Por Carlos Rodríguez A fines de la década del
veinte, Luis Federico Leloir era estudiante de medicina y su deleite eran los camarones y
los langostinos. Durante un almuerzo con amigos, en el Club de Golf de Playa Grande, en
Mar del Plata, inventó una salsa, mezclando la mayonesa con el ketchup, a la que llamó
golf en homenaje al lugar. Si hubiera tenido la visión comercial de
patentarla, se lamenta ahora en una carta de lectores publicada por un
matutino porteño Alejandra Uriburu, voluntaria de la Fundación Campomar, fundada
por Leloir hace 52 años, aludiendo a la crisis económica que vive la institución. El
problema surgió por la merma del subsidio que aporta el Estado, desde hace 30 años, para
fomentar la investigación científica. El actual director de la fundación, Luis Ielpi,
cuantificó la disminución de fondos: El subsidio que había sido asignado en 1970,
cuando Leloir ganó el Premio Nobel de Química, variaba entre 450 mil y 600 mil
dólares. Este año, el monto aportado por el Estado fue apenas de 190 mil.
El proceso de deterioro comenzó hace tres años, pero en 1999 se llegó a una situación
que Ielpi calificó de muy difícil. Los fondos estatales, sumados a otros
aportes del sector privado, son los que permiten que la fundación pueda permanecer
en funcionamiento, pagándole el sueldo al medio centenar de personas, de
administración y mantenimiento, que compone el personal estable, y para comprar los
insumos necesarios. Los 120 investigadores que trabajan en el Instituto de Investigaciones
Bioquímicas de la fundación son becarios que perciben una remuneración mínima de 714
pesos por mes, abonada por facultades, organismos oficiales y entidades extranjeras. El
trabajo es coordinado por 18 jefes de laboratorio, que también forman parte del plantel
remunerado por Campomar.
El que elige la carrera de investigador científico puntualizó Ielpi
sabe cuáles son los riesgos y las limitaciones económicas que tendrá que afrontar, de
manera que acá ninguno de los becarios aspira a ganar más dinero, pero el problema está
dado por las dificultades para mantener en funcionamiento la estructura de la
fundación. La primera sede del instituto, solía recordar Leloir, funcionaba en una
casa con techo de zinc, lleno de goteras, en Julián Alvarez 1719. Desde hace años está
en Patricias Argentinas 435, frente al Parque Centenario. La parte edilicia mejoró, pero
las dificultades económicas empeoraron.
Uno de los motivos determinantes de la situación, explicó Ielpi, es que con el avance de
la tecnología los elementos que se utilizan para la investigación son cada vez
más sofisticados y la compra de equipos nuevos se torna cada vez más difícil.
Para tratar de capear el temporal, la fundación abrió un sistema de aportes para los
usuarios de tarjetas de crédito. Llamando al número 4867-2992, pueden autorizar el
descuento de un mínimo de tres pesos mensuales, que serán destinados al instituto.
Para mantener el espíritu de transparencia que supo imponer Leloir, se darán a conocer
informes públicos, cada seis meses o un año, para que los aportantes voluntarios tengan
conocimiento sobre el destino que se le dio al dinero donado. Como una forma
de hacer comprender al público en general la importancia del instituto, todos los años
la fundación realiza una jornada denominada Campomar abierto. Este año se
hará el 9 de setiembre y habrá desde visitas guiadas a los laboratorios hasta charlas y
teleconferencias internacionales.
Para dejar bien clara su postura respecto del subsidio, Ielpi precisó que el aporte,
decidido en 1970, se hizo efectivo, hasta hace tres años, a través de un acuerdo directo
con el Poder Ejecutivo. Ahora el tema es manejado por la Secretaría de Ciencia y
Tecnología a través de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica.
El monto de los subsidios se decide por concurso, algo que es mejor que lo que
ocurría antes, aclaró Ielpi. El problema es que el monto de un millón en
total, a repartir entre todos, es muy bajo. Campomar obtuvo el promedio más
alto en el concurso, pero eso significó este año una suma de apenas 190 milpesos.
Esto lo tenemos que compensar de alguna manera, para poder subsistir,
concluyó el titular de la fundación.
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