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Por Juan Carlos Tizziani Desde Santa Fe El equipo de Antropología Forense logró identificar los restos de dos militantes políticas de los 70 que estuvieron desaparecidas durante veintidós años. Silvia Wollert y Norma Meurzet cayeron el 24 de marzo de 1977, en vísperas de una visita de Jorge Rafael Videla a Santa Fe para festejar el primer aniversario del golpe. Sus nombres reflejan hoy lo más perverso de la dictadura: los jefes militares siempre supieron quiénes eran aquellas veinteañeras, pero ocultaron esa información a sus familias y ordenaron sepultar los cuerpos como NN en el cementerio municipal. La trama salió a luz con un espejo de hermanas: Norma fue identificada cuando los antropólogos compararon sus restos con los de su gemela, Nora Meurzet, quien también cayó en Santa Fe, pero dos meses antes, el 3 de enero de 1977. Silvia compartía un signo característico y congénito --la espina bífida-- con su hermana, Vilma. "Ahora tendrá tumba con nombre, podré llevarle una flor...", dijo Vilma al cerrar la historia y abrir el duelo negado. Tras el informe de los antropólogos, los Wollert y los Meurzet desistieron de las pruebas genéticas y ayer recuperaron los restos de Silvia y Norma, ya con nombres y apellidos reconocidos por la Justicia Federal. Los peritos seguirán hasta hoy la búsqueda de los restos de otros dos militantes políticos, Luis Alberto Vuistaz y Rolando Evaristo Oviedo, que cayeron tiempo antes, en setiembre de 1976. Esa tarea es la más difícil. Exploran un sitio reservado para indigentes en el cementerio de Santa Fe donde fueron inhumados como NN. Trabajan a tientas, porque las fosas que antes se reconocían con letras y números hoy tienen numeración corrida, no quedaron planos, ni se documentó el cambio de catastro. Los familiares velan la labor de los antropólogos, aunque con el correr de los días aumenta la desesperanza. Ya se hallaron los restos de cinco personas, pero no los buscados. Los familiares de Norma Meurzet y Silvia Wollert comenzaron a elaborar su duelo, tras dos décadas de silencio y vacío. "Fue muy terrible enterarme de que había caído un 24 de marzo; ése fue mi gran llanto...", dijo Vilma Wollert, al recordar a su hermana. "El 24 de octubre ya casi sabíamos que los restos eran de Silvia. Como si fuera un símbolo, el 24 sigue estando ahí, tan presente... Ahora la vamos a poder tener a Silvia, en una urna, en un cementerio, como queríamos. Voy a poder llevarle una flor", sollozó. Vilma tenía sólo 13 años cuando desapareció Silvia y los grupos de tareas allanaron su casa en Oro Verde, en las cercanías de Paraná, poco después. Vilma sabe ahora que comparte una característica física con su hermana, tan especial que los antropólogos pudieron identificar a Silvia al comparar sus restos con una radiografía. "Las dos tenemos la espina bífida. No sé lo que es, pero no es común, y es congénito. Con ese dato cotejando placas radiográficas, se demostró que los restos eran los de mi hermana". Los militares siempre supieron en el enfrentamiento de Javier de la Rosa y Güemes cayeron Silvia y Norma, pero negaron el duelo a sus familias. "Esto demuestra lo perverso que fue la dictadura. Esta cultura del silencio, terrible, que sufrimos los familiares. Yo lo viví en mi familia, no se podía hablar y me costó mucho. Pude hacer esta búsqueda por todos los amigos que ayudaron, que estuvieron a mi lado, por mi marido que estuvo apuntalando. Una búsqueda para que mis sobrinos sepan qué pasó con su mamá, que mi hijo sepa qué pasó con su tía. Fundamentalmente es eso, poder saber", dijo Vilma. "Las personas no desaparecen, se mueren y uno cumple con un ritual. Mi resistencia a la palabra desaparecidos me empujó a buscar. Nunca la acepté. Siempre dije que las personas no desaparecen, se mueren, se van, pero no desaparecen. Hay que encontrarlas". Ayer, Vilma pudo llorar a su hermana, ya conoce su destino. Presiones y amenazas para los familiares de las víctimas
Por J. C. T. Ellos velan desde el lunes el trabajo de los antropólogos forenses, aguantan como pueden, hasta[FrontPage Image Map Component] que se esconde el sol. Pero en el ir y venir de cada día, reconocieron a un empleado del Juzgado Federal, Hernán Tripicchio, al volante del auto que los vigiló de cerca. Resistieron al secretario, Miguel Abásolo, cuando los increpó para que se identifiquen. Y vieron cómo la prosecretaria, María Quílici, ordenó a un policía que les pida documentos. Los tres responden al juez federal Víctor Brusa, el mismo que carga denuncias de sobrevivientes del horror, pero ahora ante el Consejo de la Magistratura. Los seguimientos comenzaron el mismo lunes. "Llegamos al hotel, y vimos un 504 que creíamos que era de Inteligencia o de la Policía Federal. Salimos caminando, volvimos a tomar el auto y el Peugeot seguía allí estacionado", dijo Peggi. "El martes nos siguieron todo el día en distintos autos, no a mí, a otras compañeras que fueron a comprar urnas" para depositar los restos de dos militantes políticas ya identificadas, Silvia Wollert y Norma Meurzet (ver nota central). "Fue una cosa terrible. Nos siguió por todos lados con un auto. Nosotros se lo denunciamos a la fiscal (Griselda Tessio), le dijimos: 'esto no puede seguir así'". Peggi señaló al conductor del 504 con nombre y apellido. "Se llama Hernán Tripicchio". Es empleado del Juzgado de Brusa, y sobrino de un vocal de la Cámara Federal de Rosario, Héctor Tripicchio. Los primeros días el muchacho estuvo en el cementerio de sport. Cuando trascendió el hecho, llegó con saco y corbata, después se esfumó. Ella siguió el relato: "El martes vino Abásolo, intentó tomarnos los nombres y apellidos de todos los que estábamos ahí", cerca de la zona delimitada con alambres en el cuadro número 5, donde los antropólogos excavan las fosas en búsqueda de restos, afirmó Peggi. "Nosotros le dijimos que el cementerio era un lugar público, que no tenía ningún derecho a tomarnos los nombres. El sabe perfectamente quiénes somos, qué estamos haciendo, todos somos familiares y mientras no pasemos al lugar demarcado o se interfiera la tarea de los antropólogos, podemos estar acá". Abásolo es el secretario del Juzgado de Brusa, y hasta le molesta que los familiares hablen con los peritos. Claro, él está lejos, muy lejos, de quienes quieren recuperar a sus muertos. ¿Intimidación? ¿Provocaciones? "Maniobras, maniobras burdas", insistió Peggi. "Pero a nosotros nada nos va a hacer retroceder en la búsqueda de la identidad de los compañeros. Hagan lo que hagan. Hemos sobrevivido al horror, mal que les pese a ellos, y creo que actúan como resabios del Proceso que cuesta entender...
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