The Guardian
de Gran Bretaña
Por Chris Bird
Desde Podujevo
Jelica
Cemburovic tiene 87 años y está esperando morirse. Quiere morir en Kosovo para que la
entierren al lado de su marido en un cementerio ortodoxo serbio en la ciudad de Podujevo,
al norte de Kosovo. Pero a la señora Cemburovic no se le permite vivir una vejez
tranquila y una muerte digna. De eso se hace cargo el odio que sienten los albaneses
étnicos de Podujevo, ávidos de venganza contra la minoría serbia por los horribles
excesos cometidos por las fuerzas de seguridad serbias durante este año de guerra. La
frágil anciana, con ojos azules inflamados y un corazón débil, es el blanco principal
de un grupo de albaneses étnicos armados que ya cometieron demasiados asesinatos contra
los ancianos serbios.
Durante el fin de semana, las fuerzas de paz de la OTAN encontraron a una pareja de
ancianos muertos a disparos en su departamento en la ciudad de Prizen. Presumimos
que son serbios, señaló ayer un vocero de la Fuerza de Estabilización de Kosovo
(KFOR). Lo que caracteriza a estos asesinatos es la brutalidad, destinada a actuar como
ejemplo para los que se niegan a irse. Los medios de Belgrado informaron que una mujer
serbia de 62 años fue encontrada muerta en el pueblo de Landovica, cerca de Prizren, la
semana pasada. Otra anciana fue encontrada muerta a golpes en su baño en Pristina a
comienzos de este mes.
En un informe de este mes que detallaba los abusos contra los serbios y otra minorías en
Kosovo, la organización Human Rights Watch, con base en Estados Unidos, registraba cómo
dos ancianos vecinos serbios fueron degollados en junio. Una de las víctimas, Marica
Stamenkovic, fue encontrada por las tropas alemanas casi decapitada. Las víctimas habían
ignorado las repetidas advertencias de partir, emitidas por los albaneses étnicos que
usaban los uniformes del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK).
Nos sentamos acá, dijo la señora Cemburovic, frente a un plato de nueces
amargas sobre su mesa de comedor. No salimos a ningún lado. Frente a ella
estaba sentada su amiga Jelica Miljanovic, de unos 70 años. Después de recibir varias
amenazas de albaneses étnicos diciéndole Váyase a Serbia, huyó al
departamento su amiga Cemburovic. Son dos de las tres ancianas que no dejaron la ciudad
cuando llegaron las tropas británicas en junio. Luego la ciudad estalló con disparos de
armas de fuego entre las fuerzas serbias que partían con la derrota en los ojos, y los
guerrilleros del UCK de albaneses étnicos que entraron a la ciudad detrás de las tropas
británicas. Ahora, la muchedumbre que llena las calles, las canciones marciales
glorificando al UCK y las banderas rojas albanesas hacen un ruido ensordecedor debajo de
su balcón de concreto.
Cemburovic, la más seria de las dos, dijo que sin la protección de la unidad británica
del Regimiento Real de Fusileros ella no se hubiera podido quedar en Podujevo. Los vidrios
de las ventanas de su departamento que miraba la calle fueron destrozados cuando atacantes
no identificados les tiraron piedras. Se pegó las palmas en las mejillas diciendo que
así era como los albaneses étnicos la habían cacheteado en la calle. El UCK le
dijo a nuestros vecinos que no nos hablaran, dijo. El UCK maneja todo
aquí, dijo. Cuando se animó a ir al correo para cobrar la pensión la semana
pasada, escoltada por los británicos, los empleados albaneses étnicos le dijeron que no
había dinero para ella, por lo que ella culpa al UCK.
Las sonrisas de los niños andrajosos que juegan alrededor de la entrada de su edificio de
departamentos ocultan una malevolencia perturbadora. En las pocas ocasiones que ella sale,
los chicos se pasan los dedos por la garganta para hacerle burla. Un día le
pregunté a una de las madres ¿porqué les permiten portarse así?, dice.
Ella dijo que no lo lamentaba para nada, que los niños sólo estaban
politizados. Creo que alguien los está provocando para que lo estén.
Las relaciones entre las comunidades de serbios y de albaneses étnicos en Kosovo siempre
hirvieron pero a ella todavía le resulta difícil entender el odio que sienten hacia
ella.
Por todo Kosovo, los guardianes de la paz están manteniendo una vigilia similar. Los
guardias irlandeses están parados en la puerta de la casa de mi vecina serbia en Pristina
en un vehículo blindado. Estamos aquí mientras ellos (los viejos serbios) se
quieran quedar, dijo uno de los guardias ayer. Pero muchos están decidiendo
irse. Los funcionarios internacionales se están preguntando cuánto tiempo pueden
darse el lujo de mantener a los serbios y a los gitanos dentro de Kosovo. No se
puede proteger a todos las 24 horas al día, dijo Ron Redmond, vocero del Alto
Comisionado de la ONU para Refugiados (ACNUR) en Kosovo. Hay una cuestión:
¿cuánto tiempo podrán el KFOR y otras organizaciones internacionales brindar este tipo
de protección?.
Redmond estima que unos 180.000 serbios abandonaron Kosovo, de los cuales él cree que
50.000 se habían ido antes de que la OTAN comenzara a bombardear en marzo. Cerca de un
décimo de la población serbia original permanece. Aun cuando quisiera irse, Cemburovic
no tiene adónde. La última vez que vio a sus dos hijos adoptivos fue cuando éstos
fueron a Podujevo desde la capital regional Pristina durante los bombardeos, para ver si
ella estaba viva. Habla vagamente de una pariente en Belgrado. Como sus contrapartes en
Croacia en 1995, los refugiados serbios no son bienvenidos en el norte de Serbia. Mi
marido está en el cementerio, dice la señora Cemburovic. Tengo un lugar al
lado suyo, sólo quiero que me entierren a su lado. Eso es todo.
Traducción: Celita Doyhambéhère
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