Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


RELATOS DE SOBREVIVIENTES Y FAMILIARES DE VICTIMAS
Historias que dejó el horror

El hombre que esperaba con una cena y globos el regreso de su esposa a Córdoba. El francés que viajó con el pasaje de un amigo, por lo que la lista inicial de muertos incluyó a un hombre vivo. Los diputados que se salvaron porque Aráoz llegó tarde a una reunión.

La esposa del copiloto, Luis Etcheverry, estuvo presente en el traslado de los restos del avión.
La noche de la tragedia se dio por vivos a su marido y el piloto del Boeing estrellado.

na06fo01.jpg (15049 bytes)

Por Pedro Lipcovich

t.gif (862 bytes) Amor: Ya me quedan muy pocas horas para mi partida. Quiero que sepas que vos y mi querido Nacho son lo más importante que tengo en mi vida, ya los estoy extrañando. Los amo con toda mi alma y quiero darte las gracias mil veces por todo lo que hacés día a día por mí y por mi hijo. Me voy tranquila porque sé que mi querido Nacho va a estar con su padre. Te amo por siempre. Tuya, Griselda. La muerte, aunque en sí misma es insensata, impregna de significado todo lo que toca, y eso sucede con la carta que Griselda Noemí le escribió a su esposo antes de viajar a Buenos Aires.“Eramos muy así, de escribirnos constantemente cartas, a veces nos escribíamos dos cartas en un día. Yo también le escribí ese día, pero mi carta se quemó con el avión”, dice Daniel Bojanich. Hacía tres meses que Griselda había empezado a trabajar en una perfumería; el 22 de agosto viajó a Buenos Aires, con otras diez colegas, para un curso sobre una línea de cosméticos que duraba diez días, hasta el martes 31. Era la primera vez desde su casamiento que iban a estar lejos.“Iban a ser cinco años que estaba con ella. Yo me enamoré a los 29 años, me costó mucho enamorarme, y este tiempo pasó tan rápido. El martes yo la esperaba en mi casa. Había comprado unos globos grises, no sé por qué grises y había escrito en los globos ‘Te re-amo’, y una botella de champán y un postre borracho, a ella le encantaba que yo le hiciera postres. Y todo quedó ahí, en casa.” “Nuestro hijo tiene 3 años, estos días anduvo de tío en tío, de abuela en abuela. El viernes lloraba por teléfono, ‘Papi, vení’, pero yo tenía que estar en Buenos Aires por la identificación del cuerpo, yo tenía que llevarle la madre a él. Algo tenía que llevarle.”u u uStéphane Fey murió con nombre ajeno. Francés, ingeniero en informática y telecomunicaciones, vivía en Córdoba desde hacía cinco años. Allí enseñaba en varios institutos, y periódicamente viajaba a Buenos Aires a trabajar. Así lo hizo a fines de agosto, para dictar un seminario de capacitación sobre redes de telecomunicaciones. Por esos mismos días, su amigo Jean Michaux venía a la Argentina a visitarlo. Llegó desde Santiago de Chile con pasaje hasta Córdoba pero, enterado de que el amigo estaba trabajando en Buenos Aires, se quedó en esta ciudad. Entonces Stéphane aprovechó, creyó aprovechar el tramo hasta Córdoba, en el vuelo 3142 de LAPA. “Por eso no lo encontrábamos en la lista de desaparecidos –cuenta su novia cordobesa, María Miranda–. Aparecía un nombre francés pero no me imaginé que pudiera ser él. Recién a la mañana siguiente, por la agencia de viajes, supimos que él había usado ese pasaje.”El padre de Stéphane vino desde Francia a hacerse cargo de los restos y regresó de inmediato. No hubo entierro ni velatorio en la Argentina, y María fue el viernes a la misa que en Córdoba se celebró por todas las víctimas. “Generalmente viajábamos juntos a Buenos Aires, porque yo trabajo en el Congreso, pero esta vez no me tocaba a mí.”u u u“Cuando mi hija se fue a Buenos Aires, yo casualmente estaba viajando también, así que no la vi, la despedí por teléfono, ‘Cuídese, hija’, le dije”, recuerda Juan Salvadore. Su hija Verónica Paola, de 26 años, formaba parte del contingente de muchachas que había viajado desde Córdoba para el curso de cosmetología. “Pero Verónica, además, estudiaba psicomotrocidad para niños Dawn: le faltaban pocas materias para recibirse”, aclara su padre.Salvadore fue piloto y mecánico de aeronaves: “Estuve 27 años en la actividad y conozco algo del tema”, dice, y sostiene que “las cabeceras de una pista tienen que estar despejadas de obstáculos: el avión, al chocar, rompió un caño de gas, que se prendió fuego y ayudó a incendiar el avión; y había una garita y una cancha de golf y una calle con autos y todo eso no tendría que estar ahí”. Y agrega el padre de Verónica que “las empresas de aviación argentinas pagan bajos sueldos a los que hacen las inspecciones antes de cada vuelo, y entonces esa función la cumple gente inexperta; y a mí me consta, puedo hablar con conocimiento, que los pilotos, presionados para que no los echen, vuelan demasiadas horas y están expuestos a cometer errores”.Y agrega que la hija estaba de novia y repite que cuando se fue él no estaba en la casa y que, entonces, tuvo que despedirla por teléfono.u u uEn cambio, el diputado provincial cordobés Jorge Babusci y su colega Ricardo Moreno salvaron su vida por diez segundos. “Viajamos el martes a la mañana a Buenos Aires, donde teníamos varias reuniones; íbamos a volver esa noche, a las 20.54 por LAPA. Nuestra última reunión era con Eduardo Duhalde y Julio César Aráoz, los estábamos esperando en el hotel Alvear pero ellos se demoraban, ya eran casi las ocho y dijimos: ‘Bueno, nos vamos, porque perdemos el avión’. Y ya nos íbamos cuando, en la escalinata del hotel, aparece Aráoz. Entonces, por teléfono, cambiamos para otro vuelo.”La reunión empezó, pero al rato sonó el celular de Babusci: “Era un amigo desde Córdoba, se había enterado del accidente y me llamaba desesperado. Ahí nos desayunamos de lo que había pasado, y se terminó la reunión”.Pese a la cancelación de último momento, los nombres de Moreno y Babusci aparecieron en las primeras listas de desaparecidos: “Mi madre me escuchó nombrar y se puso loca. Para colmo mi papá había muerto hacía diez días”, cuenta Babusci, que esa misma noche volvió en micro a La Cumbre: “Toda la gente me saluda, me toca, me dice qué suerte. Son esas cosas de pueblo chico”.

 


 

MURIO UN HERIDO Y LOS MUERTOS AHORA SUMAN 72
Un nombre más a la lista del dolor

t.gif (862 bytes) Con la muerte de Roberto Graselli, que se encontraba internado en el Instituto del Quemado, suman ahora 72 los muertos por el accidente del avión de LAPA. “El deceso se produjo como consecuencia de las graves quemaduras que había sufrido y que le afectaban el 96 por ciento del cuerpo”, informó el médico Jorge Carballido. Por otra parte, fuentes de la Cruz Roja confirmaron que fueron identificados otros dos cuerpos, con lo que suman 51 las víctimas del accidente que han sido reconocidas, tal como confirmó a Página/12 el juez federal Gustavo Literas. El magistrado dijo también que aparecieron restos humanos que pertenecerían al conductor del Chrysler Neón que fue destruido por el avión (ver aparte). Roberto Graselli murió a las 11.10 de ayer. En el Instituto del Quemado sigue internada Marisa Beiró, con quemaduras en el 42 por ciento de su cuerpo. La mujer está internada en terapia intensiva, pero su evolución es favorable. Guillermo Silvestrini, otro paciente que estaba internado allí, fue trasladado a la provincia de Córdoba y está recuperándose en la Clínica Romagosa, en pleno centro de la capital provincial. En otro hospital cordobés sigue internada, en estado estacionario, Jacqueline Carmona, con quemaduras en un 25 por ciento de su cuerpo. En la Capital Federal, en el Hospital Fernández, permanecen todavía Gabriela Chichinsky y Marta Goity. Las dos están experimentando “una buena evolución”, según hizo saber ayer Oscar Valcarcel, coordinador del Servicio de Asistencia Médica y Emergencias (SAME). Con politraumatismo y en estado crítico sigue internado, en la Clínica del Sol, Gerardo Mohsa, mientras que en el Sanatorio Mitre se encuentra Eduardo Martínez Carranza, quien ya fue llevado a una sala común. El informe del SAME dice también que Rafael Tobone, quien estaba en el Instituto del Diagnóstico, fue trasladado al Hospital Británico, donde sigue en franca mejoría. Los demás heridos que siguen internados son Oscar Nobile, en la Clínica Sagrada Familia; Jorge Diosques, en el Hospital Naval; Gabriel Silvestre, en el Sanatorio Quintana, y María Ester Ereniuk y Benjamín Buteler, ambos en el Hospital Alemán.

 

Un pie entre los restos

La esposa del conductor del Chrysler Neon que fue arrastrado por el Boeing tuvo ayer la primera evidencia de la muerte de su marido, porque si bien podía suponer que no sobrevivió, dado el estado en que apareció el vehículo, en los hechos Oscar Eduardo Ramonino todavía está desaparecido. Era contador, tenía 46 años, trabajaba para una empresa tabacalera y era profesor de la UADE. Ninguno de los 51 cuerpos reconocidos hasta ahora por el Cuerpo Médico Forense es el suyo. Rita Politi se acercó al lugar del siniestro para presenciar el traslado de las evidencias dispuesto por la Justicia. Uno de los efectivos que participaron del operativo encontró el zapato de Ramonino con su pie seccionado adentro. La mujer lo reconoció y sufrió un ataque de nervios. Hace tres días había visto por televisión el auto destruido de su marido y corrió hacia la Costanera. Su hijo había traspasado las vallas que rodeaban los despojos del avión aún humeante para tratar de encontrar a su papá. Ella esperaba que apareciera aturdido, caminando por alguna calle. El hallazgo del calzado terminó con su esperanza pero también con la incertidumbre que cargaba desde la noche del martes.

 

PRINCIPAL