Por Pedro Lipcovich Amor: Ya me quedan muy pocas
horas para mi partida. Quiero que sepas que vos y mi querido Nacho son lo más importante
que tengo en mi vida, ya los estoy extrañando. Los amo con toda mi alma y quiero darte
las gracias mil veces por todo lo que hacés día a día por mí y por mi hijo. Me voy
tranquila porque sé que mi querido Nacho va a estar con su padre. Te amo por siempre.
Tuya, Griselda. La muerte, aunque en sí misma es insensata, impregna de significado todo
lo que toca, y eso sucede con la carta que Griselda Noemí le escribió a su esposo antes
de viajar a Buenos Aires.Eramos muy así, de escribirnos constantemente cartas, a
veces nos escribíamos dos cartas en un día. Yo también le escribí ese día, pero mi
carta se quemó con el avión, dice Daniel Bojanich. Hacía tres meses que Griselda
había empezado a trabajar en una perfumería; el 22 de agosto viajó a Buenos Aires, con
otras diez colegas, para un curso sobre una línea de cosméticos que duraba diez días,
hasta el martes 31. Era la primera vez desde su casamiento que iban a estar
lejos.Iban a ser cinco años que estaba con ella. Yo me enamoré a los 29 años, me
costó mucho enamorarme, y este tiempo pasó tan rápido. El martes yo la esperaba en mi
casa. Había comprado unos globos grises, no sé por qué grises y había escrito en los
globos Te re-amo, y una botella de champán y un postre borracho, a ella le
encantaba que yo le hiciera postres. Y todo quedó ahí, en casa. Nuestro hijo
tiene 3 años, estos días anduvo de tío en tío, de abuela en abuela. El viernes lloraba
por teléfono, Papi, vení, pero yo tenía que estar en Buenos Aires por la
identificación del cuerpo, yo tenía que llevarle la madre a él. Algo tenía que
llevarle.u u uStéphane Fey murió con nombre ajeno. Francés, ingeniero en
informática y telecomunicaciones, vivía en Córdoba desde hacía cinco años. Allí
enseñaba en varios institutos, y periódicamente viajaba a Buenos Aires a trabajar. Así
lo hizo a fines de agosto, para dictar un seminario de capacitación sobre redes de
telecomunicaciones. Por esos mismos días, su amigo Jean Michaux venía a la Argentina a
visitarlo. Llegó desde Santiago de Chile con pasaje hasta Córdoba pero, enterado de que
el amigo estaba trabajando en Buenos Aires, se quedó en esta ciudad. Entonces Stéphane
aprovechó, creyó aprovechar el tramo hasta Córdoba, en el vuelo 3142 de LAPA. Por
eso no lo encontrábamos en la lista de desaparecidos cuenta su novia cordobesa,
María Miranda. Aparecía un nombre francés pero no me imaginé que pudiera ser
él. Recién a la mañana siguiente, por la agencia de viajes, supimos que él había
usado ese pasaje.El padre de Stéphane vino desde Francia a hacerse cargo de los
restos y regresó de inmediato. No hubo entierro ni velatorio en la Argentina, y María
fue el viernes a la misa que en Córdoba se celebró por todas las víctimas.
Generalmente viajábamos juntos a Buenos Aires, porque yo trabajo en el Congreso,
pero esta vez no me tocaba a mí.u u uCuando mi hija se fue a Buenos Aires, yo
casualmente estaba viajando también, así que no la vi, la despedí por teléfono,
Cuídese, hija, le dije, recuerda Juan Salvadore. Su hija Verónica
Paola, de 26 años, formaba parte del contingente de muchachas que había viajado desde
Córdoba para el curso de cosmetología. Pero Verónica, además, estudiaba
psicomotrocidad para niños Dawn: le faltaban pocas materias para recibirse, aclara
su padre.Salvadore fue piloto y mecánico de aeronaves: Estuve 27 años en la
actividad y conozco algo del tema, dice, y sostiene que las cabeceras de una
pista tienen que estar despejadas de obstáculos: el avión, al chocar, rompió un caño
de gas, que se prendió fuego y ayudó a incendiar el avión; y había una garita y una
cancha de golf y una calle con autos y todo eso no tendría que estar ahí. Y agrega
el padre de Verónica que las empresas de aviación argentinas pagan bajos sueldos a
los que hacen las inspecciones antes de cada vuelo, y entonces esa función la cumple
gente inexperta; y a mí me consta, puedo hablar con conocimiento, que los pilotos,
presionados para que no los echen, vuelan demasiadas horas y están expuestos a cometer
errores.Y agrega que la hija estaba de novia y repite que cuando se fue él no
estaba en la casa y que, entonces, tuvo que despedirla por teléfono.u u uEn cambio, el
diputado provincial cordobés Jorge Babusci y su colega Ricardo Moreno salvaron su vida
por diez segundos. Viajamos el martes a la mañana a Buenos Aires, donde teníamos
varias reuniones; íbamos a volver esa noche, a las 20.54 por LAPA. Nuestra última
reunión era con Eduardo Duhalde y Julio César Aráoz, los estábamos esperando en el
hotel Alvear pero ellos se demoraban, ya eran casi las ocho y dijimos: Bueno, nos
vamos, porque perdemos el avión. Y ya nos íbamos cuando, en la escalinata del
hotel, aparece Aráoz. Entonces, por teléfono, cambiamos para otro vuelo.La
reunión empezó, pero al rato sonó el celular de Babusci: Era un amigo desde
Córdoba, se había enterado del accidente y me llamaba desesperado. Ahí nos desayunamos
de lo que había pasado, y se terminó la reunión.Pese a la cancelación de último
momento, los nombres de Moreno y Babusci aparecieron en las primeras listas de
desaparecidos: Mi madre me escuchó nombrar y se puso loca. Para colmo mi papá
había muerto hacía diez días, cuenta Babusci, que esa misma noche volvió en
micro a La Cumbre: Toda la gente me saluda, me toca, me dice qué suerte. Son esas
cosas de pueblo chico.
MURIO UN HERIDO Y LOS MUERTOS AHORA SUMAN 72
Un nombre más a la lista del dolor
Con la
muerte de Roberto Graselli, que se encontraba internado en el Instituto del Quemado, suman
ahora 72 los muertos por el accidente del avión de LAPA. El deceso se produjo como
consecuencia de las graves quemaduras que había sufrido y que le afectaban el 96 por
ciento del cuerpo, informó el médico Jorge Carballido. Por otra parte, fuentes de
la Cruz Roja confirmaron que fueron identificados otros dos cuerpos, con lo que suman 51
las víctimas del accidente que han sido reconocidas, tal como confirmó a Página/12 el
juez federal Gustavo Literas. El magistrado dijo también que aparecieron restos humanos
que pertenecerían al conductor del Chrysler Neón que fue destruido por el avión (ver
aparte). Roberto Graselli murió a las 11.10 de ayer. En el Instituto del Quemado sigue
internada Marisa Beiró, con quemaduras en el 42 por ciento de su cuerpo. La mujer está
internada en terapia intensiva, pero su evolución es favorable. Guillermo Silvestrini,
otro paciente que estaba internado allí, fue trasladado a la provincia de Córdoba y
está recuperándose en la Clínica Romagosa, en pleno centro de la capital provincial. En
otro hospital cordobés sigue internada, en estado estacionario, Jacqueline Carmona, con
quemaduras en un 25 por ciento de su cuerpo. En la Capital Federal, en el Hospital
Fernández, permanecen todavía Gabriela Chichinsky y Marta Goity. Las dos están
experimentando una buena evolución, según hizo saber ayer Oscar Valcarcel,
coordinador del Servicio de Asistencia Médica y Emergencias (SAME). Con politraumatismo y
en estado crítico sigue internado, en la Clínica del Sol, Gerardo Mohsa, mientras que en
el Sanatorio Mitre se encuentra Eduardo Martínez Carranza, quien ya fue llevado a una
sala común. El informe del SAME dice también que Rafael Tobone, quien estaba en el
Instituto del Diagnóstico, fue trasladado al Hospital Británico, donde sigue en franca
mejoría. Los demás heridos que siguen internados son Oscar Nobile, en la Clínica
Sagrada Familia; Jorge Diosques, en el Hospital Naval; Gabriel Silvestre, en el Sanatorio
Quintana, y María Ester Ereniuk y Benjamín Buteler, ambos en el Hospital Alemán.
Un pie entre los restos La esposa del conductor del Chrysler Neon que fue arrastrado por el Boeing
tuvo ayer la primera evidencia de la muerte de su marido, porque si bien podía suponer
que no sobrevivió, dado el estado en que apareció el vehículo, en los hechos Oscar
Eduardo Ramonino todavía está desaparecido. Era contador, tenía 46 años, trabajaba
para una empresa tabacalera y era profesor de la UADE. Ninguno de los 51 cuerpos
reconocidos hasta ahora por el Cuerpo Médico Forense es el suyo. Rita Politi se acercó
al lugar del siniestro para presenciar el traslado de las evidencias dispuesto por la
Justicia. Uno de los efectivos que participaron del operativo encontró el zapato de
Ramonino con su pie seccionado adentro. La mujer lo reconoció y sufrió un ataque de
nervios. Hace tres días había visto por televisión el auto destruido de su marido y
corrió hacia la Costanera. Su hijo había traspasado las vallas que rodeaban los despojos
del avión aún humeante para tratar de encontrar a su papá. Ella esperaba que apareciera
aturdido, caminando por alguna calle. El hallazgo del calzado terminó con su esperanza
pero también con la incertidumbre que cargaba desde la noche del martes. |
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