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River consiguió una holgada victoria en La Plata jugando durante largos minutos del segundo tiempo un fútbol de muy buen nivel. Merecida victoria que incluso puso ser más amplia por lo producido durante ese lapso, en el que combinó la excelencia futbolística con la contundencia. Sin embargo, el desarrollo del partido durante una hora de juego no anticipaba ese desenlace: Estudiantes se cayó verticalmente tras los dos primeros goles del equipo de Ramón en menos de cinco minutos de los 12 a los 16 del segundo que coincidieron con la expulsión de Testa, y a partir de ahí ya no hubo partido. Lo que había habido hasta entonces había sido parejo y feo, muy corrido y peleado. En ese lapso Estudiantes pudo desequilibrar tuvo un penal a favor y no supo. Después, River, que tiene con qué, lo pasó elegantemente por encima: Pablo Aimar y Javier Saviola dieron un concierto de fútbol ofensivo. Gracias. Lo del principio no fue para agradecer. Impreciso, muy corrido, el partido se jugó al ritmo de Estudiantes, que pobló el medio de trabajo y más trabajo y empujó. Y casi se encuentra con el gol a través de un penal que Giménez le dio por infracción de Yepes a Quatrocchi en el forcejeo de un córner (que casi nadie vio). El mismo Quatrocchi hizo la gran Palermo y se salvó Bonano. A River, que inauguró de salida a Coudet por derecha y a Escudero por izquierda y a Ramos marcando lateral diestro, le costaba llegar porque los que saben no la tenían seguido. Así, recién cerca de la media hora Aimar y Saviola mediante tuvo su oportunidad en los pies del más chico de todos, al que Andersen le atajó una pelota imposible. Sin embargo, en los últimos quince fue Estudiantes el que terminó mejor: después de varias aproximaciones, hubo una muy buena media vuelta de Yaqué previa dormida en el pecho que se fue apenas afuera. Y se acabó. Y se acabó Estudiantes. Porque en el complemento River lo arrasó con fútbol. A los doce, Aimar, por izquierda a la altura del área grande, frenó y la tocó entre dos para Saviola, que recibió en posición diez y midió el tiro, de derecha, suave, a la izquierda del arquero. Golazo por la sutileza. A los trece lo echaron a Testa por pegarle al recién ingresado Placente y Estudiantes empezó a derumbarse. A los dieciséis, Saviola hizo todo solo: primero Quatrocchi, después Andersen, y definió con el arco todo para él: habría que regalárselo. El partido estaba psicológicamente terminado. Y a los 25 llegó el tercero. Aimar a Escudero; éste para Angel, de primera a Saviola, quien puede patear pero se la da -de primera a Aimar que define (de aire). Después de eso hubo dos hermosos goles más: el zapatazo impresionante de Romagnoli de 30 metros, que se mereció otro partido para poder celebrarlo, y la joyita de Angel, que recibió de espaldas, la levantó de revés y definió de volea. Con el triunfo, River quedó primero hasta hoy con diez puntos en cuatro partidos y pone presión a San Lorenzo y a Boca. Pero no es cuestión de puntos sino de juego: anoche dio gusto ver jugar a esos pibes. Nada menos que eso.
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