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ELEGIDOS
Por Antonio Dal Masetto


t.gif (862 bytes) Le hago una visita a mi viejo conocido el licenciado Almayer, director y alma mater de Zeus S.A., Instituto de Formación para el Exito.
–Almayer –le digo–, estoy cansado de andar penando en el llano, quiero estar en la cima de la colina.
–Vino al lugar indicado, mi querido amigo –me dice–, lo felicito por la decisión de abandonar la planicie, su sitio son las alturas.
Me siento reconfortado.
–Por favor, instrúyame –le digo–. La verdad que ando más tirado que el perejil.
–Mi Instituto está perfectamente pertrechado para resolver su problema. Tengo bajo mis órdenes un equipo de profesores de altísimo nivel, gente muy afilada, especializada en sociología, psicología, oratoria, comunicación y supervivencia en situaciones límites. Le voy a enumerar las reglas básicas para que vea cómo funciona nuestro entrenamiento. Regla número uno: debe hacerse amigo de todos sus compañeros, ganarse su confianza y su corazón e inmediatamente traicionarlos.
–¿Sin más ni más? A mí siempre me enseñaron que el que tiene un amigo tiene un tesoro.
–Recuerde el viejo dicho: amigos son los testículos y también se golpean. La segunda regla se deduce de la primera: todos los que lo rodean son sus enemigos, ódielos, destrípelos sin asco.
–¿Me está hablando metafóricamente?
–Nada de metáforas, en el Instituto Zeus tripas quiere decir tripas y ninguna otra cosa.
–Comprendido, maestro.
–La tercera regla se deduce de la primera y la segunda: a los adversarios, que son todos, tiene que devorarles los sesos.
–¿Intelectualmente?
–Nada de intelecto, les tiene que hacer un agujero en el cráneo y chuparles los sesos, para que no les quede ni una sola idea. No le haga asco a nada. A los débiles de estómago y a las almas dubitativas se los comen los chimangos.
–Comprendido, maestro.
–Ultima regla y regla de oro: en la olla del guiso, si está bien condimentado, la verdad y la mentira tienen el mismo gusto. Apréndaselas de memoria y, cuando termine su preparación, podrá acometer con éxito el ascenso a la colina.
–Entendí, maestro, sin duda es un curso muy estricto y puntilloso. Pienso que sería perfecto si yo aspirara a ser un killer eficiente, un sicario desalmado, un despiadado profesional del crimen. Pero me asalta una duda: ¿para qué le sirve todo ese entrenamiento a un tipo como yo quesolamente quiere dejar de penar en el llano y alcanzar la cúspide de la colina?
–Mi buen amigo, los que se acomodaron en la cúspide llegaron utilizando reglas parecidas a lasna32fo01.jpg (11927 bytes) nuestras. Si usted quiere asegurarse una subida rápida, no dude, aplique al pie de la letra las enseñanzas. A saber, elija uno o dos de los que están arriba y dedíquese a demolerlos sistemáticamente. Indague sus costumbres sexuales, consiga pruebas de las más bochornosas, las que no resisten la luz del sol, y desparrámelas. Revise prolijamente sus finanzas, aunque tenga que revolver los tachos de basura, busque hasta encontrar las pruebas de alguna matufia económica y pregónelas a tambor batiente. Con mirada de entomólogo investigue las relaciones afectivas de los fulanos, las posibles fallas en su grupo familiar, elija las más dolorosas, las que producen vergüenza, y échelas a los cuatro vientos con toda la voz que tenga. Y lo que no encuentre, invéntelo. De todos modos, seguramente algo de cierto habrá. Todos esconden algún secreto.
–Pero me van a hacer pomada.
–De ninguna manera. Si usted llega a ser un rufián lo suficientemente ruidoso, que pega justo y difama con convicción, comenzarán a prestarle atención. Cuando hagan sus cálculos y vean que acallarlo resulta caro, incómodo y trabajoso, lo aceptarán como uno de sus iguales y le tenderán una escalerilla para que ascienda a la cima de la colina, se mezcle con ellos y se convierta en uno más de los elegidos, los intocables, los que están más allá del bien y del mal.

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