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OPINION

Vivir la labia

Por Julio Nudler

Los llaman “los tres tenores”, porque van por todas partes cantando la misma ópera, como Pavarotti, Domingo y Carreras. Pero para José Luis Machinea, Jorge Remes y Adolfo Sturzenegger, al menos como trío, el éxito será menos duradero. Por debajo de ellos, algunas decenas de economistas profesionales, con o sin militancia política (aunque por lo general sí ideológica), explotanávidamente el negocio de la charla incompany, dada a domicilio para grandes empresas, grupos, bancos de inversión, AFJPés o similares. Los referenteseconómicos de la Alianza, el PJ y Acción por la República también explotan esa veta, aunque la campaña electoral les impone un sensible grado de autocontención. Aun así, no en todos los casos dejan de cobrar por supalabra. El último viernes de agosto, por ejemplo, las na16fo01.jpg (8551 bytes)cooperativas eléctricas de la provincia organizaron un evento en el Sheraton de Mar del Plata, aunque uno de los tenores, Machinea, se hizo representar por Guillermo Rozenwurcel. Cada uno de los expositores cobró 2000 pesos. Alguien que conoce bien a Machinea, hoy por hoy el más probable próximo ministro de Economía y dueño de una consultora, refiere que “José Luis cobra cuando todos cobran. El no exige que le paguen para participar de un panel, pero si está previsto un honorario, no lo rehúsa”. Anteayer viajó a San Luis a exponer gratis sobre la economía argentina porque era una actividad política. Y el viernes 17 integrará un panel con Remes en el Sheraton porteño, en un evento de entrada gratuita organizado por OSDE, retransmitido por satélite al interior, y ninguno de los dos cobrará.Quienes no son primerísimas figuras políticas, pero calzan sus onzas, se benefician con el coyuntural aumento de la demanda, provocado, pese a la crisis, por la incertidumbre y las cercanas elecciones. Nunca se sabe cuánto hay de curiosidad por lo que puedan decir, y cuánto de interés en estrechar lazos como inversión de lobby a futuro. Ricardo López Murphy, por ejemplo, es uno de los oradores más buscados. Se comenta en el ambiente que quien fue economista de Eduardo Angeloz y luego de Fernando de la Rúa tiene un objetivo de 25.000 pesos mensuales como ingreso por estas tareas (que quizá reduciría a 22.500 si se impusiese el recorte salarial de 10 por ciento por él propuesto). Una de las charlas fijas que da López Murphy es mensual y tiene lugar en el seminario de la consultora de Miguel Angel Broda. Beatriz Nofal, también radical, cobra 2000 pesos por hacer una escueta presentación sobre su tema: el Mercosur. En la misma dimensión, pero con tarifa que puede llegar a 3000 por oráculo, orbita Adalberto Rodríguez Giavarini.Domingo Cavallo tiene un representante en Estados Unidos (el mismo de Rudiger Dornbusch y otras prima donnas), que le consigue conferencias a pronunciar por entre 10 y 20.000 dólares. Suena fuerte, pero no es tanto. Hay que pensar que la tarifa de George Bush es de 85.000 dólares, y la de Henry Kissinger ronda los 30 mil. A Rodolfo Frigeri, del Banco Provincia, le costó 25.000 dólares traer a Paul Volcker, ex gobernador de la Reserva Federal.Ese servicio de speakersbureau, como se lo denomina, no existe en la Argentina, aunque hay de pronto quien se ocupa de conseguir un orador –economista profesional, se entiende– si hace falta. Un prestador en este renglón es Fernando Flores, o más aún Horacio Rodríguez Larreta, con quien colabora Roberto García, de Ambito Financiero (quien a su vez traza todos los jueves un panorama político para Techint). Localmente, alguien con fama de caro es Ricardo Arriazu, que se maneja como consultor de un grupo cerrado de clientes y muy rara vez admite salir de ese círculo. También factura muy alto Javier González Fraga, dos veces presidente del Banco Central, que puede exigir hasta 5000 pesos si, por ejemplo, se trata de exponer ante el Advisory Board del Exxel Group. Pero claro: no se trata de una simple charla, sino además de almorzar y departir con los inversores extranjeros de ese fondo. Sturzenegger admite que las charlas profesionales son para él una importante fuente de ingresos. Su tarifa es de 1500 pesos por una exposición de dos horas, con un turno para preguntas, y la exhibición de cuadros y gráficos (Power Point es el software utilizado), de todos los cuales entrega copias en papel. A veces no es él personalmente quien factura, sino Econométrica, la consultora en la que está asociado con Mario Brodersohn (secretario de Hacienda con Raúl Alfonsín), José María Dagnino Pastore (quien fue ministro de Economía de Juan Carlos Onganía), Alieto Guadagni (actual secretario de Industria y Comercio) y José Luis Espert (ex Broda). Las charlas que directamente no factura son las que le encarga Acción por la República y las académicas.“¡Si yo supiera cuánto cobran los demás!”, exclamó el economista jefe de un importante instituto (que pidió anonimato) cuando Página/12 le pidió lo que es normal pedirle a un economista: datos sobre el mercado. En cuanto a él mismo, admitió cobrar “según la cara del cliente”, en una escala que va de nada a un máximo de 2000 pesos. El grosor de su factura depende de varios parámetros: si la perorata es para la cúpula, si es ante capos venidos de afuera, si es por única vez o se repetirá cada tanto, si la empresa es grande o chica, si hay que viajar o no. De todas formas, sólo recarga su arancel si hay que desplazarse al exterior (además de exigir todos los gastos pagos), porque, a diferencia de muchos de sus colegas, él no aumenta su precio por cruzar la General Paz. “Me gusta más hablar en el interior que en Buenos Aires –reconoce– porque acá sólo les interesa si va a haber devaluación.”Hay, sin embargo, quienes logran defenderse en la Capital hablando de los sectores productivos, como Débora Giorgi (consultora Alpha) o Abel Viglione (FIEL). La ocasión puede darla la reunión anual de la compañía (el llamado meeting), donde la retribución oscila entre 800 y 1200 pesos. Si entre los oyentes estará alguien muy especial venido de afuera, el precio puede subir un poco, pero en ese caso habrá que apelar al inglés, como hace normalmente Pedro Lacoste. En compensación, todo resultará más breve porque esos viajeros vienen con agendas muy apretadas. Lo que no puede faltar son 20 a 40 cuadros y gráficos, que es preciso tener siempre actualizados, con el consiguiente costo fijo, porque nunca se sabe cuándo le saldrá a uno una charla. También dan trabajo las reuniones de planeamiento, donde al expositor se le piden proyecciones a dos o tres años, útiles para que los gerentes tengan luego a quién echarle la culpa.En general, como comentan en una multinacional alemana, las sesiones con los economistas se dividen en dos partes: la primera sirve para que expliquen por qué no ocurrió nada de lo que predijeron en la anterior, y la segunda para que anticipen lo que tampoco sucederá.Otra buena veta son los espiches económicos que ciertas grandes empresas gustan obsequiar a sus clientes y favorecedores, concesionarios, distribuidores y otros satélites. Los economistas catalogan esas alocuciones como esporádicas, y pretenden encarecerlas. Cuenta un consultor, que se considera a sí mismo “el piso del mercado”, que por una charla de esa clase, de unos 40 minutos, facturó 800 pesos. “Como les gustó, me apalabraron para tres más –recuerda–, pero me obligaron a rebajarles un 20 por ciento.” De todas formas, se consoló pensando que en 1989, trabajando para el Banco Mundial en Lima, expuesto al cólera, a Sendero Luminoso y al MRTA, cobraba el jornal (rate) estándar de 340 dólares por laborar de sol a sol.Roberto Alemann, ex ministro de Economía de Leopoldo Fortunato Galtieri, es el charlista más buscado, muchas veces para que se explaye durante un desayuno o una comida. Nunca lleva consigo transparencias ni punteros láser (esto justifica que cobre desde apenas 1200 pesos), pero sabe contar alguna anécdota fresca o una película. Si los empresarios prefieren algo aún más divertido, eligen a Juan Carlos de Pablo, uno de los gurúes más caros dedicados a la macro, que es sin embargo la mercadería más barata. Ocurre que la popularidad o la imagen televisiva siempre elevan lacotización. Los programas en el cable son, entre otras cosas, un anzuelo útil para asegurarse presencia y valor de cambio en este mercado. David Expósito o Enrique Szewach son ejemplos de este recurso. Ambos están ubicados en la media de mil pesos por charla.En tiempos de José Estenssoro, YPF solía contratarlo a Szewach, pero todo eso se acabó con Nells León y más aún con Roberto Monti, que no quería ni oír hablar de videntes políticos (Pepe lo tenía a Manuel Mora y Araujo) ni económicos. Algunos consultores dicen con vengativa sorna que así le fue. El que también intenta hacer pie en este mercado es Carlos Rodríguez, ex vice de Economía con Roque Fernández y rector del CEMA: por de pronto ya lanzó un informe de coyuntura. La experiencia del poder, y las relaciones que se dejan adentro al abandonarlo, son siempre un activo que los empresarios aprecian. “Hace dos años cobraba 1000 pesos por una charla; hoy estoy en 2000 y me llaman mucho más seguido”, destaca con satisfacción un economista muy vinculado a altas figuras económicas de la Alianza, pero al margen de la estructura formal. “No es que me haya vuelto más sabio –admite–, pero los que me buscan están muy inquietos y piensan que sé mejor que otros lo que puede llegar a pasar.” En las cercanías de Eduardo Duhalde no parece suceder nada por el estilo, sencillamente porque las encuestas lo mandan a boxes. “Yo no puedo evadir: tengo demasiada exposición pública”, responde uno de los charlistas cuando se le pregunta si declara escrupulosamente esos ingresos. Y añade, como saldando cuentas con su conciencia, que él como otros van a hablar gratis si los llama una universidad pública.Daniel Artana, Manuel Solanet, Carlos Melconián y algunos nombres más integran una oferta de platicadores de visión celosamente neoliberal y conservadora, que casi no admite excepciones en este mercado donde ningún economista que saque los pies del plato se ganará con su verba los garbanzos. Para un cofrade de visión crítica, los empresarios están comprando, al pagar precios exagerados por las charlas, un servicio indirecto que los especialistas incluyen entre las llamadas “economías externas”: consiste en asegurarse un batallón de voceros autorizados que transmiten a toda la sociedad una cierta ideología revestida de saber científico.

 

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