Con un pantalonazo de Verón y un toque de Crespo después de una buena jugada colectiva, el cuadro de Bielsa superó a Brasil. Hubo momentos de toque y baile ante el delirio de la multitud. Redondo, Ayala, Samuel, Verón y Sorín fueron figuras. El martes volverán a jugar en Porto Alegre. |
Por Juan José Panno De la confrontación, entre los dos equipos y de la comparación de lo que produce el cuadro de Bielsa con o sin sus figuras principales seguramente brotarán con claridad las claves del partido de ayer. A saber:u Argentina jugó como si se tratara de una final y Brasil como si fuera un amistoso.u Argentina necesitaba la revancha del partido de la Copa América y Brasil sabía que perdiendo ayer tendría la chance del desquite tres días después.u Argentina tenía deudas pendientes con su público y Brasil, no.u Argentina sabe que hay pocos equipos en el mundo en condiciones de pintarle la cara a Brasil y jugó para ratificar que es uno de esos equipos. Brasil también sabe de lo que es capaz Argentina pero no supo o no pudo hacer demasiado para impedirlo.u Argentina lo tuvo a Redondo a pleno y Brasil contó con Rivaldo a medias. El cinco del Real Madrid ablandó con tres o cuatro murras al volante del Barcelona quien terminó jugando por la izquierda escapando de la marca.u Cuando Redondo se despreocupó del crack brasileño y se dedicó a jugar, todo el equipo entró en la misma órbita y el juego se hizo baile. Dicho de otro modo: Argentina tuvo un jugador que contagió fútbol y Brasil no tuvo ninguno.u Dida fue a buscarla dos veces adentro y padeció no menos de media docena de situaciones de gol. Bonano intervino mucho menos y no anduvo nada mal. u Ronaldo es mucho más jugador que Crespo, pero la pelota le llegó siempre torcida. Cuando consiguió por las propias un metro de ventaja, el palo le impidió el gol. Crespo, no jugó bien, pero tuvo tres goles servidos antes del que consiguió. u Con Redondo en la cancha, Argentina juega un poco con la suela y otro poco con la pelota bajo la suela; con Simeone sólo juega con el cuchillo entre los dientes.u Con Redondo en la cancha Verón crece en su juego, tal como había ocurrido en la mejor actuación de la era Bielsa, contra Holanda. u Argentina entendió mejor que en otras oportunidades que el remate de media distancia es un arma de ataque interesante. La referencia incluye un par de tiros más, al margen del pantalonazo de Verón que se convirtió en gol con la ayuda del pique y el resbalón del arquero tapado. Los brasileños no tuvieron demasiadas chances de pegarle desde afuera. u Ayala y Samuel la rompieron y mejoraron notablemente lo que habían hecho en la Copa América. Sorín, también. u En el partido de la Copa América, Ortega se cansó corriéndolo a Roberto Carlos. Ayer, Roberto Carlos, casi no pasó al ataque, aun con el partido O a 2. u Argentina, tal vez favorecida por un árbitro localista, protestó menos que otras veces y se dedicó a jugar.u En la suma de las actuaciones individuales Argentina sacó casi 20 puntos de ventaja.u En anteriores partidos de la selección la gente gritaba Maradona, Maradona para expresar el descontento. Ayer sólo gritaron el nombre del ídolo cuando descubrieron que estaba en la cancha.
ACERCA DE RIVALDO Y LA CAMISETA Por Juan Sasturain Antes del partido, Redondo que no es gil y ya no está para dejar pasar los trenes dijo dos cosas: que probablemente Rivaldo era el mejor jugador del mundo y que la camiseta de este partido contra Brasil no se la iba a dar a nadie. Dos cosas para decir una sola: vengo a ocupar mi lugar, a tomar posesión de un puesto y de un espacio físico 30 por 30, 900 cuadrados más o menos y virtual (seamos asquerosamente sentimentales): el corazón de la gente. Después, durante el partido fue coherente: primero, al que se la dio, literalmente, fue a Rivaldo. De salida le pegó tres patadas en diez minutos y otras tres después, diseminadas más empujones y desplazamientos varios en el lapso que completó el primer tiempo. Resultado: el notable Rivaldo se corrió a su derecha en el segundo tiempo zona Zanetti/Vivas y allí produjo aún menos, y por consabido no fue el mejor del mundo ni de la cancha ni del sectorcito de pasto monumental. El, mientras tanto, con la pelota ahora, sin pegar y jugando, desatado de marcas y atado a la pelota, hizo largamente los mejores minutos de fútbol personal en la Selección en mucho tiempo. En cuanto a la camiseta, Redondo también fue coherente: no se la dio a nadie ni a Bielsa, ni al lavarropas y esperemos que se la haya llevado a la casa y que no la devuelva. Es suya. Por fin la camiseta número cinco de la Selección está puesta donde debe estar. Porque ayer Fernando Redondo produjo una actuación notable, de ésas para recordar. Tal vez en el balance pueda discutirse que haya sido el mejor -fue Ayala para algunos, Sorín para otros, Samuel, Verón también en un equipo que anduvo genéricamente bien. Lo ejemplar estuvo dado por las circunstancias que el hombre se encargó de subrayar con alevosía: dónde, cuándo, cómo y contra quién. Porque Redondo jugó en Buenos Aires, no en otro lugar, para la gente que lo quería y no lo veía, para Passarella que no lo quiso ni ver, para Bielsa que lo vio y lo quiso. Y Redondo jugó ayer, no otro día; jugó ayer como jugó contra Holanda en Amsterdam, maneras de fichar en una parada de las que cuentan. Y además Redondo jugó como quien actor veterano y ducho va a hacer sin embargo un casting y muestra todo el repertorio por si las moscas: querés pierna fuerte, ahí tenés pierna fuerte; querés traslado seguro, ahí tenés traslado seguro; querés cambio de ritmo, pausa o aceleración, ahí tenés; querés manejo... ¿cuánto manejo querés? Tomá. Y todo eso lo hizo contra Rivaldo primero y contra Brasil (el descolorido o decolorado Brasil de ayer) siempre. Por todas esas circunstancias, por lo que el partido significó para él, por lo que significa él para la Selección y por lo que significa la Selección para los futboleros argentinos es clave lo que pasó en el Monumental.El segundo gol de Argentina marcó el punto de arranque de sus minutos inolvidables, ejemplares. En esa jugada, volcado sobre la izquierda y bien arriba, se asoció dos veces con Sorín previas pausa y pisada para fastidio de los impacientes del vértigo y clarificó lo que el lateral de River y el ayer lúcido Kili completaron para que Crespo tocara adentro. Argentina llegó al gol con el mismo criterio, signado por Redondo, con el que había empezado la jugada. Ese contagio es, paradójicamente, un síntoma de salud futbolera.
LO MAS POSITIVO DEL TRIUNFO Por Daniel Lagares Un 2-0 al Brasil completo siempre es un buen resultado. Pero no debe llamar a engaño. El ole, ole desmesurado de los últimos minutos no puede extenderse más allá de la circunstancia. El triunfo claro, justo y corto en las cifras bien puede cambiar dentro de 72 en Porto Alegre. Ni hoy fenómenos e indiscutibles estos elegidos por Bielsa ni mañana serán un desastre si pierden en la revancha. El objetivo es otro. Algunos lo ponen en las eliminatorias, otros en el Mundial 2002. Son metas lógicas, pero mínimas. El verdadero objetivo no está en los resultados a corto o largo plazo sino en la recuperación de una identidad futbolística. Sólo así el camino de las eliminatorias y del Mundial asiático será menos azaroso y rendirá más beneficios porque se retornará a abrevar en las fuentes históricas.Algo de eso hubo ayer en el 2-0 de Núñez y es eso lo que entusiasma. Una idea se anuncia a partir de la elección de los jugadores y Bielsa empezó a parar el equipo en Redondo-Verón. En el mejor Redondo aun con las licencias violentas que se tomó en el primer tiempo para detener a Rivaldo, impropias de su clase. Con el Verón en vías de desarrollo y no en la estrella de rock del Mundial 98 que jugaba con tanto desprecio como se movía fuera de la cancha. Una canchereada, un maltrato a un periodista era equivalente a un pelotazo absurdo y a poner los brazos en jarra en actitud de todo lo tengo que hacer yo. Este Verón, más maduro, más experimentado y más piola para explotar al máximo sus cualidades fue el que movió el equipo en la segunda puntada después del comienzo invariable en Redondo. Ya, en esas dos actitudes, hay un correlato con la actitud del técnico para elegirlos. Y por carácter transitivo la relación se extendió a otros jugadores: Roberto Carlos estuvo más preocupado en Ortega que Ortega en Roberto Carlos, como pasó en la Copa América. Zanetti entendió que traslada torpemente y se desprendió a un toque, Sorín comprendió que ir siempre quita sorpresa y que cuando se va, se va a definir.Hubo actuaciones de primer nivel. A las de Redondo y Verón se suma el espléndido partido de Ayala que paró todo, ganó cada mano a mano y hasta tuvo tres situaciones de gol claras. Samuel ratificó en la selección lo que es Boca y pagó la deuda con la celeste y blanca. Bonano fue arquero de selección. El Kily González dejó de ser agradable sorpresa para constituirse en jugador importante. Anduvo muy mal Crespo y flojo López, pero en su caso sin ayuda del sistema que le quitó tiempos y espacios para desequilibrar con su velocidad. Encerrado, López resta.Lo mejor del 2-0 es que se rehabilitó la idea de jugar en todo el terreno. Volvió el respeto por la pelota y por su destino seguro, por el ataque como primer mandamiento aun cuando el equipo ya estaba en ventaja con el gol de Verón y aun después de la definición de Crespo para buscar el tercero. Volvió la idea de imponer la propia sobre la ajena, aun cuando la ajena sea más reputada. Se ganó ayer. Se puede perder el martes. Que se mantenga la idea. Será la manera de ganar más seguido. Y si toca perder, por lo menos quedará levantada la bandera.
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