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Un grupo de investigadores de la Facultad de Psicología analizó qué piensan los alumnos de esa sede sobre sus compañeros, padres, docentes, dirigentes y más. Aquí, una visita guiada a ese mundo. |
Por Javier Lorca ![]() ![]() Profesores y psicóticos. Los docentes aparecen en muchas escenas: son mostrados como aburridos, locos, indiferentes a todo, pesados a los que no se les entiende nada. Hay muchas escenas donde los chicos se aburren en clase; muchas otras en las que un profesor enseña pase lo que pase, porque en la facultad pasa de todo. Entra un perrito, viene un psicótico, un linyera pide cigarrillos. Muchas veces presentan situaciones en las que pasan cosas de lo más estrambóticas y el profesor sigue dando clase, como si nada, dice Fernández. Y Susana De la Sovera, otra investigadora, apunta una contradicción: Los estudiantes piensan que, como están en Psicología y los profesores habilitan espacios para dialogar, no puede ser que exijan el cumplimiento de normas. Creen que tendría que ser todo libre. Cualquier regla de convivencia institucional les parece una muestra de autoritarismo. Lo público se retira. Esa oposición a las reglas provendría de una confusión de espacios públicos y privados. Mercedes López, investigadora, explica: Esto también se ilustra con el traslado de cuestiones de la vida íntima a un espacio público como la universidad. Y, por otro lado, con el considerar a la facultad pública como un lugar donde todo vale. Por ejemplo: en un examen, una alumna a la que le está yendo mal puede decir: ¿Sabe qué pasa, profesora? Me peleé con mi novio. O: Estoy muy movilizada por mi terapia. Argumentos de lo privado aparecen como legítimos para justificar asuntos públicos. Fernández explica: En los últimos años, en la universidad y en toda la sociedad, se produjo una retracción de lo público y una prevalencia de la vida privada. Hay una desvalorización en el imaginario estudiantil de las leyes que rigen a las instituciones públicas. La lógica imperante es, no lo que es correcto o incorrecto, sino lo que me conviene o no me conviene. Pero sin mala fe. Los chicos piensan que es su derecho. La familia Simpson. Hace unos años, el problema de las familias de los estudiantes eran los padres sobreprotectores. Ahora, los padres estántan metidos en sí mismos que tienen respuestas muy arbitrarias, desinteresadas e ilógicas para sus hijos. Son tan arbitrarios en el amor o en el castigo que parece no haber regla dice Fernández. Además, son papás y mamás que no funcionan como modelos éticos: los estudiantes los representan como metidos en pequeñas corruptelas de la vida cotidiana. Xabier Imaz, integrante del equipo, sintetiza: Son padres tipo Homero Simpson. Parejas en conflicto. Cada vez más, aparecen escenas donde se observa la lucha por el poder en las relaciones amorosas. Quién manda y quién no. Las chicas que los acusan a ellos de machistas. Ellos que dicen que las chicas son muy molestas. Ellas pelean por la igualdad. Ellos se sienten amenazados. Las escenas de conflicto de parejas no tienen conflictos sentimentales, sino de género, dice Fernández. Sobre los nuevos lugares del varón, otro investigador, Enrique Ojam cuenta: En las últimas jornadas, se representó una escena de pareja donde el hombre cocinaba y también le daba de comer al hamster. Ella ponía la mesa sólo si tenía ganas. Individualistas y efímeros. Múltiples escenas subrayan la falta de vínculos personales entre los propios estudiantes, el aislamiento y la soledad en la facultad. Todo es individual. Las relaciones que establecen los estudiantes son muy efímeras: cambian de cursada a cursada. Y la facultad no es más, como era hace algunas generaciones, un lugar de fuertes relaciones sociales. Hoy los chicos entran y salen. Sólo pasan, cuenta Fernández. Y López apunta que, en un taller, los chicos decían que la facultad es un lugar de tránsito, como un pasillo en el que ellos se cruzan, donde se saludan pero no saben bien quiénes son, ni qué hacen.
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