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Los misterios del escritor circular

Un ex director de la Biblioteca Nacional se interna en los distintos mundos que vibran en la obra del escritor argentino del siglo.

Idea: “Borges, que es el Aleph, es circular. Desde cualquier punto de la circunferencia podremos acceder al todo. Es por eso que hay infinitos Borges”.

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Por Héctor Yánover *

t.gif (862 bytes) Jorge Luis Borges es importante para los que quieren saber. Para los que no quieren saber, no existió nunca. Desconfiaba del pensamiento rígido, del reglamento, por eso tantos reportajes, para enseñar a dudar y a contradecirse y encontrar un camino propio en medio, a través, con, las contradicciones. Borges es un gran tema para un escritor porque obliga a la inteligencia, a la deducción –como en una novela policial–, al acertijo, a la búsqueda, a la controversia. Como en los grandes libros, el universo está en él, y además Borges. No es para analfabetos, exige perspicacia, sutileza, todas condiciones de las que carecemos pero a las que aspiramos y Borges nos hace creer que las podemos alcanzar, las pone en nuestras manos. Hablar de Borges, como hablar de la Biblia, nos obliga a la revisión del universo. Al inventarlo. Sus temas son la mortalidad, la inmortalidad, el descreimiento, la fe, los libros que son El libro y la necedad como enemigo. Por algo Borges decía que la religión era hermosa porque se basa en el libro, en la palabra, en la lectura de un hombre solo frente a la inmensidad, el terror, la benevolencia.
Rubén Darío son las marquesas, César Vallejo los cholos, Pablo Neruda Cuerpo de mujer o Stalingrado y Borges los tigres, los espejos, las espadas, el laberinto. Pero con todo eso no hacemos absolutamente nada. De lo que se trata es de leer un poema y sentirlo con la piel y con los huesos. Poemas hay muchos. Muchas veces me sorprendo escuchando que citan como ejemplo alguno que no es de aquellos que escribió Dios sino los del oficio, los que cualquier Borges puede escribir (ahora que se han multiplicado) y no Jorge Luis. Estos son los que prefiero: El general Quiroga va en coche al muere, Poema conjetural, Fundación mítica de Buenos Aires, Un soldado de Urbina, A un viejo poeta, Baltasar Gracián, El golem, El tango, Milonga de dos hermanos, Milonga de Jacinto Chiclana, La noche cíclica, Límites, A un poeta menor de la antología, Everness, Spinoza, Poemas de los dones, Cuarteta, Del rigor de la ciencia, El poeta declara su nombradía, Borges y yo, Leopoldo Lugones.

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No se puede dividir a un ser humano y esto ya lo sabía Salomón. Tampoco se puede dividir a un creador y poner aquí la prosa, aquí la poesía. Son convenciones, para poder estudiarlo mejor, pero sería imposible que alguien pretendiera decir que ha leído a Borges, sólo porque ha leído sus cuentos. Borges le debe mucho a Marcelo Abramovicz, a quien conoció en Ginebra y que fue quien les presentó a los grandes poetas del simbolismo y la modernidad: Baudelaire, Rimbaud, y a Rafael Cansinos Assens, un probable lejano descendiente del ultraísmo que él importó al Río de la Plata. Estoy seguro de que estos judíos, que tampoco podemos dividir, le dan, junto con la literatura, su sentido de la unicidad y de esa forma Borges no sólo es judío, sino también griego, escandinavo, celta y vikingo. Y sobre todo argentino, porque ésa es nuestra herencia occidental y literaria que Borges acepta, encarna y lega. La tendencia a dividir pone lo mortal y lo inmortal en distintos lugares y como los pueblos tienden a no pensar aceptan la idea del ser separado. Borges, en cambio, tendía en sentido contrario, a pensar y no sólo a pensar sino a oír, y en primer lugar, a oírse a sí mismo. La Biblia, ése es libro circular que su Abuela Francis Haslam sabía de memoria. Dios, dice, es un libro circular.
Borges ama la circularidad, por eso El Aleph: un punto de la circunferencia desde el cual se puede acceder al conocimiento de casi todo. El Memorioso Funes y El Zahir, son otras entonaciones del círculo. Se puede leer y volver a leer y volver a leer. Borges, que es el Aleph, también es circular. Desde cualquier punto de la circunferencia podremos acceder al todo. Es por eso que hay infinitos Borges y, alternativamente, nos hemos habituado a ellos. Y en cada uno hay una teoría del todo. Como en el cuento del elefante, cada cual descubre su Borges y traza su propia imagen, retratándolo. Es por eso que los trabajos se multiplican: las conferencias, las mesas redondas, las tesis, los artículos, los ensayos, los libros. Y todo es ya un torneo donde el ingenio debe encontrar nuevas formas. Después de escribir esas maravillas que nos arquitecturan, nos dan entidad, nos hace sentir reales y trascendentes, cita a León Bloy: “No hay en la tierra un ser humano capaz de declarar quién es. Nadie sabe qué ha venido a hacer a este mundo, a qué corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cuál es su nombre verdadero, su imperecedero nombre en el registro de la Luz...”.

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Hablar de Borges es como hablar del universo. Yo nací a la lectura con la lectura de Borges, me acompaña toda la vida, él es mi experiencia de lector, mi referente, encarna la lectura y el libro y en el imaginario colectivo él es el autor de todos los libros, no en vano cada tanto entra alguien a las librerías pidiendo los evangelios de Borges.
Y como a la Biblia, también a Borges se lo puede subdividir y estudiarlo en sus infinitas artistas, modos, entonaciones, facetas, rostros. Esta nota podría ser, por ejemplo, sobre Borges cuchillero, sus reivindicaciones del bajo fondo, de los compadres, de sus poetas. Fíjense que en 1929 hace un libro sobre el poeta del suburbio por antonomasia: Evaristo Carriego y muchos años después escribe asombrosas milongas y ese poema arquetípico que es El Tango. Borges y el criollismo. Una reivindicación del lenguaje rioplatense y americano en cuya defensa abre el fuego contra los hispanistas. Pero un criollismo casi hecho de pronto con lo universal, escribe textos que, como él reconoce, se tornan crípticos incluso para él mismo, porque así como se dice que Azorín trabajaba con el diccionario de sinónimos para arcaizar sus textos, así lo hacía Borges con un diccionario de argentinismos. Por eso es que prohíbe la reedición de algunos libros. Hay un Borges esotérico, otro zoólogo, uno mágico, un consumado humorista.
Si tuviese que definirlo de manera que en su presencia no nos sonrojáramos, diría que era un lector. El dice: lector hedónico, un lector que leía con placer, que gozaba con la lectura y que ese amor por la lectura le educó el paladar. Borges educa su pasión por los libros, aprende a leer, lee toda su vida esa pasión no decae. Cuando comienza a escribir, su sentido crítico (“hay que llegar a ser el propio crítico”, le escribe Rilke a Kapus y Borges llega) lo va guiando y a veces bandeando. Es un autodidacta avalorado por un vago bachillerato ginebrino, así deviene ultraísta, simbolista, expresionista, folclorista. Llena de palabras del Río de la Plata sus textos, se enamora y desenamora de las metáforas, odia y ama a Leopoldo Lugones, proclama el verso libre y vuelve a la rima y a los sonetos; se ríe de y ama a su país, está en Sur –y hora la defiende, hora no le gusta–, es Borges y no le gusta, es argentino (y de pronto parece que más que nada) y de pronto parece que no le gusta, habla el español y tampoco. Vive en conflicto, en guerra con sus entrañas. Y lo lee todo y lo procesa en esa máquina maravillosa que hace el mismo artesanalmente.

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Cuando salió el primer tomo de sus obras completas –julio de 1974– 2900 ejemplares más 100 enumerados a mano –donde están todos sus libros hasta El oro de los tigres de 1972– sentí que allí estaba mi biblia de hoy. En primer lugar porque es un libro de libros. Ahí están las obras a las que volvemos una y otra vez, a veces para releerlas y otras para cotejar un adverbio, comprobar un adjetivo, recordar una cita. Aquí están las historias apasionantes del siglo XX. Tienen un solo autor: el espíritu. No el santo, sino el de Borges. Que si todos los hombres son todos los hombres, él más que ninguno. Borges se contradice. Dice lo uno y lo otro. Refleja las idas y vueltas de un ser vivo. Podemos abrirlo en cualquier parte y siempre nos apasionará y siempre creeremos que lo queestamos leyendo no lo habíamos leído antes. Porque cada vez que lo leíamos vamos a entender otra cosa o un poco más o un poco mejor. Porque es un libro circular que podemos terminar de leer y volver a abrir y seguir leyendo y siempre nos ha de asombrar.

* Poeta, librero, ex director de la Biblioteca Nacional.

 

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