Por Horacio Cecchi y Eduardo Videla Trajecito de blazer y mini de
terciopelo negro: Samantha Farjat apareció ayer producida para rendir examen y revertir
la imagen ante los jueces que dos días antes la habían reprendido severamente por
alterar el orden en la sala. Ayer fue su turno para declarar en el juicio que la tiene
como una de las imputadas en el caso Coppola II. Y lo hizo durante casi diez horas de
indagatoria. Muy minuciosa, describió cómo después de plantar la prueba para el
allanamiento contra el Conejo Tarantini arribó el cuestionado juez federal de Dolores.
Bernasconi llegó sonriente y nos dijo: `Las felicito, chicas, ya pueden
irse. También relató las presiones y amenazas que sufrió de parte de los ex
policías de elite, y el pago de 1100 pesos que le exigieron. Sólo una vez no pudo
contener su genio desbordante. Fue cuando, lo más sutilmente que pudo, se tomó venganza
contra el ex secretario Roberto Schlagel que el día anterior la había considerado una
prostituta, y deslizó una mención nada sutil de su vida extrajudicial.
Traje negro de terciopelo, medias grises transparentes, zapatos negros de charol de taco
alto y plateado, remera top de hilo de seda gris con lacitos de satén en el escote, boa
de chenille gris abrazándole el cuello, y novio empresario alrededor de la cintura. Así
apareció ayer Samantha. Discutió con la custodia de la sala hasta lograr que su pareja
tuviera un lugar. Si no, no puedo declarar porque me pongo nerviosa, se
plantó. Después, se sentó frente al tribunal, pidió permiso para tener un machete al
que llamó ayudamemoria y se largó a hablar consciente de que todas las
miradas caían sobre ella.
Unas veces con lagunas, otras con detalles, explicó cómo, a partir de la detención de
su ex novio, Héctor Yayo Cozza, el 3 de octubre del 96, entró en
contacto con los policías Dani Diamante, Carlos Gómez y Tony Gerace. Primero, al llamar
al celular de Yayo, que fue atendido por Diamante. Después, con las recomendaciones de
Gómez para que se tranquilizara y fuera a Dolores, donde se podría encontrar
con su pareja detenida. Recordó cómo, junto con su amiga Julieta La Valle, el primer
día de hotel en Dolores lo pagamos nosotras. Después, no sé, habrá sido la
policía, porque yo estaba contra mi voluntad aseguró. Me tenían
secuestrada.
El interés del tribunal giró hacia el motivo del contacto con los policías: Yo
quería que liberaran a mi novio. Ellos nos propusieron en un bar que colaboremos porque
podían detenernos y nos podían colocar droga en cualquier momento. Diamante siempre
decía que tenía 24 muertes y media, porque uno quedó paralítico, y que no le iba a
costar nada agregar dos más. Me tenían secuestrada, dijo en otro
momento, refiriéndose al trío de elite, mientras los ex policías de Bernasconi
sonreían haciendo gestos de no entender nada. La intención de los policías, según
Samantha y coincidiendo con la fiscalía, fue la de plantar drogas para agarrar a
Tarantini. Nosotras decidimos colaborar. Teníamos mucho miedo y no teníamos
opción.
Samantha describió el operativo de plantado de pruebas que finalizó con el allanamiento
del departamento de Natalia De Negri, donde se encontraba Tarantini, y que constituye un
elemento clave en la acusación fiscal. Nos encontramos en el bar de Soler y Coronel
Díaz. Estaban Gerace, Gómez, Oscar Pinco, un periodista que vivía en el despacho de
Bernasconi, alguien que le decían el Chino y Claudio Vega un policía
del equipo. Gómez le dio a Julieta una bolsita de cocaína y a mí tres papelitos.
Los pusimos detrás de un mueble y en un sofá de dos cuerpos, en lo de Natalia. Cuando
llegaba Tarantini, les avisamos y ellos hicieron el allanamiento. A Tarantini lo tiraron
al piso y Diamante lo golpeó mucho. Después le puso un tubito con cocaína dentro del
pantalón, mientras él gritaba que no le pusieran nada, aseguró, mientras Conejo
se retiraba de la sala con los ojos llorosos.
Varias veces, Samantha mencionó a Bernasconi, pero dos o tres le apuntó directamente:
Durante el allanamiento, salimos con Julieta al pasillo.Llegó Bernasconi. Estaba
sonriente y nos dijo: `Las felicito, chicas, pueden irse. La segunda,
correspondió a uno de sus pasos por el juzgado. Nos dijo que faltaba agarrar a
Coppola, que vendía droga al exterior. Después, Schlagel redactó el acta donde
denuncié a Coppola, aunque yo le dije que no me constaba. Igual firmé lo que él quiso
poner y que yo nunca dije. No tenía opción. Otra: Gerace manejaba el auto de
Bernasconi, que venía borracho.
Los jueces también se interesaron por otra presunta prueba fraguada: el caso de Alejandro
Federico, que debía ser contactado por las chicas, pero que nunca fue hallado, y por el
pago de 1100 pesos para comprar pastillas para los operativos y no sé para qué
más. Yo hacía lo que me decían. Si había que pagar, pagaba. Si había que hacer
cualquier cosa, la hacía. Durante la audiencia, al leerse las escuchas telefónicas
al celular de Yayo, en poder de Diamante, en reiteradas ocasiones se sobreentiende que no
sólo con dinero pagó Samantha. El resto: una extensa descripción de presiones
policiales que, según se interpretara, podrían evidenciarse en formas sutiles y no
necesariamente amenazantes: Mi amorcito, Sami, sos lo único
que me importa o te quiero proteger, fueron términos utilizados con
frecuencia por Diamante.
En la mayor parte de las ocasiones, Samantha no fue recíproca, y cuando lo fue, dejó
lugar a que se pensara que, de todos modos, qué otra posibilidad le cabía. Una
evidencia: poco antes de que a Yayo le dictaran la preventiva y cuando su libertad,
prometida por los policías como canje del operativo no se cumplía, se registró un
diálogo. ¿Y lo de Yayo?, preguntó Samantha. ¿Qué Yayo?,
contestó Diamante. ¿Cómo qué Yayo?, insistió indignada. Y él:
Llamáme cuando la cabeza se te enfríe.
Las escuchas del rating Diamante, Gerace y Gómez aparecieron en la habitación del hotel donde se
alojaban Samantha y Julieta, según declaró ayer la primera de ellas. Gómez vino
con una botella de champagne. No queríamos que se quedaran, pero Gerace se quedó a
dormir con ella y yo salí a dar vueltas con Diamante. A partir de entonces, en el
celular de Yayo, pero que estaba en poder de Diamante, se escucharon las más
insólitas situaciones.
¿Estás con tu mujer?, le preguntó Gómez al llamar al celular una mañana,
y refiriéndose a Samantha. ¿Sabés cómo funciona un hidromasaje?, le
preguntó Diamante a su colega. Metéte en el agua y que ella la sople,
recomendó Gómez. Después de un intercambio de opiniones laborales, se oye la voz de
Diamante que insiste Che, Carlitos, o me baño o me ahogo.
¿Hacemos el amor hoy?, preguntó Diamante, otro día. Pero yo pregunto,
¿hacemos todo completo?, insistió. Venite a las 12 y media, una (de la
madrugada), le dice ella. ¿A esa hora? Y ella: ¿No aguantás
hasta esa hora?. Y otro día: ¿Sabés una cosa, te reamo, le confesó
Diamante. Ese osito que me diste no me gustó y casi lo ahorco.
También Diamante pareció revelar un triángulo amoroso cuando en otra ocasión la
transcripción de los diálogos telefónicos no describe palabras sino que simplemente
menciona: Diamante conversa con Samantha con un tono romántico. Después Samantha
le pasa el celular a Julieta La Valle. Diamante y Julieta mantienen una conversación en
un tono similar.
La noche que cambió todo
Un influyente comisario de la Maldita Policía y un abogado
de la SIDE formaron parte de la trama que llevó a Samantha Farjat y Julieta La Valle
hasta el juzgado federal de Roberto Marquevich, en la madrugada del 28 de octubre de 1996,
y permitió la declaración que dio vuelta la historia del caso Coppola. El comisario es
Mario Naldi, jefe de la División Narcotráfico de la Zona Norte. Nos estaba
esperando en la esquina del juzgado, a las 12.30 de la noche, relató la imputada.
El abogado es Guillermo Alberdi, amigo de Héctor Yayo Cozza y portador del
casete donde Samantha y Julieta La Valle contaban las presiones y amenazas por parte del
grupo de elite del juez Hernán Bernasconi.
Grabamos ese casete porque, si nos llegaba a pasar algo, ahí estaba toda la
verdad, argumentó Samantha. Para mayor seguridad, le confió la cinta a Alberdi. El
mayor interesado en ese material, por ese entonces, era Mariano Cúneo Libarona, abogado
de Guillermo Coppola: allí se decía sin medias tintas que la causa contra
Guillote había sido armada por Bernasconi. ¿Cómo le llegó ese material al
abogado? La propia Samantha se cruzó con Cúneo en el programa Hora Clave y
le comentó: Tengo grabado un casete, ponete en contacto con el doctor
Alberdi. Fue el 24 de octubre. Tres días después, las chicas aprovecharon uno de
los pocos momentos en que los policías las dejaban solas: llamaron a Alberdi, que las fue
a buscar a Dolores. Esa misma noche se entrevistaron con Cúneo en la confitería Tabac,
de Coronel Díaz y Libertador. Allí estaba Coco Ballesteros, lobbista y
colaborador del abogado. Después de unos llamados telefónicos, todos partieron hacia San
Isidro.
Naldi los esperaba en las esquina y en el juzgado esperaban dos secretarios. Marquevich
llegó a las 5 de la mañana. Ante ellos, Samantha y Julieta denunciaron que recibían
presiones de los policías de Bernasconi para declarar contra Coppola y Tarantini. Esa
denuncia terminó con Schlagel, Diamante, Gerace y Gómez tras las rejas.
Meses después relató Samantha Diamante la convocó desde la cárcel.
Su abogado me propuso cambiar mi declaración, dijo. Pero las cartas ya
estaban echadas: la joven denunció la nueva presión ante el juez Adolfo Bagnasco.
La guerra, de Mauro Viale al tribunal
Además del enfrentamiento de estrategias de los diferentes
acusados, desde el primer día de juicio se evidenció una guerra no siempre sorda y que
tiene su historia vieja. Guerra extrajudicial, que no compromete definitivamente el futuro
fallo del tribunal, pero que sí empapa el ambiente de la sala y todo lo que la rodea de
un espeso caldo de odios y venganzas. No sólo Samantha y Julieta no se llevan con
Diamante, Gerace y Gómez, ni mucho menos con Schlagel, y viceversa, sino que unas y otros
se encargaron de demostrarlo.
Yo nunca hubiera permitido que en mi casa entrara una prostituta, declaró el
martes el ex secretario. Julieta no soportó el insulto. En la sala se escuchó cuando su
vocecita expresó ¡Enano de mierda!. El presidente del tribunal, Guillermo
Gordo, la reprendió y ella, en voz baja dijo: Es un enano hijo de puta. Gordo
la echó de la sala. Después siguió la fase espejito del baño, con dedicatoria a
Schlagel en lápiz labial. Pero Samantha no había intervenido. Hasta ayer, en que
descargó su venganza: El doctor Schlagel mantenía una relación con un rubiecito
del juzgado, sugirió ella. Un día, este chico se incrustó con su auto en
una vidriera de Dolores y Schlagel lo salvó, le evitó todos los problemas. Bueno, yo por
mi novio hubiera hecho lo mismo.
Cuando Gordo le preguntó quién estaba en la casa de Bernasconi, además del juez, cuando
fue llevada por Gerace, Samantha pensó y respondió: ¿Quién estaba?... el perro y
emmmhhh... el secretario. Pero no todo terminó ahí. Al cierre de la audiencia,
tocaba el turno de las preguntas del fiscal y los abogados. Samantha respondió
prolijamente a las del fiscal, a las de su abogado, y a las del defensor de Emilio Azzaro.
Pero cuando llegó el turno de los letrados de los tres policías de Bernasconi se negó a
responder. Ellos no declararon y no le dieron la posibilidad a mi abogado,
dijo. También hubo para Schlagel: El me faltó el respeto, y no respondió ni
mu. |
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