Por Rodrigo Fernández Desde Moscú La breve cumbre del Grupo de
Shanghai compuesto por Rusia, China y tres repúblicas asiáticas de la ex URSS:
Kazajstán, Kirguizistán y Tayikistán finalizó ayer en Bishkek, la capital
kirguiza, con la firma de una declaración para reforzar las medidas de confianza en los
más de 7000 kilómetros de la ex frontera entre China y la antigua URSS. El presidente
ruso Boris Yeltsin mantuvo un encuentro con su homólogo chino Jiang Zemin, en el que
ambos dirigentes ratificaron su alianza estratégica y criticaron duramente a EE.UU. y a
la OTAN.
Yeltsin había llegado el martes por la noche a Bishkek con ánimos combativos, como él
mismo dijo al descender del avión, dispuesto a pelearse con todo el mundo, y sobre
todo con los prooccidentales. Estos ánimos del presidente ruso se reflejaron en sus
conversaciones con Jiang: condenaron a EE.UU. por lo que calificaron de
hegemonismo, por la guerra de Kosovo y por sus aspiración a crear un mundo
cómodo sólo para ellos. La cita de Bishkek sirvió a Moscú y Pekín para
estrechar su alianza estratégica frente a EE.UU. y al eje que ha creado con Japón y
Corea del Sur.
Ellos no tienen en consideración la tendencia objetiva hacia un mundo
multipolar, señaló Yeltsin, mientras Jiang afirmó que el mundo no está en
calma todavía porque el hegemonismo y la política de fuerza se siguen
practicando con nuevos métodos, como lo demuestra el resurgimiento de lo que
se llama neointervencionismo.
El documento firmado por los cinco presidentes de los países que integran el Grupo de
Shanghai recoge estas ideas al decir que el mundo multipolar es la tendencia general
de desarrollo actual y al criticar veladamente las acciones de la OTAN en Kosovo
señalando que los derechos humanos no pueden ser utilizados como pretexto para
intervenir en los asuntos internos de los Estados. Los dirigentes de China,
Kazajstán, Kirguizistán, Rusia y Tayikistán reafirmaron su voluntad de reforzar la
estabilidad en la región, tomar medidas para regular las fronteras y apoyar los esfuerzos
de los países de Asia Central encaminados a crear una zona desnuclearizada.
Los cinco presidentes expresaron su preocupación por la continuación de los
enfrentamientos en Afganistán, lo que representa una seria amenaza para la
estabilidad de la región y prometieron guardar fidelidad a los principios
universales de respeto a la soberanía, integridad territorial y no injerencia en los
asuntos internos de otros, y luchar contra el terrorismo y el tráfico de drogas.
Esto es realmente importante para los países de la zona, si se toma en cuenta los
problemas que deben enfrentar en sus regiones fronterizas. Los chinos deben combatir el
separatismo de los musulmanes uigures, un pueblo de lengua turca que habita la provincia
de Xinjiang, limítrofe con Kazajstán. Los rusos, que acaban de aplastar una rebelión
islámica en las montañas de Daguestán, comprenden las preocupaciones de Pekín.
Afganistán representa para los países de la zona un doble peligro: por un parte, puede
convertirse en la fuente desde la que penetrará el integrismo islámico en las
repúblicas centroasiáticas y, segundo, es una de las principales rutas por donde entran
las drogas hacia Rusia.
La misma cumbre se realizó en momentos en que el país anfitrión tiene una crisis en la
frontera con Tayikistán, donde un grupo de guerrilleros ha tomado como rehenes a cuatro
geólogos japoneses y al comandante de las tropas del interior del Kirguizistán. Esta
crisis ya le costó el puesto el martes al ministro de Defensa kirguizo, Kirzakán
Subánov. Losguerrilleros, cerca de 200 hombres, aparentemente forman parte de un grupo de
incontrolados que antes pertenecían a la oposición tayika que hoy participa en un
proceso de reconciliación con el régimen de Dushanbé.
La reunión de ayer fue la cuarta cumbre del Grupo de Shanghai. En la primera cumbre,
celebrada en 1996 en la ciudad china que le da nombre, se firmó un tratado para aliviar
las tensiones fronterizas. Ahora la tarea era elaborar mecanismos de control, incluidas
inspecciones militares para verificar cómo se cumplen los acuerdos de reducir las tropas
en una franja de 200 kilómetros de ancho a lo largo de la frontera.
Además de los temas militares (Rusia firmó con Kirguizistán un acuerdo de para venderle
armas y tecnologías de armamentos), los cinco países discutieron algunos temas
económicos, concretamente los planes de Kazajstán de construir un oleoducto de 3000
kilómetros que vaya desde sus yacimientos cerca de la costa del mar Caspio hasta China.
Los rusos, por su parte, están interesados en vender gas natural a Pekín.
MEDIO ORIENTE CERCA DE UN ACUERDO
Que sí, que no, que...
Pareció
que estaba por lograrse, pero al final hubo marcha atrás, y el primer día de
negociaciones entre israelíes y palestinos para reanudar el proceso de paz terminó con
resultados ambiguos. Por un lado, fuentes destacadas de ambas delegaciones afirmaron que
se logró un paquete de acuerdos entre ambas partes, incluyendo un cronograma
para la implementación de las últimas dos fases del repliegue israelí de Cisjordania.
Asimismo, se habría acordado comenzar en setiembre las negociaciones del acuerdo
definitivo de paz. Pero el principal negociador palestino, Saeb Erekat, afirmó ayer a los
medios que no hubo acuerdo sobre ninguno de estos puntos.
Erekat pareció ayer dejar la resolución de estos diferendos en manos del premier
israelí Ehud Barak. Ya no hay nada que discutir, explicó, lo que se
necesita es una decisión política (de Barak). Pero el acuerdo reportado ayer por
fuentes palestinas e israelíes podría ser la base para esta decisión
política. El paquete prevé que el 1º de setiembre comience la
siguiente fase (del 7 por ciento) del repliegue del ejército israelí de Cisjordania.
Como contraprestación, los palestinos aceptarían extender el plazo para el
cumplimiento de la fase final (del 4 por ciento) hasta enero del año que viene. El
problema de la liberación israelí de los prisioneros políticos palestinos, sin embargo,
habría quedado sin resolver ayer. Erekat se reunirá nuevamente hoy con su par israelí
Gilad Sher.
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