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OPINION

El presidente de Bogotá

Por Claudio Uriarte

Más de un año después de haber asumido la presidencia de Colombia, Andrés Pastrana se ha probado como un razonable alcalde de Bogotá. Precisamente, su mayor éxito fue la derrota de la ofensiva guerrillera que las FARC lanzaron contra la periferia de la capital hace un mes, desde el mismo territorio de "despeje" de 42.000 kilómetros cuadrados que Pastrana les cedió como prenda de paz para iniciar una negociación. En gran parte del resto del país, el monopolio de la fuerza por parte del Estado se encuentra cuestionado: el territorio de "despeje", donde la negativa de la guerrilla a aceptar una Comisión de Verificación impide el reinicio de unas negociaciones varias veces abortadas; el norte y el sur del país, donde unas Autodefensas Unidas de Colombia paramilitares y ultraderechistas matan a todo aquél que sospechen de simpatizante guerrillero; las zonas en que operan las guerrillas del ELN y los amplios dominios bajo control del narcotráfico, de la guerrilla o mixto. Ya a pocos kilómetros de la capital diversos grupos cobran peaje, y al interior del Estado las Fuerzas Armadas están profundamente disconformes con las concesiones de Pastrana a la guerrilla, mientras sectores del Partido Conservador al que pertenece el presidente reclaman a su jefe que actúe como un conservador.

Lo lamentable del caso es que Pastrana no tiene mucha alternativa, porque su Ejército es débil y corrupto y la situación de descontrol se arrastra desde décadas. En estas circunstancias, el presidente está perdiendo aún más poder: alrededor de 300 asesores norteamericanos han intervenido de facto las Fuerzas Armadas, mientras la tesis norteamericana de tender un cordón sanitario en las fronteras para evitar que la guerrilla se derrame hacia los países limítrofes ya ha determinado movimientos de tropas peruanas y el inicio de operaciones de interdicción fluvial y caminera de suministros desde el Brasil. Venezuela, cuyo presidente Hugo Chávez niega a EE.UU. el uso de su espacio aéreo para vuelos antidroga, ha cuestionado todavía más la soberanía colombiana al plantear un diálogo directo con los jefes de las FARC, precisamente para evitar el derrame guerrillero hacia su territorio. Mientras tanto, Colombia es objeto de constantes sobrevuelos norteamericanos de observación desde los nuevos enclaves caribeños de Aruba y Curazao, desde Manta --en Ecuador-- y próximamente desde Ecuador y tal vez la Argentina. Y el Estado colombiano es cada vez más una ficción formal.

 

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