Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


La Alianza, como Bianchi,espera para cantar victoria

Cómo será el día después si se cumplen las profecías de lasencuestas. Cuánto poder tendrá De la Rúa. Los nombres de los candidatos al Gabinete. Los hombres del presidenciable.

na08fo02.jpg (7998 bytes) na08fo01.jpg (7330 bytes)
Fernando de la Rúa el candidato aliancista que puntea en las encuestas hace de esa doctrina un dogma.El técnico Carlos Bianchi implantó una costumbre que hizo escuela, no apurarse a darse por ganador.

Opinion
Por Mario Wainfeld

t.gif (862 bytes)  La doctrina fue sentada por el técnico de Boca Juniors Carlos Bianchi... a él le dio buenos resultados: no hay que apurarse a cantar victoria aunque todo indique que el campeonato ya está en el bolsillo. Es preferible esperar, ser –y ostentar ser– modesto, flemático y revolear las camisetas recién cuando se esté dando la vuelta olímpica. La doctrina Bianchi hace escuela. Las más importantes encuestadoras coinciden en otorgar al candidato presidencial de la Alianza una ventaja enorme y creciente sobre el paladín del peronismo Eduardo Duhalde (ver págs. 14 y 15) pero Fernando de la Rúa y la plana mayor de la oposición ponen cara de agua y evitan mensajes triunfalistas que agiten las aguas en las que hacen la plancha con sostenido éxito. Esa sagacidad apuntala la imagen de De la Rúa y por añadidura obtura que florezcan vocingleras disputas por el poder aún no alcanzado. Lo que no consigue impedir es que cada dirigente de la Alianza, cualquiera sea su rango, vaya imaginando escenarios para el 25 de octubre, vaya maquinando –y garantizando con acciones concretas– su lugar en ese nuevo mundo. El escenario más usual, el que proyectan las encuestas realmente existentes, en las que guste o no casi todos los actores creen, tiene estos ingredientes: u De la Rúa puede sacar más votos y mayor diferencia sobre el PJ que los que obtuvo Raúl Alfonsín en 1983. Si llega lo hará “debiendo poco” a su partido, del que fue un candidato no deseado.u El PJ corre el riesgo de hacer su peor elección presidencial, por debajo de lo que consiguió Italo Luder en igual ocasión.u La UCR llegaría al poder encabezando una coalición política. Sería la primera vez porque su tradición fue competir en total soledad sin permitirse siquiera encabezar frentes electorales.u El escenario institucional sería intrincado y bien desproporcionado al resultado electoral. El PJ gobernaría la inmensa mayoría de las provincias (más que en 1983). Amén de que, y esto no puede variar, por dos años, controlará el Senado con mayor holgura que en tiempos de Alfonsín.u La Alianza tendría mayoría en Diputados, sumando los legisladores de la UCR y los alrededor de 30 que tendría el Frepaso. Domingo Cavallo, que va camino de liderar un bloque de 8 a 12 diputados, sería un interlocutor importante a la hora de buscar quórum y mayorías contingentes.O sea, una coalición nueva con fuerte aval electoral y poco poder en el Congreso y las provincias llegará a la Rosada liderada por un presidenteno carismático y de perfil bajo... que el 25 de octubre se levantará y -si las encuestas no fallan– verá en el espejo a un hombre que juntó tantos (o más) votos que Alfonsín, que Carlos Menem en 1989 y 1995, que Cámpora en el ‘73, que Perón en 1946 y 1952. Habrá que ver cómo procesa personal y políticamente tamaño aval.Si la anunciada victoria virtual se concreta, el mismo 25 de octubre ese hombre comenzará a construir, a redondear o a blanquear el esquema de poder del primer año de su gobierno, lapso en que él y la Alianza juegan buena parte de su destino futuro. Un puñado de meses para calmar a los mercados, dar señales de cambio a la sociedad, aprovechar la tregua que dará un peronismo ocupado en lamer sus heridas y rearmarse. Y para prepararse para el 2001, un año electoral de inédita importancia, ya que no sólo se renovará la mitad de la Cámara de Diputados, también la totalidad del Senado nacional. Setenta y dos bancas en juego, una oportunidad única para desmontar el oligopolio dominante que tiene desde 1983 el PJ en la Cámara alta.Un año a cara o ceca ¿Qué hará? De la Rúa no suelta prenda en público, lo que no impide cien conjeturas sobre su futuro Gabinete. Hay dos integrantes que aparecen en la mayoría de los pronósticos: Rodolfo Terragno para la jefatura de Gabinete y José Luis Machinea para el Ministerio de Economía. Los dos ministeriables son representativos de un consenso medio en la Alianza y con prestigio entre sus pares. Todo indica que llegarán a jurar. Pero ni ellos ni, menos aún, los cuadros que consiga colar el Frepaso en áreas como Educación (¿Juan Carlos Tedesco? ¿Adriana Puiggrós?) o Acción social alcanzarán a cubrir una necesidad de De la Rúa: tener gente propia, de su mesa chica, a la hora de decidir. Dos figuras conspicuas de ese rango son los economistas Ricardo López Murphy y Fernando de Santibáñez. Ambos acompañan al candidato desde la restauración democrática (Santibáñez, un amigo personal le presentó por entonces a López Murphy). Por entonces casi todo el radicalismo se enrolaba tras Alfonsín que apabulló a De la Rúa en la interna. Esas lealtades de la primera hora, no se olvidan cuando los ases de la baraja cambian de mano. Santibáñez y López Murphy añaden un atractivo adicional: son los favoritos de los “mercados”, sea para ocupar Economía o para desguazarle un Ministerio de Hacienda que sea directo interlocutor de los organismos internacionales de crédito.Hay otro desguace en danza para recortar Economía no en pro de los mercados sino de la maquinaria radical: separarle áreas de Obras Públicas o de Transporte, resortes que manejan dinero, designaciones, y ponerla en manos de otro aliado de “Fernando”: Nicolás Gallo. Desde luego, esa movida chirría con la de un Ministerio de Hacienda que cierre grifos de gasto: atiende a otros intereses y lógica. Ya hay un precedente de ese cortocircuito: el choque que tuvieron –aunque ellos porfíen en negarlo– Gallo y otro delarruista de ley, el economista Adalberto Rodríguez Giavarini en el Gobierno de la Ciudad, que impulsó la renuncia de Giavarini, a quien De la Rúa sigue estimando al punto que –maquinan muchos– lo nombraría canciller.Machinea, obviamente, no ve con agrado ninguno de los dos recortes. Todo indica, que bien o mal, deglutiría la creación de Hacienda pero que lo de Obras Públicas sería para él un casus belli que podría llevarlo a renunciar antes de asumir. Sopesando eso en las tiendas del Jefe de gobierno se piensa que la Secretaría General de la Presidencia, el bulín de Alberto Kohan, sería un lugar amigable para que De la Rúa pudiera conservar cerca a Gallo. El Ministerio del Interior, sin duda reservado a algún hiperconfiable, es hasta ahora un enigma. El primer nombre que suena es el del diputado Rafael Pascual, jefe de campaña de De la Rúa y uno de los pocos punteros que lo escoltan desde la primera hora. Pero Pascual es también funcional para un sitial que De la Rúa tiene que atornillar muy bien: la presidencia de la Cámara de Diputados. También la ansía Federico Storani, que viene moviendo cielo y tierra para asegurarse los apoyos necesarios. Varias diferencias median entre los dos aspirantes (cuyo odio recíproco es inconmensurable) estilos, discurso, alianzas... seguramente la mayor es su relación con De la Rúa. La de Fredi es distante, no existen confianzas ni empatías entre ambos: siempre militaron en líneas opuestas (salvo una breve tregua en que los unió, antes que el amor el espanto al Pacto de Olivos) y ése es su mayor lastre. Si De la Rúa quiere tropa propia al frente de Diputados habrá fumata blanca para Rafa Pascual y vacancia para Interior. Algunos corrillos mencionan a dos moderados: el constitucionalista Jorge Vanossi y el diputado Juan Manuel Casella, que comparten buena imagen y fama de confiables pero que no son del palo del candidato... el casillero parece permanecer vacío. Final abiertoTodos se mueven lentamente, nadie presiona muy a fondo a De la Rúa. Los frepasistas, con Carlos “Chacho” Alvarez a la cabeza, piensan que no es ésta su hora y siguen apostando a consolidar su relación con un candidato desapegado de sus correligionarios. Esa es, por lo menos, su táctica de campaña. Chacho jerarquiza la actitud: asegura que es su estrategia de consolidación de la Alianza.Por si llueve, los frepasistas cuentan sus porotos: los diputados que el gobierno necesitará y los ejecutivos que le darán un espacio inédito. Esperan ganar la provincia de Buenos Aires y varias intendencias populosas del conurbano bonaerense y desde ahí ensayar el sutil arte de diferenciarse de su aliado.Las jugadas son silentes, poco ruido se oye aún tras los muros. En ese marco se desliza con naturalidad Enrique Nosiglia, uno de los pocos dirigentes nacionales radicales que –a diferencia, por ejemplo, de Fredi Storani, que privilegió sus espacios– trabaja a full con De la Rúa y con el candidato a vicegobernador bonaerense Melchor Posse. Les acerca contactos, dialoga con empresarios, dirigentes sindicales, se reúne una vez a la semana con el ministro del Interior Carlos Corach y dicen las malas lenguas (que a menudo exhalan verdades) que fue el armador del Chupetemóvil. Coti tiene un par de contras para aspirar a un cargo. La esencial: De la Rúa es renuente a llenar ninguna grilla con funcionarios que trabajaron con Alfonsín. La otra: su imagen pública evoca a un estilo político contradictorio con el que propone la Alianza. Pero cuenta con dos ventajas: conoce los resortes del poder y se jugó a fondo en la campaña.Todo indica que un presidente escaso de políticos importantes en su entorno, le reservaría un sitio importante pero podría ser, es aún un misterio. En realidad, todo lo es, porque la victoria –que los émulos de Bianchi no festejan pero descuentan– no se ha producido aún. Y de producirse, porque nadie sabe cómo reaccionará un hombre desconfiado, bastante solitario, minoritario en su propio partido si –como auguran los sondeos– es catapultado al gobierno por una mayoría con pocos precedentes, en un marco institucional tan novedoso e inédito como la coalición que –habrá qué ver cuánto y cómo– llegará con él a la Rosada.

 

PRINCIPAL