Por Roque Casciero
Para su
primer encuentro con el público porteño desde la publicación de Leche, su reciente
sexto disco, los Illya Kuryaki & the Valderramas eligieron un ámbito que poco tiene
que ver con la imaginería sugiere el álbum. Cemento puede ser el recinto ideal para
sumergirse en el pogo mientras tocan bandas como Almafuerte o Fun People, pero está a
años luz de los aromas exóticos, la danza desenfrenada al ritmo del funk, los
confortables sillones aterciopelados, las bolas de espejos y chicas en bikini de la
Leche Ku- ryaki. Y el público que sigue al grupo lo percibió: apenas había
unas 600 personas, mucho menos de lo esperado, a pesar de que el nuevo disco está por
llegar a la certificación de oro. Sin embargo, el dúo compuesto por Dante Spinetta
Salazar (se agregó el apellido materno) y Emmanuel Horvilleur se las compuso para hacer
mover el coolo a aquellos estoicos que se animaron a acercarse al destemplado local de San
Cristóbal.De entrada, la banda se propuso sumergir al público en la humedad
lácteo-sexual que transpira su nuevo álbum. O sea, menos rap y más funk cadencioso y
bailable, apoyado en la sólida base que conforman el baterista Sergio Verdinelli y el
joven bajista Francisco Fatorusso. Como escenografía, a ambos costados del escenario
había anaqueles (que simulaban heladeras) repletos de botellas blancas. Y blanco era el
color uniforme en las vestimentas de los músicos (particularmente llamativo resultaba el
tecladista Diego Bavasso, con un tapado de piel al más puro estilo Maradona). Pero el
ritmo era bien negro. Los primeros cuatro temas se sucedieron en el mismo orden que en
Leche. Esto es: Latin Geisha, el single radial Coolo,
Apocalipsis Wow! (que tiene un innegable destino de hit) y Wacho.
Una pequeña decepción: los coros femeninos que sonaban estaban grabados. Faltaron un par
de chicas sobre el escenario (en especial, si hubieran sido parecidas a las que pueblan el
arte de Leche), como para que el funk de los Illya Kuryaki estuviera completo.Con un
tercio del disco ya presentado, fue el momento de repasar viejas páginas. El funk monolítico
continuó con Jaguar House y la atmósfera se distendió con
Galaxia. Los Kuryaki se permitieron incluso una humorada sobre sus orígenes
improvisando el comienzo de Fabrico cuero, aquel rap adolescente que los dio a
conocer. Pero el público se tomó el chiste muy en serio: cientos de voces
femeninas, en especial gritaron la letra de la canción, que sabían de
memoria. Horvilleur, risueño, cortó la fallida broma con un anuncio que desanimó a las
fans: Queremos hacer un viaje al pasado, pero no tan atrás. La elección fue
pegar la sensualidad de Abismo con la potencia desatada de
Remisero (con la guitarra de Ricardo Verdirame cargando de electricidad el
ambiente), Chaco y Demolición. Antes de retirarse por primera
vez, los Kuryaki mostraron otro de los temas de Leche, Guerrilla
sexual, que incluyó la ¡triple! presentación de Fatorusso y el percusionista
Hubert Mono Reyes. Cada vez que terminaban sus solos, alguno de los vocalistas decía:
No, no me gustó; vamos de nuevo, y los músicos debían repetir, sin
evidenciar molestia alguna, sus certeras dosis de virtuosismo.Para los bises, los Kuryaki
decidieron volver a ponerse sexys: primero, Spinetta Zalazar cantó solo
Ruégame (un momento como para prender los encendedores) y enseguida retornó
el funk pegadizo, vía Jugo y Jennifer del Estero, pura fantasía
sexual con la actriz Jennifer López como protagonista.En el final de Leche, el legendario
Bootsy Collins, prestigioso invitado del disco, le encomienda a los Kuryaki una misión:
Mantengan el funk con vida, repite como un mantra. Y la dupla Spinetta
Salazar-Horvilleur parece determinada a llevar este sabor negro y bailable hasta las
últimas consecuencias. Incluso a pesar de Cemento. |