Por Cristian Alarcón ¿Doctor, pero qué es
lo que quieren? le preguntó, en el juzgado Federal de Dolores, la defensora del
entonces detenido Alberto Tarantini al secretario Roberto Schlagel, antes de que el ex
futbolista declarase como testigo de identidad reservada en octubre de 1996.
A Coppola dijo ella que contestó el segundo del juez.
El corto diálogo fue apenas una muestra de los detalles que ayer dio en la audiencia oral
por el Caso Coppola II, la abogada Elena Carubín, al contar cómo habría sido presionado
su defendido para que declarara en contra del manager de Diego Maradona. Y ante una
pregunta sutil sobre si hubo insinuaciones para que Tarantini dijera que Coppola era
narcotraficante, la letrada, con el tono de una señora horrorizada, despejó: No se
insinuó. El doctor (Hernán) Bernasconi dijo abiertamente que si declaraba en contra de
Coppola lo dejaban en libertad... Y no cumplió.
La sorna de Carubín al cobrarse ayer el incumplimiento por parte del magistrado de
Dolores a ese canje de declaración por libertad se basó en que después de que Tarantini
finalmente hiciera ambiguas acusaciones de tráfico sobre Coppola, no fue liberado. En
realidad, el juez otorgó la excarcelación. Pero al obtener una recomendación de la
Secretaría provincial de Prevención de las Adicciones para que recibiera un tratamiento,
lo internó compulsivamente en una granja de recuperación en Balcarce. Tarantini pasó
dos meses preso, hasta que la declaración de Samantha Farjat y Julieta La Valle ante el
juez Marquevich desbaratara ante el Tribunal Federal Oral de Mar del Plata las pruebas en
su contra. Ambas reconocieron que plantaron la droga secuestrada al Conejo,
presionadas por el juez Bernasconi, su secretario y los policías Daniel Diamante, Carlos
Gómez y Antonio Gerace.
La cuarta audiencia oral comenzó pasadas las diez con la actuación de Juli,
la última de los siete imputados en declarar. La muchacha reiteró enfundada en un
vestido de lana gris la misma historia contada por Sami, o sea que los
policías las amenazaron para que pusieran la droga, declarasen contra Coppola y tuviesen
cierta amistad amorosa con ellos. La Valle cavó un tanto las sepulturas legales de
algunos implicados y sospechosos: dijo que el día que le entregaron la cocaína para
plantar a Tarantini todos los presentes sabían qué estaba ocurriendo. Hablaba de Gerace,
el policía Claudio Vega, el periodista de Télam Oscar Pinco y el policía Gómez.
Julieta dijo que fue él quien se la dio en un auto fuera de la confitería Nostalgias,
donde se encontraron aquel sábado 5. Me dio primero tres papeles, pero dijeron esto
es poquito, tomá un poco más, diseccionó.
El periodismo, y Pinco en especial, aparecen recurrentemente en las declaraciones del
juicio. El enviado de la agencia oficial estuvo en el departamento de Natalia De Negri,
donde se detuvo a Tarantini a los pocos minutos de que entraran los policías el 6 de
octubre. Pinco estaba como loco llamando por teléfono a todos los medios, no lo
soltó en ningún momento, dijo sobre el rol del cronista. Y la que sumó leña al
fuego mediático fue la abogada de Tarantini: Era como parte del tribunal,
aseguró. Carubín y su marido, el abogado Cosme Rombol son defensores de Conejo desde el
verano de 1996 cuando el mismo juzgado de Bernasconi lo procesó por tenencia de
estupefacientes. Ayer, su relato tuvo de fondo un silencio, producto de la tensión que su
relato logró, al detallar cómo habría sido presionado su cliente, aún en su presencia
y la de Rombol.
Para separar los tantos, para aclarar hasta dónde puede llegar su responsabilidad en las
irregularidades de la causa Tarantini tal como ayer se lo escuchó decir
en un aparente furcio el secretario Schlagel, sobre quien pesan acusaciones que
podrían dejarlo 25 años preso, le pidió, ejerciendo su propia defensa, una aclaración
a la abogada Carubín. Cuando usted habló sobre el cambio de calificación de su
defendido. ¿Estaba yo presente?, preguntó. Carubín terminó aclarando que si bien
él tomó la declaración trucha de Tarantini, fue Bernasconi con quien
conversó la rebaja de pena que recibiría el Conejo a cambio de mentir.
Ayer también declararon Alejandro Melik, uno de los abogados de Guillermo Coppola que
llevó a las chicas a declarar ante el juez Roberto Marquevich, cuando decidieron contar
la trama que hoy se conoce. Y Mariano Cúneo Libarona, quien detalló cómo fue que logró
que las lolitas declararan que las habían presionado. También soportó que a pedido de
Schlagel se escucharan grabaciones en las que habla con Yayo Cozza de salir de
putas y algunas con Samantha, con las que se intentó que flotara el fantasma del
dinero. Al filo de la noche terminó una breve declaración del querellante, Coppola, en
su segundo episodio.
Sexualidad en debate La sexualidad del secretario ha sido asunto del debate oral del caso Coppola
II. Tema tabú, ideal para un escenario donde los personajes del vodevil regresan con el
escándalo a cuestas, apareció el miércoles en la declaración de Samantha Farjat, quien
deslizó que Roberto Schlagel tenía un amorío con un joven rubio de su juzgado, a
título de que a ese chico se le habría arreglado una causa. Fue sutil al no
discriminar con su afirmación: yo por mi novio hubiese hecho lo mismo. No
como su amiga Julieta que ya lo calificó de enanoo mediometro
maldito y ayer cuando le preguntaron por cómo nombraban los policías del caso a
Hernán Bernasconi y su secretario dijo el viejo y el sopeti. Ayer
llegó la desmentida de rigor, sobre la sexualidad. Schlagel pasó al estrado a negar
varias acusaciones. Y en un punto sostuvo que no es ni drogadicto ni borrracho ni
homosexual. Eso sí, con corrección política: soy heterosexual. Si fuera
homosexual lo diría, pero eso no es cierto, y tampoco que tuve una relación con un
empleado de mi juzgado. |
EL ABOGADO CUNEO LIBARONA DECLARO COMO TESTIGO
Le tenía miedo a Dolores
Por Horacio Cecchi
Una de
las incógnitas del caso fue, desde siempre, por qué Samantha y Julieta presentaron la
denuncia que dio vuelta el caso y terminó con la detención de Roberto Schlagel y sus
tres policías de élite, en San Isidro, ante el juez Roberto Marquevich, un domingo a la
1 de la madrugada, en lugar de hacerlo en horario de Tribunales, un día de semana. Las
defensas del ex secretario y los policías braman por lo que creen una declaración
comprada. También sospechan de la presencia del ex comisario Mario Naldi, que acompañó
al grupo hasta el juzgado de San Isidro, como parte de una negociación hasta ahora nunca
comprobada y sólo dicha soto voce. Esa fue la clave de la declaración de Mariano Cúneo
Libarona.
El representante de Guillote como uno de los querellantes fue citado ayer como testigo en
la causa. Cúneo se dedicó a repasar todo el recorrido de la denuncia de las chicas,
desde que Guillermo Alberdi, amigo y abogado de Héctor Yayo Cozza, le
entregó un casete muy importante, donde Samantha y Julieta relataban sus
sufrimientos. El 22 o 23 formulamos la denuncia en el juzgado de Ana Selva,
sostuvo Cúneo. Pero según su declaración, las cosas empeoraron.
Percibimos que estaban trabajando para neutralizar nuestra denuncia. Ese domingo
aseguró el testigo-querellante trabajamos para hacer una autodenuncia pero en
un juzgado de Capital. A lo que le tenía miedo era a Dolores. Ese domingo 27 de
octubre, mientras los asistentes de Cúneo estudiaban el casete, el abogado recibió el
llamado de Alberdi: Voy para allá con las dos chicas, le dijo. Yo no
estaba muy seguro de a qué venían. No sabía si venían ellas, o caía la policía y me
detenía. Ya no sabía qué pensar. Quedaron en encontrarse en el pub Tabac, pero
Cúneo tomó sus precauciones: Llamé a Naldi. Yo lo había visto una sola vez
antes, cuando me pidió asesoramiento por una querella. Le pedí que me protegiera.
También llamó a dos periodistas de televisión para que tomaran imágenes. Ustedes
tienen que entender el momento por el que pasábamos, dijo Cúneo al tribunal.
Finalmente por Tabac aparecieron Alberdi, Samantha y Julieta. Querían ir ante un
juez, aseguró. ¿Por qué a San Isidro?, preguntó el presidente del
tribunal, Guillermo Gordo. A Dolores estaba claro que no respondió
Cúneo. Y a esa hora... Buscamos si había un juez de hábeas corpus. Ana Selva
había estado muy enferma, la descartamos. El juzgado de Instrucción 20, que estaba de
turno, no nos iba tomar hasta el día siguiente. ¿Un juez federal? Estaba de turno
Literas, pero yo sabía que tenía amistad con Bernasconi. No me pareció conveniente. Se
me ocurrió San Isidro, Bergesio, pero estaba de licencia. Después me enteré de que
Marquevich estaba de turno.
¿Lo llamó a la casa? ¿Cómo consiguió el teléfono? preguntó el tribunal.
No me acuerdo, creo que me lo dio Naldi. Lo tenía anotado en un papelito.
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