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OPINION

Flotando en fantasías

Por Julio Nudler

Domingo Cavallo habla de una futura flotación del peso, que conduciría a su revaluación contra el dólar. Soñar no cuesta nada. Pero es preciso recordar por qué Cavallo impuso en su momento una paridad fija: porque al evitarse la incertidumbre cambiaria, la tasa de interés sería más baja, lo que favorecería un crecimiento más dinámico de la economía. Con un sector externo tan vulnerable como el argentino, que está hoy aún peor que en los comienzos de la convertibilidad y la firma del Plan Brady, la flotación tendría asociada una alta dosis de incertidumbre, como ocurre con el real brasileño.

Claramente, la discusión argentina actual es devaluar o no devaluar, y, para el caso de que opte por la primera disyuntiva, cabría la flotación (libre o sucia) como una forma de instrumentar la devaluación. La realidad manifiesta es que a la economía nacional le está costando mucho sostener este tipo de cambio, y sólo lo logra con alto desempleo y creciente endeudamiento. No hay otra situación a la vista. Y, siendo así, augurar la eventual revaluación del peso es un sarcasmo cruel e inútil.

Si la decisión es no devaluar, para evitar la catástrofe de una devaluación, o simplemente para demorar el desastre, el camino tiene una dirección obligatoria: superajuste y obtención de financiamiento en el corto plazo, y un shock de productividad que en el mediano y largo plazo permita convivir con esta paridad sin por ello sufrir una situación tan infeliz y explosiva como la actual.

Incomprensiblemente, Cavallo ha hablado de flotar el peso sin abandonar la convertibilidad. Esto suena incongruente, porque no habría manera de seguir garantizando una contrapartida equivalente de reservas para la base monetaria. Suponiendo que en el punto de partida hubiera 25.000 millones de dólares en el BCRA y 25.000 millones de pesos circulando en la economía, la flotación cambiaria alteraría esta equivalencia de manera imprevisible. Si, como fantasea el cordobés, un peso pasase a valer dos dólares, el Central necesitaría otros 25.000 millones de dólares para mantener la convertibilidad. ¿De dónde los sacaría?

De todas formas, estos ejercicios especulativos sólo sirven para esquivar el bulto. Ahora hay que saber cómo se sale de la encrucijada y en qué dirección reorientar la estrategia económica, perdida la fe en el recetario neoliberal. Tal vez ayuden la reactivación mundial y el repunte en el precio de las exportaciones argentinas para caldearle la fría bohardilla al próximo presidente. Pero sin una nueva concepción de la política económica no tardaría mucho en congelarse.

 

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