|
Por Mempo Giardinelli Desde Caracas Entramos al Palacio Miraflores, en el centro de Caracas, con la sensación de prisa que siempre se tiene cuando se va a entrevistar a un presidente. Nos condujeron, al escritor mexicano Carlos Monsiváis y a mí, por un largo corredor del precioso palacio construido en 1893, y al final nos atendió, con café y sonrisas, un joven teniente coronel. De apellido Alcalá, de 37 años, se presentó como el edecán del presidente y nos hizo varias preguntas sobre literatura. No había nadie alrededor. No sonaban teléfonos. Luego llegamos a una sala presidida por un enorme retrato de cuerpo entero de Simón Bolívar, y allí estaba Hugo Rafael Chávez Frías, un cuarentón simpático, orgulloso de ser provinciano, padre de tres hijos (de dos matrimonios) y ya joven abuelo. Dos horas después, parecía que él no quería dar por terminada la entrevista. Habló sobre todo, no eludió ninguna pregunta, y hasta se permitió alguna broma sobre la mano peluda que me habría entregado el Premio Rómulo Gallegos en 1993. Le dije que fue el presidente interino Ramón J. Velázquez, un distinguido historiador que gobernó sólo nueve meses. Dijo que era el más respetable de los hombres del sistema que el chavismo vino a sustituir. Declaró que duerme sólo cuatro o cinco horas diarias, que le encanta jugar al béisbol (es un pitcher zurdo natural, y practica todos los mediodías en una cancha a varias cuadras del Palacio), y que adora pintar. Inicia el tuteo a los dos minutos, y aunque uno se sostiene en el protocolar y distante usted, Chávez no dejará de tutearnos. Pero no luce demasiado confianzudo. Se lo ve mucho más serio de lo que parece y realmente sea impostado o verdadero lo que menos parece es militar. Y sin embargo, a su alrededor todo es uniformes y los rojos Húsares de Páez andan por doquier. Él mismo da comienzo a la entrevista, cuando ve que enciendo el grabador y comenta: Seguramente me va a preguntar sobre los partidos tradicionales y le diré que ellos sí fueron tiranos disfrazados de demócratas. No pensaba empezar por allí. Su popularidad es inmensa pero es como si un fantasma recorriera América: el de la desconfianza. ¿A qué lo atribuye? Yo de afuera no siento acoso. Siento que hay ignorancia, o desinformación. Hay gente que puede creer, con inocencia, en la mala información. Somos víctimas de estrategias goebbelianas de desinformación y eso es evidente. Se ha escrito desde Londres, o desde Madrid, o por Internet, que somos guerrilleros horribles tomando el poder en Caracas. Han dicho que yo venía por el Amazonas o el Orinoco en un barco a tomar el poder. Y hablo de diarios importantes, que han creído esos cuentos y dicen que aquí hay una especie de Idi Amin Dada caribeño. Pero en el llamado mundo global, la interacción se dice inevitable y las presiones no deben ser sencillas. Sí, pero eso no es ahora el principal palo en la rueda que nos ponen. Yo voy a cuanto país me invitan, visito presidentes, viajo todo lo que sea. Y así me voy haciendo entender. Democracia es también cuidado de las formas. ¿Como cuida usted las de Venezuela, en la medida en que tiene al Parlamento y a los dos partidos tradicionales en contra? Se lo pregunto porque hay urgencias visibles en su país, que pareciera que no pueden esperar. Hay hambre y desempleo. ¿Cómo harán para no saltarse las formas y mantenerse en democracia, avanzando a la vez en lo que ustedes llaman revolución pacifica? Primero que nada, hay que tener una férrea convicción democrática, personal, íntima y profunda. Y yo la tengo. Esto es lo prioritario, está enraizado en mí. Creo en la democracia, pero atención, no todo es forma, también hablemos de fondo. Porque en este país, chico, los partidostradicionales siempre cuidaron las formas pero robaron y robaron, y nos dejaron un caos social y económico monstruoso. Bueno, nosotros vamos a cuidar las formas, sí, pero sin olvidarnos del fondo de las cosas. No le tiran con flores. ¿Aguantará? Nadie tiene por qué dudar de nuestra buena fe. No hemos engañado a nadie, y menos a nuestro pueblo. ¿Que somos populistas? Bueno, las etiquetas no nos importan. Que nos juzguen por los hechos, y ahí están las libertades y garantías públicas intocadas. Creemos en ellas y las mantenemos por convicción y no, como se hacía antes, por conveniencia. Aquí no hay presos ni perseguidos políticos. No hay ningún medio clausurado y ni siquiera bajo presión. Que nos investiguen, vamos, que hagan y digan lo que quieran que nosotros garantizaremos la libertad de expresión incluso hasta el abuso. Que oiga el que tiene oídos y que vea el que tiene ojos. Y ya. Suena un poco soberbio. Es que usted no se imagina lo que era esto. En 1946 los Adecos (partidarios del Partido Acción Democrática, socialdemócrata) llamaron a una Asamblea Constituyente pero disolvieron el Congreso, disolvieron la Corte Suprema, cerraron diarios y nombraron censores de prensa. Nosotros no hemos hecho ni vamos a hacer nada de eso sino todo lo contrario, pero nos acusan todos los días de tiranos. Es de mala fe que nos quieran correr por ese lado. Da la impresión de que su lucha es sobre todo política con los que ya no están. ¿Como imagina el futuro, sobre todo en términos económicos y sociales? Primero déjame terminar con la descripción, porque nos dejaron un país quebrado. Te juro que es inimaginable el desastre en que dejaron a Venezuela. Y es por eso que para nosotros la variable política es más determinante, hoy en día, que todas las variables económicas. Convengamos en que es un discurso extraño para la época, Presidente. Bueno, pero es que tenemos que vernos en la circunstancia en que estamos, ¿no? Ortega y Gasset hablaba del hombre y sus circunstancias, y nosotros queremos extender la idea a lo social, porque aquí es prioritario modificar y resolver lo institucional. Porque aparentemente en 40 años no hubo problemas institucionales en Venezuela, y sin embargo el caos económico-social fue total. Hay causas estructurales profundas y primero pasan por resolver lo político como única vía para resolver lo económico. ¿Cuáles serían esas razones estructurales? Yo comparto la tesis de Carlos Mathus, a quien he leído bien, en el sentido de que el componente jurídico-político es como este vaso de vidrio (alza el que tiene sobre la mesa): es un recipiente. El componente socioeconómico sería entonces el agua: el contenido. Y el componente ideológico es todo lo que está alrededor y en el aire. Bueno, créeme que aquí se rompió el vaso. Y cuando se te rompe el recipiente, entonces todo el contenido se te derrama. Le pongas lo que le pongas, se derrama. Esto significa que ya no hay estructura política-institucional, ni mucho menos moral. Se derrama todo. Entonces lo primero es arreglar el vaso. Pero Venezuela tiene urgencias atroces. ¿Cómo las va a contener? ¿Descarta reprimir? Estamos trabajando en todos los frentes, pero de lo que hablo son de prioridades que van parejas. Fíjate que Caldera tuvo siete planes económicos y ninguno funcionó. Fracasaron todos. Y nosotros también vamos a fracasar si no cambiamos la institucionalidad política. ¿Pero cual es el plan económico de su gobierno, por ejemplo? Nuestra estrategia económica y social nos impone mirar lo que sucede en nuestras calles, pero a la vez llevar adelante un ajuste de variables y sobre todo de contención del déficit fiscal. El proceso político es muy veloz, endemoniadamente veloz. En cambio el proceso económico es siempremás pastoso, más complejo. Y como aquí todas las variables se rompieron, pues debemos trabajar a marcha forzada en todo a la vez. Insisto: ¿con qué medidas concretas? En lo macro-económico, bajamos la inflación al mínimo en 10 años: estamos en 11.1 por ciento acumulado y venimos de 40 por ciento el año pasado. Llegaremos al 20 por ciento a fin de año. En cuanto al déficit fiscal, lo recibimos en el 8 por ciento y ya lo bajamos al 4 por ciento y quizá resulte menos gracias a la elevación de los precios petroleros. Que tienen que ver con nuestra política, también, porque nosotros promovimos con Arabia Saudita y con México un recorte de la producción para recuperar el precio internacional. Era de siete dólares y ahora está en trece dólares promedio, y eso es muy bueno para nosotros. También hay que ver las tasas de interés, porque en economía no hay milagros. Aquí llegaron a ser del 120 por ciento y ahora, con absoluta libertad bancaria y cambiaria, el Banco Central acordó con la banca privada y estamos en tasas del 29 y 30 por ciento. Y eso sin decretar la emergencia nacional, que yo como presidente hubiera podido hacerlo. Y sin guerra de precios, sin control de cambio... Y después me acusan de dictador. ¿Alguna vez se imaginó que estaría aquí, en la presidencia y en el poder? Espera, déjame decirte que también han crecido nuestras reservas internacionales, y eso quiere decir que hay inversión. Tenemos completa estabilidad cambiaria y absoluta libertad de mercado, y la fluctuación de la paridad Bolívar-Dólar está bajo control. Nuestra situación es grave, pero en el tablero económico en este momento no tenemos luces rojas. Sin embargo la situación social es explosiva. Tienen un tremendo desempleo y una criminalidad realmente extraordinaria. Es verdad, y también estamos trabajando en eso. Tenemos una serie de iniciativas que se dirigen a contener esa situación. Pero es que Venezuela es como un motor fundido, chico: el coche ya no te arranca y entonces tienes que arreglarlo. ¿Por dónde empiezas? Bueno, le vas limpiando las bujías, le cambias la batería, arreglas los pistones, quitas las correas en mal estado, en fin, y tienes que hacerlo todo para que el motor vuelva a funcionar. Nosotros no queremos una economía estatista, quede claro, pero sí queremos un Estado que motive a la producción. Aquí hay que motivarlo todo: la agricultura, la pesca, la pequeña y mediana empresa, hay que crear alternativas petroleras como el uso del gas, el desarrollo petroquímico... Y en eso estamos: hemos lanzado cantidades de iniciativas. ¿Y hay ya algún síntoma de reactivación concreto? Claro que sí. La industria de la construcción, por ejemplo: terminaremos 30 mil viviendas para fin de año. Se reactivaron autopistas y otras obras que estaban paralizadas, y todo en acuerdo con empresas privadas. Nosotros estamos acá para estimular, para proponer iniciativas. ¿Qué relación tuvo o tiene con sus colegas Seineldín, Aldo Rico y en general con los carapintadas de la Argentina? Sólo recibí sus saludos, hace años. En su momento ellos manifestaron simpatía por nuestro movimiento. Pero eso fue todo. Yo sé que algunos lo usan en contra de nosotros y a veces eso me resulta algo incómodo, ésa es la verdad. Pero ya estamos acostumbrados. También me quieren asociar a Fidel Castro, a Perón, a Franco, a Hitler, a Idi Amín... Los carapintadas me buscaron, es cierto, pero yo no tengo idea de qué quieren ni de cuál es su proyecto. Que quede clara una cosa: yo me negué siempre a ser identificado como carapintada venezolano. No hay similitudes. ¿Por qué cree usted que los opositores no comparten sus propósitos? Habría que preguntarles a ellos, pero yo creo que perdieron sentido de la realidad. Los políticos tradicionales, los viejos dirigentes, el sistema clientelista de los partidos que se repartían el poder, sencillamente perdieron la brújula y hoy son cáscaras vacías. Sus propiasbases, de los adecos y de los copeyanos (por el partido Copei, democracia cristiana), votaron masivamente por mí. Su base de sustentación política es lo que se llama el Polo Patriótico, que es una especie de alianza de gobierno. ¿Ya tiene pensada alguna forma de organización partidaria propia. No, para nada. El Polo es un movimiento, un espacio de participación, y así funciona muy bien. No creo en la necesidad de un partido; prefiero un espacio de convergencia en el que se puede discutir, disentir. Cuesta creer que un presidente con una popularidad como la suya no sienta que necesita un partido propio que lo sostenga. Bueno, mi partido ya existe. Es el Movimiento Quinta República. Nació como tal en 1982 y yo soy también su presidente. Pero yo no creo en el partido como maquinaria; prefiero que me acompañen jóvenes de diversos orígenes, científicos, técnicos, intelectuales. Incluso, de entrada no quise saber nada con las cuotas de poder para los partidos del Polo, por ejemplo. Con los tres directivos de la Constituyente por ahí pasa una semana y no nos vemos. Yo confío en quienes me acompañan y no tengo que andar controlando a nadie. ¿Qué relación tiene usted con Perón? ¿Conoce su acción de gobierno, ha leído sus escritos? ¿Y a qué personajes de la historia de mi país conoce o admira? Verdaderamente no, discúlpame pero debo confesar que conozco muy poco de tu país. De muchachos nosotros mirábamos hacia el Norte: veíamos películas mexicanas y a la Argentina la sentíamos muy lejana. Por supuesto, sé que Perón ha sido importantísimo en la vida argentina, que es una figura respetabilísima y que también habrá cometido errores. Pero yo me siento distante de él. La distancia que da el tiempo, además. ¿Qué pasa con la guerrilla colombiana? ¿Es verdad que tiene relaciones con ellos? Yo quiero enormemente a Colombia. Nací en la frontera, además, y de subteniente ya andaba por allá. Yo soy nacido en el Arauca vibrador, como dice el joropo (la canción). Me recuerdo en canoa a los 20 años, por el río, persiguiendo guerrilleros colombianos que habían matado gente de este lado. De capitán comandé un escuadrón de caballería en la frontera. Y con la frecuentación, la vida allí y el estudio constante llegué a la conclusión de que eso no tiene solución militar. Toda guerra es salvaje, y la civil ni se diga, de modo que al entrar en política, en la prisión, y luego ya liberado, volví varias veces a Colombia y entré en contacto con ex guerrilleros que ahora son senadores. Y me propuse colaborar con los colombianos para alcanzar la paz, que también es necesaria para nosotros los venezolanos. ¿Eso no significa entrometerse en los asuntos internos de un país vecino? Lo que yo he hecho es ofrecer mi contribución al proceso de paz. Lo hice siempre, y ahora, como presidente, más aún. Tenemos una frontera común que es una zona militarizada. Yo propuse que se reunieran para dialogar y así lo hicieron. En Caracas hubo reuniones de ambas partes: simplemente les prestamos el país, la ciudad y las condiciones para que pudiesen dialogar en busca de la paz. Luego la guerrilla me invitó, como también invitaron al presidente de la Bolsa de Nueva York, por ejemplo. Pero yo, en cuanto recibí la carta de las FARC, le avisé al presidente Pastrana y le recordé que estoy a sus órdenes, allá o acá. Todavía no me ha respondido, pero si no acuerdan con que yo vaya, pues entonces los puedo invitar a que vengan acá. Lo que yo quiero es que no se meta la guerrilla en Venezuela, no quiero que secuestren, maten ni intimiden a los venezolanos. Este es un asunto que nos afecta muchísimo y por eso, como presidente de Venezuela, no puedo permanecer distraído. ¿Cómo se imagina el futuro inmediato? Echando el resto. El pueblo venezolano merece resucitar. Ha estado como muerto, y si mi vida sirve de instrumento, pues adelante. No soy indispensable, nadie lo es, pero si dicen que París bien vale una misa, pues entonces Venezuela bien vale todo nuestro esfuerzo. Yo no soy sino una gota en la ola de agua desatada. Repito la pregunta que le hice antes: ¿alguna vez se imaginó que estaría aquí, en la presidencia y en el poder? No, jamás. Jamás. Yo me preparé para servir a Venezuela pero no para estar en el poder. Suena a frase hecha, Presidente. Bueno, pero también acepten que es verdad, ¿no? Yo soy sincero y no tengo ninguna mentira que ofrecer. Ya hubo demasiado de eso en este país. ¿Qué es el poder para usted? El poder es algo que le pasa a uno. Un día te toca y no puedes evitarlo. Pero no se trata de ser acumulador de poder, sino de saber que uno es un conductor y nada más: uno es un cable de una corriente eléctrica que en un determinado momento está pasando por uno.
|