rezar, el candidato
a vicepresidente de la Alianza sólo acompañó el padrenuestro en algunas de sus
estrofas. |
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