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Por Luis Bruschtein ![]() --Si el empleo mide la calidad de vida de una sociedad, ¿por qué los economistas no empiezan definiendo el pleno empleo como objetivo principal y no como subsidiario de otras variantes? --Yo creo que porque se equivocan. Economistas de países como la Argentina piensan así pero uno de los Estados Unidos, o de Europa, pone en primer término el empleo. Aquí, el problema es que estamos tan acosados por ser un país deudor, que ha ido creciendo en importancia el tema de atender a los acreedores y de ver qué intereses pagamos y si alcanza la plata para los próximos tres meses. --¿Y cuáles serían las alternativas de creación de empleo en esta situación?
--¿Eso no es una consecuencia inherente de la apertura de la economía? --Sí, pero tendríamos que estar exportando bienes de una cantidad equivalente y nuestro contenido de mano de obra en lo que exportamos es muchísimo menor que el contenido de mano de obra de lo que importamos. Todo país de economía abierta que le va bien tiene un balance equilibrado de lo que se conoce como bienes inteligentes. O sea, exporta bienes que su valor por tonelada es equivalente a lo que importa. En cambio aquí, lo que vendemos vale cien dólares la tonelada y lo que compramos vale mil cien. --¿Cuando se abrió la economía, no se previó este efecto de alto desempleo con Cavallo? --Categóricamente se orientó la apertura solamente a frenar la inflación. Por eso el éxito siempre se mide por la baja de la inflación. Ese parámetro es casi como un síntoma. Es como no tener fiebre pero estar enfermo. El tema del desempleo se pudo haber previsto y se hubiera corregido la estructura de la Aduana o se hubiera condicionado a las empresas proveedoras de servicios privatizados a comprar bienes en Argentina, se hubiera evitado que se desarmara la cadena de producción automotriz o la de artículos para el hogar... --Las propuestas de empleo ahora van aparejadas con propuestas de bajar la calidad del empleo. Las únicas propuestas son las de flexibilizar. --Eso es suponer de una manera bastante perversa que la estructura económica argentina es perfecta y que el problema está en que los trabajadores son muy caros. La realidad es que la estructura económica argentina es muy primaria, la culpa de que nos vaya mal no la tienen los salarios de los trabajadores, sino la organización productiva que tenemos que modificar. Y para hacerlo hay que contar con los trabajadores y para contar con los trabajadores hay que aumentarles los salarios. --¿Qué proporción tiene el salario en el costo interno? --En ninguna empresa representa más del 13, 14 por ciento. Y eso en empresas como las de indumentaria o el calzado. En general no supera el 8 por ciento del costo de producción... En los países centrales es similar. En los mercados coexisten países que pagan un dólar la hora o veinte dólares la hora haciendo el mismo producto. La diferencia está en la organización productiva. La eficiencia surge al interior de la empresa, no meramente por el salario. --¿Y por qué se hace tanto hincapié en el tema del salario? --Porque ya no saben qué ajustar. Como no imaginan modificar la organización productiva, sino reducir los costos, dicen: 'los costos de los impuestos no se pueden modificar porque no cierra la caja, los costos de los servicios no se pueden modificar porque tenemos que andar bien con las empresas de servicios privatizados... entonces embromemos a la gente y bajemos los salarios'. --¿La idea sería que aquí se copió un modelo de los países centrales sin tener la economía eficiente de esos países? --Acá se supuso que el Estado era el inepto, que el núcleo de la ineficiencia estaba
en el Estado, --¿La relación entre empresarios y trabajadores ha pasado por varias etapas en Argentina y este período pareciera ser uno de los peores en ese sentido? --Eso está ligado al autoritarismo instalado en la cultura argentina, es el reflejo del autoritarismo. No se puede imaginar una industria moderna por generación espontánea en un país que ha tenido el genocidio que tuvo la Argentina. Yo creo que están muy vinculadas. La desaparición del autoritarismo al interior de la empresa en el mundo central fue forzado en parte por la necesidad de competir, pero allí la cultura democrática estaba más instalada. Aquí, a nivel de los títulos, los empresarios saben qué tienen que hacer, pero a nivel de la cultura hay una inercia muy fuerte de autoritarismo que no se supera. --¿Dónde se da la mayor incidencia de falta de empleo? --Todo el país tiene problemas muy serios. El problema de los municipios más chicos es que a diferencia de los grandes tiene desocupación y no tiene ni siquiera una industria dominante. Las grandes pueden tener una industria en decadencia, pero tienen algo que referenciar para encarar, para modificar, mejorar. En el país van quedando grandes espacios vacíos donde la gente vive del Estado o de la migración interna. Ahí hay que poner una muy fuerte asistencia técnica a los municipios para desarrollar perfiles productivos apuntalados con un esquema del gobierno nacional que se ocupe de darle valor agregado a los productos que hoy se exportan como materia prima, así como eliminar con algunos programas de producción parte de las importaciones. Estamos importando casi tres mil millones de dólares de vehículos terminados. ¿Por qué a nadie se le ocurre eliminar el déficit de la balanza comercial cerrando eso? Porque los que importan son los mismos que fabrican acá. Entonces hay intereses encontrados que hay que discutir en beneficio del conjunto. Lo mismo vale para otros temas. Nosotros importamos más de dos mil millones de dólares de computadoras, e insumos para la computación por año. Si esa cifra se hubiera invertido hace 20 años, tendríamos ya un programa nacional para incentivar empresas extranjeras que vengan a producir impresoras, cartuchos de tinta, etc. --Un cambio de política económica no exigiría también un cambio cultural del sector empresario? --Por eso nosotros creemos que para llevar adelante cualquier programa de desarrollo del empleo se necesita una alianza social de base amplia que involucre a productores agropecuarios, productores industriales, sobre todo a los pequeños, a los sindicatos más grandes. Nosotros hemos señalado muchas veces a los pequeños empresarios que cuando alguno de ellos reclama la flexibilización salarial para salir del paso, no sólo le hace daño a sus trabajadores, sino que atentan contra la posibilidad cultural de vincularse, porque obviamente esa alianza no se va a construir sobre la suposición de que los obreros tienen que pagar los platos rotos... --En los últimos 20 años las organizaciones sindicales han ido perdiendo peso hasta la actualidad. --Ha caído la sindicalización y la producción industrial, pero además ha sido muy duro el ataque al salario real y cuando hay muy alta desocupación es muy difícil que los sindicatos jueguen un rol protagónico. Por eso yo sostengo, y es una posición en este caso individual, que una señal muy fuerte para salir de la recesión y que sería técnica y políticamente correcta, sería promover un aumento general de salarios en este momento, porque eso daría el sentido de la alianza que se quiere construir. --Cuando se habla de aumento salarial a la gente le surge el fantasma de la inflación... --En la Universidad de Quilmes hemos hecho encuestas con más de 700 empresas. Casi todas están trabajando con cerca del 50 por ciento de la capacidad ociosa. El costo del aumento sería absorbido por la puesta en funcionamiento de esa capacidad ociosa. Y en contrapartida se tendría como resultado la reactivación de la economía. --La otra pregunta a esa propuesta sería con qué herramientas se llevaría a cabo, con un Estado débil, sindicatos débiles y empresarios que culturalmente están en otra dimensión... --Yo creo que las herramientas son políticas. La política tiene mayor responsabilidad porque antes administrativamente el Estado podía hacer, ahora sólo puede proponer políticas. Por ejemplo, nosotros pensamos que la producción agropecuaria sólo puede recuperar su rentabilidad si se rediseña todo un modelo de la producción primaria en el país. --¿Cuáles serían los lineamientos para ese rediseño de la producción agropecuaria?
--Los técnicos y economistas más famosos nunca hablan de estos aspectos de las economías de los países centrales. --Acá se tomó el modelo financiero, pero los economistas argentinos predominantes conocen muy poco de la producción y de la economía real. Buena parte de ellos entra a una fábrica y se sorprende porque no conoce lo que es la producción, no conocen esta lógica de un chacarero que pierde su rentabilidad porque tiene que traer el producto al puerto, no conocen la inexistencia del crédito para las Pymes. Hay una cantidad de elementos que dan por descontados y entonces construyen un modelo que termina siendo abstracto. --Pero ese discurso financiero, macroeconómico, es el que se ha impuesto como el más creíble, aunque para el 90 por ciento de la población sus consecuencias no han sido positivas... --Porque el sistema financiero es el gran triunfador de la política económica de los últimos diez años. Nosotros en realidad estamos casi controlados por los valores del mundo financiero internacional para el cual la Argentina es un deudor. Para ellos el problema es si la Argentina va a pagar o no. El que explica cómo se va a pagar es el exitoso. --Con relación al desempleo, un sector empresario y otro sindical ofrecen como solución la capacitación... --Este es un tema muy importante, el gobierno ha hecho suyo este discurso. De esta forma se sostiene que la desocupación es un problema de los desocupados porque no tienen la suficiente capacitación. --Los economistas atan el crecimiento del empleo al crecimiento del PBI. Pero durante estos diez años, el PBI creció muchos puntos por año y el desempleo aumentó a niveles críticos... parece un chiste. --Esas cifras están dibujadas. Hay dos cuestiones para tener en cuenta. Hay industrias
que --¿En cuánto tiempo se percibiría un cambio en las cifras de desempleo a partir de un cambio en el sentido de estas propuestas? --Esto lleva por lo menos un gobierno. Por eso hay que dar una serie de señales de que se quiere crecer en la exportación agregando valor, que se quiere sustituir importaciones y adicionalmente de que se está dispuesto a proteger a todos los desocupados. Esto es absolutamente imprescindible y significa trabajo, pero no de la calidad de los que provee el Programa Trabajar, sino del que tenga sentido productivo. Argentina es el país número 15 en producto bruto. Si uno analiza los 14 que están antes y los 15 que le siguen, todos están presentes en el comercio de indumentaria a la Comunidad Europea y a los Estados Unidos. El único país ausente es Argentina. Porque todos saben que la indumentaria requiere alta densidad de mano de obra y la cuidan. El Estado de California promovió en los últimos cinco años esa industria en Los Angeles y donde no tenía prácticamente nada, hoy tiene 250 mil personas haciendo ropa. Yo creo que se tardaría un tiempo en estar mejor, pero rápidamente todo el mundo sentiría que puede estar mejor. --Da la impresión que decir que el trabajo tenga que ser un objetivo central de un ministerio de Economía, fuera subversivo en este contexto. En el discurso dominante de los últimos diez años, el trabajo aparece como algo subsidiario de otras variantes... --Depende del contexto en que se dice. Al salir de la hiperinflación, el producto bruto aumentó y muchos se dieron el lujo de no darse cuenta de que el sector más poderoso de la economía se quedaba con todo el aumento y aún le sacaba parte a los que tenían menos. Ahora eso está claro. Una distribución del ingreso que concentra la ganancia, y crea tanta desocupación es intolerable. Puede parecer subversivo aquí pero Europa tiene un consejo de políticas de empleo al que están subordinados todos los países de la CE. Todo el mundo está preocupado por el empleo. El caso más exitoso es el de Irlanda, que en los últimos años llevó la desocupación del 18 por ciento al 9 por ciento a consecuencia de crear sociedades regionales en las que participan los sindicatos, los empresarios y el gobierno. Y tienen cerca de 20 grupos donde se generan compromisos que son respetados por los tres sectores.
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