Pocos
riesgos son más tramposos que ver las partes de las cosas y no el conjunto. Conviene
tenerlo en cuenta al momento de evaluar todo lo generado por el recorte presupuestario en
Educación. Sin ir más lejos, ése es un
primer apunte: el serrucho se aplicó al total de los fondos educativos. No sólo a la
Universidad. Pero ocurrió que tanto la fortaleza denunciativa inicial como la
movilización posterior partieron del ámbito universitario, y entonces el árbol no dejó
ver el bosque. Hubo podas que se mantuvieron, aun después de la "marcha atrás"
en el descuento a los claustros. Y no eran cifras menores, precisamente. Más de 140
millones de dólares en rubros como infraestructura, equipamiento escolar y formación
docente --entre otros--, que el Congreso restituyó cuando la atención estaba centrada
sólo en la Universidad.
Algunas fuentes --oficialistas, incluso-- señalan que el
menemismo cometió la "ingenuidad" de publicitar el recorte en sus peores horas
de debilidad. Los antecedentes, sin embargo, no dejan demasiado espacio para creer en
torpezas. Este gobierno siempre manejó con maestría la operatividad de sus proyectos.
Como quien se sienta a una mesa de negociación a pedir 10, pero sabiendo que su objetivo
es 8. Ahora también tensó al máximo para luego regular, según el principio de acción
y contrarreacción. Las movilizaciones estudiantiles lo obligaron a retroceder en una
parte, cuando lo que está puesto en juego es el conjunto. Y de paso, "gastó"
fuerzas del oponente hasta frenarlas con una promesa (sería obvio detenerse en el valor
que la palabra pública tiene para el menemismo). Si la promesa no se cumple, ¿la
capacidad de movilización será la misma? Algunas pruebas nada lejanas dicen que no. Por
ejemplo, lo (finalmente) ocurrido con la instauración y tarifas del peaje: anuncio a
techo; enorme ebullición vecinal; postergación de los aumentos previstos y al cabo de
pocos meses, silbando bajito, peaje en marcha y tarifas (realmente) previstas. La
respuesta popular no se mantuvo.
Ninguna de estas prevenciones significa subestimar la
capacidad de reacción que demostró la comunidad educativa, y la universitaria en
particular. Más bien todo lo contrario, porque se reveló una existencia de reservas
contestatarias, en sectores populares, que muchos ponían en duda. Pero hay una gran
distancia entre el optimismo a que deja lugar ese dato, y creer que en la correlación con
las fuerzas del modelo éstas sufrieron un golpe importante.
Para transformarlo en mazazo se necesitan herramientas de
atención, movilización y articulación opositora permanentes. Lo cual está por verse. |