Por Juan Ignacio Ceballos Desde Nueva York No habían pasado más de
cinco minutos de su enorme victoria cuando, debajo de las tribunas del estadio Louis
Armstrong, Guillermo Cañas se reencontró cara a cara con su entrenador, Pablo Martín.
Entonces, en ese momento, todo lo que rodeaba a ambos pareció disolverse en un instante.
Emocionado hasta las lágrimas, Martín cayó de rodillas sobre el pasillo de cemento.
Cañas soltó su bolso negro, levantó al coach y lo abrazó con fuerza, estrujándolo
contra su pecho. Instantes después, se miraron a los ojos y no pudieron pronunciar
palabra. Apenas un ¡Mierda! y un ¡Carajo! les salió. Con eso
alcanzó para entenderlo todo.
Porque ayer, en el luminoso mediodía neoyorquino, Guillermo Cañas (21 años, 68º del
ATP Tour) dio el gran batacazo de la segunda jornada del U.S. Open al vencer al británico
Tim Henman, número 5 del mundo, por 7-6 (7-1), 6-4 y 6-3, en la más inesperada victoria
nacional de los últimos años aquí. No sólo eso: éste fue el primer triunfo de Cañas
sobre un topten, y el mayor éxito de su vida. Pero hay algo más importante, esencial,
que explica el emocionado abrazo: esta vez, el argentino pudo vencer sus propios miedos.
Esos que le impedían cerrar partidos casi ganados y que, hace unas pocas semanas, lo
sumergieron en el más profundo pozo anímico de toda su carrera.
Alguna vez se tenía que dar; venía buscando un triunfo así desde hace tiempo. Hoy
di un gran paso adelante, comentó un sereno Cañas, quien hace poco más de un año
tuvo en jaque (6-2 y 5-2) al mismo Henman en Toronto, pero lo dejó escapar. Tal como
había pasado en el Lipton 98 ante Fabrice Santoro (6-2 y 5-0); en Wimbledon
98 ante Francisco Clavet (dos sets a cero y 4-1); en Santiago 98 frente a
Martín Rodríguez (8 match points desperdiciados), y en la Copa Davis 99 ante
Maurice Ruah (6-3, 6-3 y 50). Pero ahora fue diferente, porque no pensé en el
pasado y porque desde el último miércoles, cuando me enteré en Boston de que enfrentaba
a Henman, sabía que iba a ganarle.
Y Cañas lo hizo a lo grande. Frente a siete mil personas y con el ruido de los aviones
que despegaban del La Guardia Airport ubicado a un kilómetro del National Tennis
Center como música de fondo, compuso una sinfonía de devoluciones y passing shots
que destruyeron en 2 horas y 12 minutos a Henman. Jamás dudó el argentino, ni cuando
tuvo que levantar un triple break point en contra en el 4-4 del primer set, ni cuando
perdió el saque en el 5-3 del segundo e inmediatamente le volvió a quebrar el servicio a
su rival. Ese fue el momento clave dijo Cañas. Allí gané el
partido...
En verdad, el chico de Tapiales empezó a ganarlo desde mucho antes, cuando comprendió
sus limitaciones anímicas y decidió combatirlas. Primero lo hizo con ayuda externa
(Desde febrero trabajo con un psicólogo, que me ayuda mucho, no tanto en lo
tenístico sino en lo personal). Y después, convenciéndose a sí mismo de que
podía superar su bloqueo emocional, tal como lo reconoce Martín. En Caracas,
después de perder con Ruah, Guillermo tocó fondo le contó ayer el coach a
Página/12. Lo sufrió muchísimo. En San Marino, me confesó que le faltaban ganas
de ganar. Que se aburría y después se cagaba. Pero él tiene sus tiempos, no logra las
cosas enseguida, y recién ahora empezó a cambiar. Este debe ser el despegue...
Lo es, según el mismo Cañas, quien ayer vivió un día de gloria y eligió cerrarlo
soñando a lo grande. ¿Sabés una cosa? Acabo de ganarle al 5º del mundo...,
le dijo a Página/12 una hora después del partido, mientras cruzaba con el pecho hinchado
el Players Lounge y a cada paso recibía felicitaciones, pulgares en alto y hasta abrazos.
Y agregó: Este torneo está tan, tan abierto... que ahora siento que hasta puedo
ganarlo.
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