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Un Congreso moribundo enfrenta
a la Constituyente de Hugo Chávez

Después de que la Asamblea virtualmente lo disolviera, el Congreso venezolano decidió mantener su autoconvocatoria para hoy.

El huracán Hugo a punto de arrasar con el Congreso.
La Asamblea Constituyente tiene carácter “originario”.

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El País de Madrid
Por Juan Jesús Aznárez Desde Caracas

t.gif (862 bytes) El revolucionario proceso de cambios acometido en Venezuela por su presidente, Hugo Chávez, entró en una fase de fuertes turbulencias al romperse la precaria cohabitación entre los nuevos y viejos poderes. El Congreso, prácticamente intervenido la noche del miércoles por la Asamblea Constituyente, nacida de las elecciones del pasado 25 de julio con la misión de redactar una nueva Carta Magna, mantuvo su convocatoria a sesiones para hoy con un asunto de fondo: abordar lo que consideran una usurpación de funciones por la Asamblea. La situación causó la primera queja del Departamento de Estado norteamericano, que dijo ver con “preocupación” el enfrentamiento.
La confrontación de poderes era ayer inevitable sobre el terreno. La Asamblea y del Congreso, elegido en noviembre del año pasado, un mes antes del arrollador triunfo electoral de Chávez en las presidenciales, primero entraron en colisión la noche del martes. Ese día dirigentes del conservador Proyecto Venezuela, de Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y de Copei, democristiano, mayoría en el Parlamento a extinguir, acordaron sublevarse contra la Constituyente, que decretó su cierre técnico al aprobar un proyecto que reduce al mínimo sus funciones. Repentinamente, cuando diputados y senadores parecían haber aceptado unas vacaciones hasta octubre y, concluido el receso veraniego, su definitivo ajusticiamiento institucional, reclaman ahora haber sido vejados y amenazan con reclamaciones ante organismos internacionales.
“Están disolviendo el Congreso y dejándolo virtualmente en calzoncillos pero dicen que está allí, que la Comisión Delegada puede legislar”, protestó con sarcasmo el constituyente de oposición Jorge Olavarría durante la discusión del decreto de emergencia legislativa. “Déjenlo morir en paz, no se ensañen con él. Quieren regalarle una vida miserable con una Comisión Delegada que entre otros atributos tiene el de participar de algún traslado de restos al Panteón Nacional”, agregaba Alberto Franceschi, constituyente de Proyecto de Venezuela. “¡Es un golpe de Estado que Chávez le impone a la democracia a través de su brazo político!”, denunció en la calle César Pérez Rivas, jefe de la bancada de Copei en el Congreso.
La respuesta de los constituyentes leales a Chávez llegó en andanada. “Aquí el golpe de Estado es el hambre del pueblo, el golpe de Estado es la salud del pueblo, es golpe de Estado es la corrupción”, replicó el tribuno Hernam Ezcarrá, presidente de la Comisión Constitucional de la “soberanísima”. Los demás oradores calificaron de alevosa la iniciativa del Congreso porque, en su criterio, es consecuencia de la maquinación, trata de crear una mala imagen del nuevo proceso en el exterior con falsedades, y contraviene el compromiso de pacífica coexistencia de poderes.
La crisis viene causada por un asunto no resuelto pese a su envío a la consideración de la descalabrada Corte Suprema, en una de cuyas salas duerme el sueño de los justos: el carácter originario o no de los nuevos trabajos constituyentes. La Asamblea, controlada por la coalición gubernamental, que ocupa 120 de sus 131 escaños, asumió en el artículo primero del reglamento de funcionamiento su carácter originario, entendido como la capacidad de aquélla de reformar y sustituir a los poderes del Estado y paralelamente redactar la nueva Carta Magna. El Congreso admite el carácter originario de Asamblea en cuanto a la facultad de redactar un texto fundamental originario, partiendo desde cero, y no admite que pueda suplantar a los poderes públicos constituidos ni atentar contra el articulado de la Constitución de 1961, moribunda pero vigente. Aristóbulo Isturiz, vicepresidente de la Asamblea, pidió a los congresistas que no se aventuren demasiado, que no mantengan la convocatoria a sesiones porque “el soberano”, el pueblo, puede cerrarles el paso. “Que ni siquiera lo intenten (reunirse). Y no es una amenaza”, avisó en el pleno que acordó suspender las sesiones del Congreso. Grupos callejeros tocados con las boinas rojas “chavistas” han protagonizado frecuentes algaradas junto al Congreso en exigencia de su disolución, y las invectivas contra sus inquilinos son directas. “Ahí se esconde la cuerda (grupo) de sinvergüenzas y corruptos que han robado al país durante 40 años”, es el comentario dominante. Los parlamentarios de los apaleados partidos tradicionales, a quienes la presidenta renunciante de la Corte Suprema de Justicia, Cecilia Sosa, había llamado traidores días atrás por no haber sabido defender el Congreso cuando fue sometido por la Asamblea, mantienen la convocatoria aunque conocen que encontrarán cerradas las puertas principales del Palacio Legislativo.
“Entraremos aunque sea por una puerta lateral y celebraremos las sesiones en el patio”, dijeron. Vivas no descartó una interrupción forzosa de sus intenciones. “Si esas sesiones no se concretan será sólo por el uso de la fuerza bruta de que dispone el gobierno, bien sea a través de la policía, los militares o las turbas populares”.

 


 

BOGOTA TEME UN EJE DE CHAVEZ Y CASTRO CON LAS FARC
Acusados de simpatía por el demonio

t.gif (862 bytes) Las fuerzas revolucionarias se unen contra Washington. Este es el nuevo temor de Colombia, según fuentes citadas ayer por el diario El Espectador de Bogotá. El surgimiento de un “eje político-militar” entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el presidente de Venezuela Hugo Chávez, y Cuba para evitar la intervención de Estados Unidos en el país. “Cuidado con tener un pequeño Vietnam en nuestras narices, porque en lugar de enviar aviones y soldados se debe dialogar”, advirtió Chávez. Y recalentó el clima en Bogotá al insinuar que no pretende reunirse con los paramilitares colombianos porque sólo reconoce como factores de poder al gobierno y la guerrilla.
“Cuidado con el intervencionismo militar en Colombia. La vía de Colombia es la paz. Y como creo en la paz, estoy dispuesto a conversar con quien sea. Aunque por ahora no con los paramilitares”, repitió Chávez. A través del diálogo con la guerrilla, Caracas pretende contener el derrame del conflicto colombiano sobre su territorio. Estas intenciones han provocado ya un enfrentamiento diplomático con Bogotá, que teme que Chávez dé a las FARC el reconocimiento internacional que pretenden. Ahora, Colombia tendría una nueva preocupación: que Cuba también se acerque a las FARC. Los funcionarios citados por El Espectador aseguran que “Fidel Castro, Chávez y las FARC tienen en común muchas cosas: su distanciamiento de Washington, su simpatía por la guerrilla y la búsqueda de un espacio propio”. Y aprovecharían esa afinidad para “generar inestabilidad política en la región, armar un eje contra Washington para enfrentar una eventual agresión militar y controlar un territorio geoestratégico en el hemisferio”.
“Eso no tiene ni pies, ni cabeza”, retrucó el canciller venezolano José Vicente Rangel. Aunque reconoció que no confía en la capacidad de Colombia para controlar el desborde del conflicto. “Nosotros tenemos desde hace mucho tiempo cerrada la frontera. Ojalá Colombia también cerrara su frontera para que no vinieran factores de violencia a Venezuela”, disparó. Las denuncias de la prensa se conocieron después de que el ex presidente venezolano, Carlos Andrés Pérez, advirtiera que Chávez “pretende el protagonismo en la solución del problema de Colombia”.
El vicepresidente colombiano Gustavo Bell pidió que “la retórica de la humanización ceda paso a los compromisos efectivos”. Pero ayer hubo nuevos enfrentamientos entre la guerrilla, el ejército y los paramilitares. En el departamento caribeño de Bolívar murieron ocho guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN), y los paramilitares derechistas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) sufrieron dos bajas en un combate con las FARC en el departamento de Norte de Santander, en la frontera con Venezuela. Según las autoridades colombianas, los paramilitares y la guerrilla intensificaron los enfrentamientos en esa zona para lograr el control de un estratégico corredor que les permitiría traficar armas y drogas a través de Panamá y Venezuela.

 

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