Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


LA DRAMATICA HISTORIA DE LOS SERBIOS QUE PERMANECEN EN KOSOVO
Los verdugos ahora son las víctimas

na19fo01.jpg (11760 bytes)

Los pocos serbios que quedan en la provincia yugoslava no tienen adónde ir. En Kosovo son intimidados y atacados por los albaneses étnicos, que quieren vengarse de la limpieza étnica serbia. Y no pueden huir hacia la Serbia Central porque allí tampoco los quieren.


The Guardian
de Gran Bretaña

Por Chris Bird
Desde Podujevo

t.gif (862 bytes) Jelica Cemburovic tiene 87 años y está esperando morirse. Quiere morir en Kosovo para que la entierren al lado de su marido en un cementerio ortodoxo serbio en la ciudad de Podujevo, al norte de Kosovo. Pero a la señora Cemburovic no se le permite vivir una vejez tranquila y una muerte digna. De eso se hace cargo el odio que sienten los albaneses étnicos de Podujevo, ávidos de venganza contra la minoría serbia por los horribles excesos cometidos por las fuerzas de seguridad serbias durante este año de guerra. La frágil anciana, con ojos azules inflamados y un corazón débil, es el blanco principal de un grupo de albaneses étnicos armados que ya cometieron demasiados asesinatos contra los ancianos serbios.
Durante el fin de semana, las fuerzas de paz de la OTAN encontraron a una pareja de ancianos muertos a disparos en su departamento en la ciudad de Prizen. “Presumimos que son serbios”, señaló ayer un vocero de la Fuerza de Estabilización de Kosovo (KFOR). Lo que caracteriza a estos asesinatos es la brutalidad, destinada a actuar como ejemplo para los que se niegan a irse. Los medios de Belgrado informaron que una mujer serbia de 62 años fue encontrada muerta en el pueblo de Landovica, cerca de Prizren, la semana pasada. Otra anciana fue encontrada muerta a golpes en su baño en Pristina a comienzos de este mes.
En un informe de este mes que detallaba los abusos contra los serbios y otra minorías en Kosovo, la organización Human Rights Watch, con base en Estados Unidos, registraba cómo dos ancianos vecinos serbios fueron degollados en junio. Una de las víctimas, Marica Stamenkovic, fue encontrada por las tropas alemanas casi decapitada. Las víctimas habían ignorado las repetidas advertencias de partir, emitidas por los albaneses étnicos que usaban los uniformes del Ejército de Liberación de Kosovo (UCK).
“Nos sentamos acá”, dijo la señora Cemburovic, frente a un plato de nueces amargas sobre su mesa de comedor. “No salimos a ningún lado”. Frente a ella estaba sentada su amiga Jelica Miljanovic, de unos 70 años. Después de recibir varias amenazas de albaneses étnicos diciéndole “Váyase a Serbia”, huyó al departamento su amiga Cemburovic. Son dos de las tres ancianas que no dejaron la ciudad cuando llegaron las tropas británicas en junio. Luego la ciudad estalló con disparos de armas de fuego entre las fuerzas serbias que partían con la derrota en los ojos, y los guerrilleros del UCK de albaneses étnicos que entraron a la ciudad detrás de las tropas británicas. Ahora, la muchedumbre que llena las calles, las canciones marciales glorificando al UCK y las banderas rojas albanesas hacen un ruido ensordecedor debajo de su balcón de concreto.
Cemburovic, la más seria de las dos, dijo que sin la protección de la unidad británica del Regimiento Real de Fusileros ella no se hubiera podido quedar en Podujevo. Los vidrios de las ventanas de su departamento que miraba la calle fueron destrozados cuando atacantes no identificados les tiraron piedras. Se pegó las palmas en las mejillas diciendo que así era como los albaneses étnicos la habían cacheteado en la calle. “El UCK le dijo a nuestros vecinos que no nos hablaran”, dijo. “El UCK maneja todo aquí”, dijo. Cuando se animó a ir al correo para cobrar la pensión la semana pasada, escoltada por los británicos, los empleados albaneses étnicos le dijeron que no había dinero para ella, por lo que ella culpa al UCK”.
Las sonrisas de los niños andrajosos que juegan alrededor de la entrada de su edificio de departamentos ocultan una malevolencia perturbadora. En las pocas ocasiones que ella sale, los chicos se pasan los dedos por la garganta para hacerle burla. “Un día le pregunté a una de las madres ‘¿porqué les permiten portarse así?’, dice. “Ella dijo que no lo lamentaba para nada, que los niños sólo estaban ‘politizados’. Creo que alguien los está provocando para que lo estén”. Las relaciones entre las comunidades de serbios y de albaneses étnicos en Kosovo siempre hirvieron pero a ella todavía le resulta difícil entender el odio que sienten hacia ella.
Por todo Kosovo, los guardianes de la paz están manteniendo una vigilia similar. Los guardias irlandeses están parados en la puerta de la casa de mi vecina serbia en Pristina en un vehículo blindado. “Estamos aquí mientras ellos (los viejos serbios) se quieran quedar”, dijo uno de los guardias ayer. “Pero muchos están decidiendo irse”. Los funcionarios internacionales se están preguntando cuánto tiempo pueden darse el lujo de mantener a los serbios y a los gitanos dentro de Kosovo. “No se puede proteger a todos las 24 horas al día”, dijo Ron Redmond, vocero del Alto Comisionado de la ONU para Refugiados (ACNUR) en Kosovo. “Hay una cuestión: ¿cuánto tiempo podrán el KFOR y otras organizaciones internacionales brindar este tipo de protección?”.
Redmond estima que unos 180.000 serbios abandonaron Kosovo, de los cuales él cree que 50.000 se habían ido antes de que la OTAN comenzara a bombardear en marzo. Cerca de un décimo de la población serbia original permanece. Aun cuando quisiera irse, Cemburovic no tiene adónde. La última vez que vio a sus dos hijos adoptivos fue cuando éstos fueron a Podujevo desde la capital regional Pristina durante los bombardeos, para ver si ella estaba viva. Habla vagamente de una pariente en Belgrado. Como sus contrapartes en Croacia en 1995, los refugiados serbios no son bienvenidos en el norte de Serbia. “Mi marido está en el cementerio”, dice la señora Cemburovic. “Tengo un lugar al lado suyo, sólo quiero que me entierren a su lado. Eso es todo”.
Traducción: Celita Doyhambéhère

 

PRINCIPAL