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Cañas dio el golpe en Nueva York
eliminando al británico Henman

El pibe de 21 años sacó del Open a uno de los candidatos. Ganó Suarez, pero perdieron Zabaleta y Gorrochátegui.

Gritos: "Se miraron a los ojos y no pudieron pronunciar palabra. Apenas un ¡Mierda! y un ¡Carajo! les salió. Con eso alcanzó para entenderlo todo.”

Guillermo Cañas celebra su triunfo sobre Tim Henman.
El pibe fue la nota del día en el estadio Louis Armstrong.

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Por Juan Ignacio Ceballos Desde Nueva York

t.gif (862 bytes) No habían pasado más de cinco minutos de su enorme victoria cuando, debajo de las tribunas del estadio Louis Armstrong, Guillermo Cañas se reencontró cara a cara con su entrenador, Pablo Martín. Entonces, en ese momento, todo lo que rodeaba a ambos pareció disolverse en un instante. Emocionado hasta las lágrimas, Martín cayó de rodillas sobre el pasillo de cemento. Cañas soltó su bolso negro, levantó al coach y lo abrazó con fuerza, estrujándolo contra su pecho. Instantes después, se miraron a los ojos y no pudieron pronunciar palabra. Apenas un “¡Mierda!” y un “¡Carajo!” les salió. Con eso alcanzó para entenderlo todo.
Porque ayer, en el luminoso mediodía neoyorquino, Guillermo Cañas (21 años, 68º del ATP Tour) dio el gran batacazo de la segunda jornada del U.S. Open al vencer al británico Tim Henman, número 5 del mundo, por 7-6 (7-1), 6-4 y 6-3, en la más inesperada victoria nacional de los últimos años aquí. No sólo eso: éste fue el primer triunfo de Cañas sobre un topten, y el mayor éxito de su vida. Pero hay algo más importante, esencial, que explica el emocionado abrazo: esta vez, el argentino pudo vencer sus propios miedos. Esos que le impedían cerrar partidos casi ganados y que, hace unas pocas semanas, lo sumergieron en el más profundo pozo anímico de toda su carrera.
“Alguna vez se tenía que dar; venía buscando un triunfo así desde hace tiempo. Hoy di un gran paso adelante”, comentó un sereno Cañas, quien hace poco más de un año tuvo en jaque (6-2 y 5-2) al mismo Henman en Toronto, pero lo dejó escapar. Tal como había pasado en el Lipton ‘98 ante Fabrice Santoro (6-2 y 5-0); en Wimbledon ‘98 ante Francisco Clavet (dos sets a cero y 4-1); en Santiago ‘98 frente a Martín Rodríguez (8 match points desperdiciados), y en la Copa Davis ‘99 ante Maurice Ruah (6-3, 6-3 y 50). “Pero ahora fue diferente, porque no pensé en el pasado y porque desde el último miércoles, cuando me enteré en Boston de que enfrentaba a Henman, sabía que iba a ganarle.”
Y Cañas lo hizo a lo grande. Frente a siete mil personas y con el ruido de los aviones que despegaban del La Guardia Airport –ubicado a un kilómetro del National Tennis Center– como música de fondo, compuso una sinfonía de devoluciones y passing shots que destruyeron en 2 horas y 12 minutos a Henman. Jamás dudó el argentino, ni cuando tuvo que levantar un triple break point en contra en el 4-4 del primer set, ni cuando perdió el saque en el 5-3 del segundo e inmediatamente le volvió a quebrar el servicio a su rival. “Ese fue el momento clave –dijo Cañas–. Allí gané el partido...”
En verdad, el chico de Tapiales empezó a ganarlo desde mucho antes, cuando comprendió sus limitaciones anímicas y decidió combatirlas. Primero lo hizo con ayuda externa (“Desde febrero trabajo con un psicólogo, que me ayuda mucho, no tanto en lo tenístico sino en lo personal”). Y después, convenciéndose a sí mismo de que podía superar su bloqueo emocional, tal como lo reconoce Martín. “En Caracas, después de perder con Ruah, Guillermo tocó fondo –le contó ayer el coach a Página/12–. Lo sufrió muchísimo. En San Marino, me confesó que le faltaban ganas de ganar. Que se aburría y después se cagaba. Pero él tiene sus tiempos, no logra las cosas enseguida, y recién ahora empezó a cambiar. Este debe ser el despegue...”
Lo es, según el mismo Cañas, quien ayer vivió un día de gloria y eligió cerrarlo soñando a lo grande. “¿Sabés una cosa? Acabo de ganarle al 5º del mundo...”, le dijo a Página/12 una hora después del partido, mientras cruzaba con el pecho hinchado el Players Lounge y a cada paso recibía felicitaciones, pulgares en alto y hasta abrazos. Y agregó: “Este torneo está tan, tan abierto... que ahora siento que hasta puedo ganarlo”.

 

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