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OPINION

El encanto de ser pobre

Por James Neilson

Gente rara, los santiagueños. Uno imaginaría que a esta altura estarían tan hartos de vivir en la provincia más pobre del país que aprovecharían cualquier oportunidad para librarse del "caudillo" que ha hecho más que ninguna otra persona viva o muerta para defender el atraso. Pero no, una vez más han manifestado su amor, veneración, gratitud o lo que fuera por el Tata local, Carlos Juárez, el cual, lejos de pedirles perdón por los resultados magrísimos de sus cuatro gestiones anteriores, aludía con cierto orgullo a la miseria ubicua para reclamar, en el estilo ampuloso que es típico de los caciques de su clase, "una reivindicación histórica por el olvido que la ha hecho recogerse en las penumbras del pasado", lo cual, traducido, quiere decir que --los mandamás y sus amigos aparte--, los santiagueños son paupérrimos porque nadie les da limosnas.

Juárez exagera. Aunque Santiago del Estero no puede equipararse con La Rioja, este año ha recibido mucho dinero de Carlos Corach, logro que brinda al Tata el derecho a señalar que él mismo o, si se prefiere, "la política" sigue siendo el recurso económico más importante de su feudo. Pero sucede que la capacidad para mendigar plata fresca en Buenos Aires nunca fue suficiente como para impulsar el desarrollo y en adelante servirá para cada vez menos. Por terrorífica que les parezca la idea, en adelante los santiagueños, como los riojanos, tucumanos y muchos otros, tendrán que aprender a valerse por sí mismos, lo cual es una pésima noticia para aquellos caudillos como Juárez que se especializan en la autocompasión pero que a la larga podría permitir que sus provincias se alejen de "las penumbras del pasado".

La mitad de los santiagueños dependen, aunque sólo fuera psicológicamente, de Juárez y de la misma manera éste depende del presidente de turno. Mientras persista la relación premoderna así supuesta, ni Santiago del Estero ni otras provincias de mentalidad feudal similar podrán adaptarse a las nuevas circunstancias no sólo nacionales sino también internacionales. Para buena parte de sus habitantes ya es tarde para cambiar --son como peones en una estancia abandonada por el patrón-- pero a los demás les convendría entender que si no quieren continuar siendo los más pobres de todos en un país en el que la palabra "interior" se ha hecho sinónimo de "miseria", tendrán que olvidarse de la caridad disfrazada de "reivindicaciones históricas" y empezar a pensar en serio sobre lo que sí podrían hacer para salir del pozo en el que, a juzgar por el voto del domingo, los más están contentos de quedarse.

 

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