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Problemas con flaps y radares, y
aviones que se inclinan sin control

La Asociación de Aeronavegantes y hasta la Comisión de Seguridad de Diputados hace tiempo estaban preocupados por las fallas en el mantenimiento de aviones de LAPA. Hubo aterrizajes de emergencia y hasta un inexplicable fallecimiento a bordo.


Por A.D.

t.gif (862 bytes) El mantenimiento de los aviones de LAPA fue cuestionado una y otra vez por la Asociación de Aeronavegantes y hasta fue el tema de un pedido de informes del Congreso. Los reclamos, muchos de los cuales nunca fueron respondidos, incluyen al LV-WRZ, el Boeing accidentado el martes pasado, y apuntan a un patrón de conducta donde las fallas se reparan tardíamente. Por ejemplo, la Asociación de Aeronavegantes elevó un pedido de informes el 2 noviembre del año pasado por una falla en los flaps del avión de LAPA LV-WPA. Es que el gremio se enteró de que estos anchos alerones plegables que dan mayor sustentación al avión en el despegue y el aterrizaje no bajaban, y el LV-WPA debió aterrizar de emergencia en Córdoba, una pista más larga que la de su destino original. La falla al parecer no fue reparada, y se repitió al día siguiente. Existen antecedentes y pedidos de informes a la Dirección Nacional de Aeronavegabilidad (DNA) de características similares. Página/12 pudo acceder a las denuncias de los empleados de LAPA recogidas por Aeronavegantes.
La aeronave LV-WPA viajaba el 25 de octubre del año pasado con destino a Catamarca. El vuelo era el 3186. “Es de nuestro conocimiento –dice el informe– que los flaps no bajaban y que a pesar de ser la escala programada en Catamarca, ante esta novedad debieron dirigirse a Córdoba, por ser esta pista más larga.” El gremio especifica que la misma aeronave de LAPA, al día siguiente, 26 de octubre, y en el vuelo 3151 con destino a Mendoza volvió a sufrir el mismo problema. “Debió sobrevolar dicho aeropuerto por espacio de una hora para consumir combustible ya que debieron aterrizar nuevamente de emergencia.”
Hace un año, el pedido dirigido a la DNA tomaba como eje registros de informes paralelos. “En las aeronaves de LAPA existen de dos a tres registros de Novedades de a Bordo simultáneos.” El gremio exigió en ese momento que el ente controlara esos registros, que son foliados y se llenan por triplicado. En ellos, las azafatas dejan constancias de fallas de seguridad y material en la cabina de pasajeros. Al trabajar con copias múltiples, “no saben con certeza –vuelve a señalarse– cuáles son las novedades que posee la aeronave y si fueron resueltas o no”. En ese mismo reclamo, con el número 97322 de mesa de entradas, se indica que los “asientos de la WTS están vencidos, siendo necesario empujarlos para lograr cerrar la puerta de emergencia”.
Los bajos standards de mantenimiento de LAPA resultaban evidentes para las tripulaciones que volaban constantemente en las naves. Jorgelina Bire tiene 22 años y hace uno conoció el temor a bordo del avión LV-WBS de LAPA. “Despegamos rumbo a Comodoro Rivadavia –recuerda la azafata–, y apenas se apagaron los carteles del cinturón de seguridad el avión se inclinó bruscamente hacia la derecha. Se fue fuertísimo a la derecha, y después se volvió con todo a la izquierda. Nosotras, las azafatas, ya estábamos paradas. Nos caímos, yo no me lastimé pero mi compañera se esguinzó una mano.” El piloto decidió enseguida suspender el vuelo y volver a Aeroparque.
“Los pasajeros se asustaron muchísimo –cuenta Bire–, y nos preguntaban qué había pasado. Nosotras no sabíamos nada.” De vuelta en Buenos Aires, las azafatas se enteraron de que el avión había tenido el mismo problema el día anterior. Y que aun así, se había autorizado que volviera a volar.
“La empresa puso otra aeronave a disposición de los pasajeros”, recuerda la azafata, “y me acuerdo que un matrimonio con un nene se negaron a abordarlo, del susto. No quisieron seguir volando”. El avión con problemas, el LV-WBS, despegó nuevamente al día siguiente. Y volvió a tener el mismo problema.
El Boeing que se estrelló el martes en Aeroparque, dejando decenas de pasajeros y tripulantes muertos, también tiene su chapa registrada en los informes. La hoja tiene el sello de recepción de LAPA. Fue enviada el 18de diciembre de 1997 al gerente de mantenimiento de la compañía. “Me dirijo a usted a fin de solicitarle solucionar a la brevedad la condición del radar de la aeronave WRZ”, dice la página, “el cual estoy en conocimiento que salió a volar el 11 del corriente mes en vuelo 3408, a sabiendas de adversas condiciones meteorológicas imperantes”. La DNA respondió el informe, en julio de 1998. En su respuesta, la Dirección ratifica que la nave “voló con el radar meteorológico F/S en condiciones meteorológicas adversas”.
La secretaria general del gremio y diputada, Alicia Castro, recogió en un pedido de informes en el Congreso, el caso de un vuelo sin salvavidas con destino Punta Cana, en la República Dominicana. Fue “el 4 de mayo de 1997, el vuelo 3000/3001 de LAPA SA partió con destino a Punta Cana, sin contar con salvavidas tanto para pasajeros como para tripulantes de la cabina”. El pedido de informes de Castro incluye un caso en que habría muerto una pasajera a bordo de un avión. El texto pregunta “si es cierto que el 24 de abril de 1998, en el vuelo 3499 de la empresa LAPA que salió de Río Gallegos hacia Buenos Aires se produjo un deceso”. El punto siguiente lo completa y se pregunta “si es cierto que los tubos de oxígeno del interior de la nave estaban vacíos y si las naves cuentan con resucitador portátil o de emergencia”.
Nadie respondió el pedido.

 


 

Demoro un vuelo ocho horas por problemas tecnicos
Un jefe mecánico que “no autorizó”

Por A.D.

t.gif (862 bytes) Walter Gómez fue jefe mecánico de LAPA. “Me echaron porque no dejé salir un avión con pérdida hidráulica”, cuenta. “Eso fue un sábado y a la semana me llegó el telegrama.” Mientras estuvo a cargo del turno A en los talleres de Aeroparque, Gómez cobró 1500 pesos mensuales. Trabajó apenas cuatro meses, pero sin la menor discusión le pagaron una indemnización de 7000 pesos. Ahora dice que “me dieron muchísimo más de lo que correspondía. Supongo yo que fue para que no hable”.
Gómez venía de trabajar en Aerolíneas. LAPA recién incorporaba los 737. Tenía uno solo, el LV-VGF. Gómez recuerda que “no había repuestos para nada, para reparar las fallas. En realidad, no tenía sentido tener un pañol cargado de cosas para atender un solo avión”. LAPA, dice, mantenía cuenta corriente con PLUNA para la entrega de repuestos. Ese sábado las cuentas estaban en rojo. “PLUNA no me daba ningún repuesto más, hasta que no pagaran 30 mil dólares que LAPA debía de cubiertas, farolitos y otras cosas que se fueron pidiendo.”
El hombre necesitaba un motor, “y un motor como el que se había roto era muy caro. Ese fue la causa por la que no pude cambiarlo”.
El Boeing tenía que salir hacia Chapelco. A la hora que lo revisó, tenía programado tres vuelos más. Gómez detectó la pérdida y entendió que la nave iba a quedarse sin sistema hidráulico, el que opera los frenos, los flaps, tableros y comandos. “Un avión tan grande no se puede mover en forma mecánica, necesita del sistema hidráulico.”
Sin el motor no había más que una opción: retrasar la salida del vuelo. LAPA le propuso una alternativa distinta: “Me dijeron si se podía cargar hidráulico desde la cabina, para compensar la pérdida”.
Pero una falla como ésa es considerada grave. El técnico dice hoy lo que dijo entonces: “Yo no lo autorizo”. Y la nave no salió, hasta que no llegó el motor que hacía falta, ocho horas después.
Gómez vive en Córdoba, sin trabajo.

 

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