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La Secretaría de Cultura de la Nación anunció esta semana con bombos y platillos los ganadores del Gran Premio Internacional Jorge Luis Borges. El premio es habitualmente de 50.000 dólares en cada rubro (poesía y prosa), pero los jurados decidieron que en ambos casos fuera compartido, de modo que los ganadores se llevaron 25.000 dólares cada uno. Los elegidos fueron Luis Cano (por Campo secreto) y Gladys Harregui (por Poemas a medianoche) en poesía, y Oscar Mareano (venezolano, por Lo que Francois Villon no dijo cuando bebía) y Santiago Sylvester (por ¿A mi hotel o al tuyo?) en cuento. Los jurados fueron, para poesía, Gonzalo Rojas, Leónidas Lamborghini y Joaquín Gianuzzi. Para cuento, Abelardo Castillo, Héctor Tizón, y Augusto Monterroso. Con el autor Santiago Sylvester acaba de estrenarse una controversia. Porque Sylvester es el esposo de Leonor Fleming, encargada del área Libros e Industrias Culturales de la Secretaría de Cultura de la Nación, y responsable de la organización del premio. Y si bien no hay ninguna cláusula en las bases que impida la presentación de familiares o personas cercanas a la organización, es por lo menos una decisión curiosa que Sylvester haya decidido presentarse y otra, no menos llamativa, que lo hayan premiado. Abelardo Castillo, uno de los jurados, no puede salir de su asombro por el modo en que se desencadenaron los hechos. En un sentido, el concurso fue normal, narró a Página/12. El premio fue leal: los sobres se abrieron como tenían que abrirse. No hay nada objetable en el sentido formal: nadie sabía quién era quién, los textos siempre se manejaron con seudónimos (el de Sylvester era Sylverstein). No hubo presiones de ningún tipo. Obviamente, Castillo ignoraba que el ganador era el esposo de Fleming. Sin embargo, cuando se abrieron los sobres me dijeron es el marido de Fulana de Tal. Y ahí empecé a sentirme molesto porque de alguna manera obligaron al jurado (o a mí) a considerar a alguien que, si el concurso hubiera sido con nombre y apellido, no debería haberse presentado. Y esto por una cuestión de ética, no por una cuestión legal: nada le prohibía presentarse. Es más: el libro merece el premio, tiene valor. Para mí tenía más valor el del venezolano, que fue el que yo voté. Pero de cualquier modo en ese sentido es legítimo. Pero, por supuesto, el resultado puede suscitar suspicacias. Tampoco había cláusulas que dijeran que no podía presentarse María Kodama, pero, quiero decir, si María Kodama gana el premio Borges, por más que su trabajo sea excelente, ¿cómo evitar las dudas acerca de la legitimidad?. Castillo cree que para este premio, que es internacional y además depende de un organismo del Estado (no se trata de un premio de una editorial privada), tendría que existir una cláusula fija que contemple estos casos. Las bases son, por lo menos, imperfectas. En el concurso participaron nicaragüenses, cubanos, mexicanos. ¿Cómo se les explica que el premio no está arreglado? Porque no lo está, pero teniendo en cuenta que el ganador es argentino y marido de la organizadora, es muy difícil que esta gente te crea. Hay que salir a dar explicaciones. Es, en fin, una situación incómoda. En mi opinión, Sylvester no tendría que haberse presentado.
LA OBRA PORNOGRAFIA EMOCIONAL Por Cecilia Hopkins Ganadores
del último Estrella de Mar por su espectáculo Mujeres de carne podrida,
Matías Méndez y José María Muscari (dramaturgista y director respectivamente)
estrenaron este año Pornografía emocional, su nueva producción. En un amplio galpón,
en pleno barrio del Abasto, (La Almohada queda en Sánchez de Bustamante 728) y con
entrada a la gorra, un grupo compuesto por 26 actores ofrece dos funciones los sábados (a
las 21 y 23) y una los domingos, a las 21. El funcionamiento de la compañía se
caracteriza por una voluntad a toda prueba: durante la temporada pasada, el elenco
concurría en patota a los grandes estrenos de la calle Corrientes como los personajes que
por entonces interpretaban para volantear y así difundir sus actividades. Esta
metodología les ha reportado un éxito arrollador: media hora antes de cada función, la
cola de la gente da la vuelta por la esquina de Guardia Vieja.
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