OPINION
Un progreso mayor
Por Claudio Uriarte |
Visto
como el vaso medio lleno, lo que va a firmarse hoy en Sharm al-Sheik podría resumirse
como el acuerdo para cumplir un acuerdo para cumplir otro acuerdo. Visto como el vaso
medio vacío, la sucesión se lee como una cadena de incumplimientos seriales, pero que
sin embargo desemboca cada tanto en un avance en medio de los retrocesos: el acuerdo de
Wye de octubre de 1998, en este sentido, configuró una remodelación hacia atrás de los
acuerdos de Oslo de 1993, pero al menos garantizó la entrega de un 2 por ciento adicional
de territorio cisjordano a la Autoridad Palestina, y si bien los pactos de ayer incumplen
la promesa de Wye de liberar a 750 prisioneros palestinos, por otra parte entregarán a
350 y completarán en varias etapas la concesión de un 13 por ciento de territorio que
había sido pactada en Wye, además de autorizar a los palestinos la construcción de un
puerto y la apertura de un paso seguro entre los territorios que ya controlan. En
conjunto, todo esto equivale a un progreso mayor.Porque, por una parte, en Israel existe
hoy un gobierno el de Ehud Barak realmente comprometido con la paz, que está
dispuesto a aceptar un Estado Palestino al final del camino y que dispone de las mayorías
parlamentarias y de opinión pública para llevar el proceso adelante. Esto incide
decisivamente en la interna palestina: por primera vez en más de tres años de casi total
estancamiento, donde sólo se avanzó en la entrega de un 2 por ciento del territorio,
Yasser Arafat tiene algo tangible e importante que mostrar a la nación sin Estado que
encarna, disminuyendo así el poder de atracción de las facciones extremistas y
antipacifistas de su movimiento. Del círculo vicioso del ex premier Benjamin Netanyahu se
pasa al círculo virtuoso de Barak: menos resentimiento y extremismo palestinos se
traducirán en mayor cooperación antiterrorista palestina, lo que ayudará a ampliar la
base del consenso doméstico israelí con vistas a la consumación del estatuto definitivo
del acuerdo entre las dos partes, donde deberán quedar resueltas cuestiones tan delicadas
como el status de Jerusalén y el regreso de la diáspora palestina.Irónicamente, todo
esto podría haberse consumado mucho antes si los palestinos hubieran aceptado las
fórmulas de autonomía que Israel ya estuvo dispuesta a ofrecerles desde los tiempos del
acuerdo de Camp David, en 1978. Pero, claro, ésos eran los tiempos de la Guerra Fría y
de la ilusión de la unidad árabe, dos actores que hace tiempo han salido de escena. |
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