Más
de un año después de haber asumido la presidencia de Colombia, Andrés Pastrana se ha
probado como un razonable alcalde de Bogotá. Precisamente, su mayor éxito fue la derrota
de la ofensiva guerrillera que las FARC lanzaron contra la periferia de la capital hace un
mes, desde el mismo territorio de "despeje" de 42.000 kilómetros cuadrados que
Pastrana les cedió como prenda de paz para iniciar una negociación. En gran parte del
resto del país, el monopolio de la fuerza por parte del Estado se encuentra cuestionado:
el territorio de "despeje", donde la negativa de la guerrilla a aceptar una
Comisión de Verificación impide el reinicio de unas negociaciones varias veces
abortadas; el norte y el sur del país, donde unas Autodefensas Unidas de Colombia
paramilitares y ultraderechistas matan a todo aquél que sospechen de simpatizante
guerrillero; las zonas en que operan las guerrillas del ELN y los amplios dominios bajo
control del narcotráfico, de la guerrilla o mixto. Ya a pocos kilómetros de la capital
diversos grupos cobran peaje, y al interior del Estado las Fuerzas Armadas están
profundamente disconformes con las concesiones de Pastrana a la guerrilla, mientras
sectores del Partido Conservador al que pertenece el presidente reclaman a su jefe que
actúe como un conservador.
Lo lamentable del caso es que Pastrana no tiene mucha
alternativa, porque su Ejército es débil y corrupto y la situación de descontrol se
arrastra desde décadas. En estas circunstancias, el presidente está perdiendo aún más
poder: alrededor de 300 asesores norteamericanos han intervenido de facto las Fuerzas
Armadas, mientras la tesis norteamericana de tender un cordón sanitario en las fronteras
para evitar que la guerrilla se derrame hacia los países limítrofes ya ha determinado
movimientos de tropas peruanas y el inicio de operaciones de interdicción fluvial y
caminera de suministros desde el Brasil. Venezuela, cuyo presidente Hugo Chávez niega a
EE.UU. el uso de su espacio aéreo para vuelos antidroga, ha cuestionado todavía más la
soberanía colombiana al plantear un diálogo directo con los jefes de las FARC,
precisamente para evitar el derrame guerrillero hacia su territorio. Mientras tanto,
Colombia es objeto de constantes sobrevuelos norteamericanos de observación desde los
nuevos enclaves caribeños de Aruba y Curazao, desde Manta --en Ecuador-- y próximamente
desde Ecuador y tal vez la Argentina. Y el Estado colombiano es cada vez más una ficción
formal. |