Página/12 en Francia
Por Eduardo Febbro Desde París Los ecos de lo que la prensa
internacional llama el Russiagate sacuden desde hace varios días las
capitales europeas con el descubrimiento .provocado-. de varias cuentas bancarias en Suiza
con tarjetas de crédito a nombre de Boris Yeltsin y sus dos hijas Tatiana Diatchenko y
Elena Okulova. No se trata de una mera cuenta personal sino de un conjunto de cuentas
bancarias abiertas en un banco de Lugano cuyo propietario es una empresa de
Massagno que pertenece a la ex mujer de un antiguo banquero que hoy forma parte de la
empresa Mabetex, la principal heredera de los grandes contratos del ramo de la
construcción y otros sectores encargados por el Kremlin. Según confirmó a Página/12 el
fiscal suizo Jacques Durcy, la aparición del nombre de Boris Yeltsin en persona no es un
rumor sino una realidad que se cifra en un empleo modesto pero concreto de tarjetas
American Express.
Las repercusiones del escándalo son tanto más profundas cuanto que, en primer lugar, se
suman a las revelaciones hechas el fin de semana pasado por la prensa norteamericana sobre
el blanqueo del dinero proveniente del FMI en bancos norteamericanos -.200
millones de dólares según el Wall Street Journal; y en segundo lugar porque la
existencia de fondos negros colocados en Suiza confirma la persistencia de una red mafiosa
ligada al clan del presidente que, según fuentes suizas y francesas, entre 1993 y 1999
organizó una fuga de capitales de 140.000 millones de dólares manejada por ex miembros
del KGB y la oligarquía de la administración yeltsiniana. En tercero y último lugar
está el tema de la misma legislación rusa, que prohíbe que un presidente tenga cuentas
abiertas en el extranjero a su propio nombre. Jacques Durcy dio también crédito a las
informaciones que circulan desde el principio de la semana y según las cuales no sólo
Yeltsin y sus hijas tenían tarjetas de crédito sino, además, muchos dignatarios del
poder ruso. El caso se complica aún más cuando se sabe el origen del descubrimiento. La
Justicia suiza, concretamente Carla del Ponte, la fiscal general de la Confederación
Helvética y hoy fiscal del Tribunal Penal Internacional de La Haya para los crímenes
cometidos en Ruanda y en la ex Yugoslavia, abrió el año pasado una investigación
oficial sobre delitos de corrupción que implican a miembros del Kremlin. Es precisamente
en el seno de esa investigación que los nombres del presidente y de personajes de su clan
aparecieron por primera vez a mediados de esta semana. Dicho trabajo judicial no está
exento de intenciones políticas ya que fue el mismo Kremlin el que solicitó a Suiza que
husmeara por ese camino.
Varias fuentes judiciales de la Confederación destacan que esas informaciones circulan
hoy a la luz pública porque algunas manos del Kremlin entregaron los papeles a la
prensa en el marco de la ardua lucha por el poder en que está sumida la dirigencia
rusa de cara a las próximas elecciones y, sobre todo, a la sucesión de Yeltsin. Abuso de
poder, fraude, desvío de fondos, son algunos de los cargos que se manejan hoy. Los
nombres que aparecen detrás concentran a las personalidades más cercanas a Yeltsin,
particularmente Pavel Borodin, la eminencia gris del Kremlin y gerente del poderoso
Departamento de Asuntos Económicos de la administración presidencial.
Pero el nido de la corrupción se sitúa en torno de la empresa Mabetex y su director,
Baghjet Pascolli. Esa sociedad ganó la licitación para la renovación del Kremlin y es
esa misma empresa la que habría emitido las tarjetas de crédito a nombre de Yeltsin y
sus buenos amigos como Pavel Borodin. Este protegido personaje del mandatario ruso usó la
tarjeta porun valor de 60.000 dólares, poco comparado con el millón de dólares que
Mabetex pagó a Yeltsin y que figura con todas las letras en los libros de contabilidad de
la empresa. Los suizos alegan, sin embargo, que esas investigaciones no pueden tener
consecuencias penales para los interesados ya que la corrupción de los funcionarios
extranjeros no constituye un delito en la jurisprudencia helvética. Sin embargo, al
igual que en EE. UU., lo que sale al desnudo es el trabajo colosal que realizó la mafia
rusa bajo la administración de Yeltsin. Por esta razón los suizos bloquearon muchas de
esas cuentas. Entre ellas figura la del director de la compañía aérea Aeroflot, Valeri
Okulov, el mismísimo cuñado de Yeltsin. Las redes se extienden aun hacia nombres como el
de Oleg Soskovets, ex viceprimer ministro ruso con cuenta abierta en Suiza. La
Confederación Helvética lleva a cabo dos investigaciones paralelas: una en Lugano y todo
el Tessino que concierne a la empresa Mabetex, a Yeltsin, a sus dos hijas y a una
docena de dignatarios allegados al círculo presidencial y otra a nivel nacional
dirigida por Daniel Devaud que atañe al conjunto de las cuentas abiertas en Suiza por
miembros de la mafia rusa. Si el caso de las tarjetas American Express a nombre de Boris
Yeltsin puede resultar al final anecdótico, el de las cuentas de la mafia lo es menos ya
que en este contexto se prende una dimensión política internacional debido a las sumas
en juego -.más de la deuda argentina-., su origen, corrupción y préstamos del Fondo
Monetario Internacional y los circuitos de lavado de dinero. En Francia trascendió que
fueron tanto los servicios especiales de Gran Bretaña y de París los que advirtieron
primero el vals de los millones: 10 millones de dólares que luego fueron
recalculados en 140 mil millones. Además de los bancos suizos, las otras
instituciones financieras implicadas son de talla y renombre mundial como es el caso del
Bank of New York. Con cuenta abierta en ese banco, la empresa rusa Benex, ligada al
mafioso ucraniano Semion Muguilevitch y dirigida por Peter Benex. Un total de ocho
empresas pantalla participaron desde 1993 en la fuga de capitales más colosal de la
historia. Esta representa nada menos que el 40 por ciento del presupuesto nacional de
Rusia. La guerra entre el alcalde de Moscú, Yuri Luzkhov, y otra de las eminencias del
Kremlin, Boris Berezovski, explicaría une buena parte de estas repentinas y detalladas
revelaciones.
Según los analistas franceses, el Kremlin hace todo lo posible para minar la alianza
política de Luzkhov con el ex primer ministro ruso Evgueni Primakov. Unos y otros se
acusan mutuamente no sólo de ser los mafiosos sino de haber entregado al mundo una
falsa verdad. Así, el clan de Yeltsin asegura que el intendente de Moscú está
íntimamente ligado al mafioso ucraniano Semion Muguilevitch, implicado en el escándalo
del lavado de fondos del Kremlin a través de la empresa pantalla AFK Systema,
curiosamente creada por el mismo Luzkhov. Pero el intendente de Moscú cambia la
dirección del dedo y acusa al Yeltsin de ser un íntimo de Semion Muguilevitch por medio
de Boris Berezovski y de su nuevo aliado en la lucha por el poder, Lev Tchernoï, uno de
los reyes del aluminio ruso. Según Luzkhov, este personaje habría montado varias
empresas en Suiza para sacar fondos del país.
Expertos franceses en montajes financieros estiman que la enormidad de las sumas en juego
deja pocas dudas sobre la existencia de una suerte de mafia planetaria que va desde
la Cosa Nostra hasta la mafia rusa, cuyo trabajo consistió durante muchos años en
vaciar de fondos al país. Los nombres citados bastan como prueba. El de Semion
Muguilevitch resulta el más transparente: naturalizado israelí, este personaje dirige
una de las mafias más poderosas de la ex URSS.
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