Por Cledis Candelaresi La Corte Suprema de Justicia
acaba de avalar el pedido de un grupo de militares para que sean incorporados a sus
salarios y haberes suplementos que hasta ahora no eran remunerativos. El pronunciamiento
abre las puertas para que se extienda ese beneficio a todos los uniformados, obligando al
Estado a pagar retroactividades que, según fuentes castrenses, podrían sumar 4000
millones de pesos. Además, para desgracia de las futuras administraciones, el Supremo
Tribunal también sentó un precedente para que prosperen otras miles de causas iniciadas
por activos y retirados, que forzarían una erogación similar. El Congreso puede reforzar
incluso esta carga sobre las cuentas públicas si aprueba el proyecto del oficialismo para
indemnizar a quienes tuvieron que exiliarse durante la última dictadura militar.
La noticia de aquella sentencia, que la Corte difundió el jueves, alborotó a la
Comisión de Defensa del Instituto Programático de la Alianza (IPA), que esa tarde estaba
reunida en sus oficinas de la calle Alsina. El ex ministro de Defensa radical, Horacio
Jaunarena, y el militar retirado y ex funcionario bonaerense Carlos Giardino arriesgaron
rápidamente algunos cálculos sobre el impacto económico que podría tener la decisión
judicial, sabiendo que ésta extiende un pagadiós que recaerá sobre el próximo
gobierno.
Giardino quien también integra el staff de investigadores del Centro de Estudios
para la Etica y la Eficiencia en la Función Pública (CEEAP), presidido por el economista
Ricardo López Murphy ya había planteado el problema en un trabajo que acaba de
editar, titulado Fusiles y Sistemas. Allí diferencia los dos grandes grupos de demandas
castrenses que se están canalizando por vía judicial y acechan el siempre insuficiente
presupuesto del sector.
Uno de los reclamos tiene puntos en común con el que originó aquel fallo de la Corte.
Agotada la vía administrativa, muchos militares comenzaron a exigir judicialmente que se
les continúe pagando unos adicionales que este gobierno otorgó por decreto y luego
suprimió selectivamente. Se trata de suplementos generales que no pueden
administrarse discrecionalmente y deben ser otorgados por ley. Giardino calculó que, de
prosperar, esta demanda podría obligar al Estado a desembolsar alrededor de 800 millones
de pesos sólo en retroactividades.
Pero una amenaza aún mayor proviene de los miles de juicios de retirados de las Fuerzas
Armadas y de seguridad, que pretenden cobrar un haber acorde con la remuneración del
personal en actividad. La exigencia, fundada en lo que disponen las leyes orgánicas de
esas fuerzas, ya cuenta con algunos dictámenes judiciales favorables, lo que permite
presumir que podría resolverse a favor de los demandantes. Además, muchas de las causas
tienen el respaldo de abogados que, aparentemente, se especializan en el tema: sólo el
estudio de Appiani, Olivera y Ortiz está tutelando varios miles de demandas.
Si finalmente la Justicia ordenara pagar a todos (hay más de 100.000 retirados), el
Tesoro debería afrontar una erogación cercana a los 3000 millones para pagar
retroactivos, siempre y cuando el Estado se ampare en el artículo del Código Civil que
impide reajustar hacia atrás por más de cinco años. Pero también aumentarían hacia el
futuro los gastos fijos anuales en alrededor de 500 millones, porque los haberes serían
mayores.
El subsecretario de Financiamiento, Miguel Kiguel, se refirió el viernes a la
consecuencia ineludible que tendría sobre el presupuesto la resolución del máximo
tribunal. Aumentará tanto el endeudamiento como el gasto, fue el escueto
comentario del colaborador de Roque Fernández. Seguramente, las retroactividades se
pagarán emitiendo nuevos bonos. Pero el reajuste de remuneraciones aumenta el gasto
corriente y obliga aconseguir más efectivo de inmediato, con el agravante de que
salarios, retiros y pensiones del sector insumen el 90% del gasto en defensa.
El panorama presupuestario amaga ensombrecerse aún más si es aprobado el proyecto de ley
que los políticos aliancistas también consideraban el jueves con cierto escozor. La
iniciativa impulsada por el Poder Ejecutivo, con el respaldo de la bancada del PJ en
Diputados, prevé el pago de una indemnización a quienes prueben que, por haber sido
víctimas de persecuciones políticas, tuvieron que emigrar. El resarcimiento se
calcularía sobre la base de un cierto monto por día de exilio. Oficiosamente, el IPA
estimó que el Estado tendría que desembolsar cerca de 1500 millones por ese concepto.
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