Por Nora Veiras Nadie se amilanó por el
viento y la llovizna. El llamado del establishment no es para despreciar. El presidente
Carlos Menem y los tres candidatos con más chances a sucederlo ( Fernando de la Rúa,
Eduardo Duhalde y Domingo Cavallo) se mezclaron en la Noche Ciudadana de Conciencia. El
gran salón del Abasto se llenó de políticos, empresarios y periodistas dispuestos a
recibir el mandato para una transición sin sobresaltos. No al cambio
estructural, no a la devaluación, sí a más flexibilización laboral, sí a
la familia, fue el mensaje que surgió de laconsulta a los invitados/as. Ellos de traje y
ellas con brocatos, lentejuelas, gasas y terciopelos obviaron las diferencias y se
fundieron en convenientes abrazos y besos de ocasión.
La presidenta de la Asociación Conciencia, Silvia Uranga, abrió la rueda de discursos.
Hemos transformado la estructura del país. Nos queda el desafío de la equidad y la
calidad, dijo después de disculparse por el trastorno de las escaleras mecánicas
que habían tenido que sortear las damas y caballeros. El titular de IRSA, Eduardo
Elsztain, quien actuaba como anfitrión, sonreía departiendo en la mesa con Menem,
Zulemita envuelta en un traje de sirena en terciopelo bordó y el asesor
presidencial Jorge Pereyra de Olazábal. El locutor Ari Paluch organizó la sucesión de
exposiciones de los candidatos en orden inverso a la intención de voto que muestran las
encuestas: Cavallo, Duhalde y De la Rúa utilizaron sus cinco minutos en inocuas palabras
de ocasión.
Ahora llega el candidato más querido: el primer plato dijo Paluch lo
suficientemente rápido para evitar el amague de Menem rumbo al escenario.
¿No va a hablar Carlitos? ¿No va a hablar el Presidente?. El
temor empezó a recorrer las mesas y se disipó después de la exquisita ensalada moldeada
de pavo, palta y peras con vinagreta de peras. El encuestador Eduardo DAlessio
subió al escenario y en las pantallas gigantes aparecieron las preguntas que debería
responder la selecta concurrencia.
El 44,6 por
ciento consideró que la falta de empleo es el principal problema social, seguido por la
violencia (28,9).
El 51,5 por
ciento eligió la ética como el principal valor social y en segundo término el respeto
al ciudadano (17,8).
El 55,1 por
ciento se inclinó por la flexibilización laboral como la primera medida a tomar para
solucionar la falta de empleo. Esta es la opinión de un sector, se sintió
obligado a justificar Paluch. La misma pregunta realizada a la sociedad porteña se
dividió en tercios: más capacitación (29 por ciento), más flexibilización (27) y
apoyo a pequeños emprendimientos (26 por ciento).
El 34,4 por
ciento consideró que para bajar la violencia es necesario hacer cumplir las leyes
vigentes y un 30 por ciento optó por normas más rígidas.
El 65,9 por
ciento confesó estar orgulloso de la familia y el 21,9 por ciento de sus principios
éticos. Claro, están todos con sus mujeres, interpretó un solitario
comensal que se desvivía por la atención de las chicas, rubias, flacas y altas que con
soleros de terciopelo negro y guantes de satén blanco servían vino y champaña a
discreción. En la Argentina, la familia es la célula vital de la sociedad,
sintetizó DAlessio y un aplauso inundó el salón.
El 50 por
ciento señaló que salir de la convertibilidad puede provocar una devaluación
incontrolable y para un 30 por ciento desencadenaría la desconfianza de los mercados
externos. El sondeo extramuros dio porcentajes semejantes. Esto muestra la
concurrencia de opiniones entre los dirigentes y la población, concluyó el
consultor satisfecho.
Mientras la periodista Nancy Pazos leía las respuestas de los candidatos sobre libros,
valores y personas admiradas, el aspirante a la vicegobernación bonaerense, Felipe Solá,
pensaba en voz alta: Si me preguntaran a mí, yo diría Bob Dylan, el Che,
Perón...
¿Palito no te marcó? lo azuzó risueño el senador bonaerense
Luis Genoud, mirando de soslayo a Ortega, quien lucía un cabello más renegrido que de
costumbre, cerca de su esposa Evangelina Salazar, siempre con su beatífica sonrisa.
Me agarró crecido zafó risueño Solá y siguió recorriendo mesas cual novio
en su noche de bodas. Su compañero de fórmula, Carlos Ruckauf, fue uno de los pocos
ausentes del oficialismo junto con el ministro de Economía, Roque Fernández. El gabinete
estaba casi en pleno y los señores se regodeaban mirando a la esposa de Mauricio Macri,
Isabel Menditeguy, y a su concuñada, la hiperproducida Mary France. También faltó la
candidata de la Alianza, Graciela Fernández Meijide.
Menem tomó el micrófono y camarógrafos y cronistas se agolparon. Esta es una
Argentina diferente a la de diez años atrás, empezó y un tibio aplauso sonó.
Prometió entregar la banda presidencial el 10 de diciembre y halagó a los organizadores:
Mientras siga una organización no gubernamental como ésta, tengo la conciencia
tranquila porque Argentina será un gran país. La señora Uranga lo sorprendió al
invitar a los candidatos al escenario. Entrenados en la diplomacia de la
política, Menem se dio la mano con Cavallo, brindó con Duhalde y se palmeó con De la
Rúa. Paluch aprovechó para subastar el botellón de champaña Chandon y así abastecer
las arcas de Conciencia para sus obras de educación cívica. Un representante
de Aeropuertos 2000 obló 13 mil dólares por el botellón firmado por el Presidente y los
aspirantes a sucederlo.
Presidente ¿no oferta? lo incitó Andy Kustnesoff de CQC y Menem sonrió
mientras negaba con la cabeza.
Claro, está Ferreira concluyó, irónico, el cronista mientras el titular de
la Oficina de Etica se paseaba orondo por las mesas. Se sabe que lo suyo no es hurgar en
el origen de la fortuna de los amigos.
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