Siempre le gustó pasear por la Costanera y anoche lo hacía despacio, como gozando el río, cuando el ruido de hierros chirriando transformó el sueño en pesadilla. Hacia él se arrastraba la inmensa mole del Boeing y enseguida una imagen se le coló en los ojos para siempre. Todavía veo las caras de horror de la gente detrás de las ventanillas gemía el involuntario testigo, el horror que iba pasando.
|