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La CGT, tras los fondosde las obras sociales

A través de un decreto, el Gobierno le dará el manejo de los fondos de redistribución en el 2000 a un grupo de sindicatos amigos.

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Por Raúl Dellatorre
t.gif (862 bytes)  Como si se tratara del Caballo de Troya de la obra La Ilíada, de Homero, el presidente Carlos Menem le pondrá la firma hoy a un decreto por el cual se designa a cinco sindicalistas de su propio cuño para manejar, a partir del 1º de enero del 2000, los 400 millones de dólares que recauda el Fondo de Redistribución de las Obras Sociales. La citada norma creará un ente tripartito para manejar dicha partida, que se conforma con la retención del 10 por ciento de todos los aportes por obra social que realizan trabajadores y empleadores. La CGT acordó con el Gobierno la designación de los representantes gremiales, que se sentarán junto a cinco delegados de la UIA (representación empresaria) y cinco del Gobierno. La apuesta es a instalar en el organismo público una fuerza de choque para negociar, desde una posición de privilegio, con las autoridades nacionales que surjan de los comicios de octubre. La carta de triunfo que Menem les puso en la manga a los sindicalistas, para la partida que éstos deban jugar frente a un eventual gobierno de la Alianza es la moneda de cambio que la actual administración ofrece en compensación por el no pago de deudas reclamadas por la CGT. Dicha demanda, superior a los 1000 millones de pesos, corresponde a fondos de redistribución no asignados a obras sociales, préstamos al PAMI del mismo origen y compensaciones por deudas asumidas durante la etapa de intervención militar a los sindicatos. El actual secretario de Prensa de la CGT, Carlos West Ocampo (del gremio de la Sanidad), ya estaría designado como titular del nuevo ente tripartito. Lo acompañarán en la representación gremial dirigentes de los gremios de trabajadores rurales, del gas, de los metalúrgicos y, eventualmente, de los trabajadores de la ex Obras Sanitarias, si el actual interventor de la Superintendencia del Seguro de Salud, José Luis Lingeri, consigue asegurar un puesto para su propio sindicato (Fentos). Los citados gremios, junto a Seguros y Comercio, han sido los más favorecidos en los últimos años por un sistema de reparto arbitrario, en la forma de subsidios y ayudas financieras, de los recursos del Fondo. La composición del nuevo ente busca garantizar dicha forma de privilegio. Armando Oriente Cavalieri, titular del gremio mercantil, fue quien fogoneó el acuerdo entre el Gobierno y la cúpula cegetista, con la pretensión de plantar un mojón en el organismo antes del desembarco del próximo gobierno. En cambio, fracasó en su intento por obtener aunque fuera una parte de los fondos por deudas reclamadas, y el reconocimiento (blanqueo) del resto. En la actual situación de las finanzas públicas, ese resultado (y la resistencia de Roque Fernández) eran previsibles. Cavalieri había amenazado con una denuncia judicial en caso de que el gobierno no concretara el pago de la deuda exigida. Dichos reclamos habían sido admitidos por el Gobierno –que incluso se comprometió a cancelarlos-, pero en circunstancias políticas distintas de las actuales. Fue cuando el presidente Menem necesitaba atraer a la cúpula sindical hacia sus intenciones reeleccionistas (1997/98) y se enfrentaba con Eduardo Duhalde, hacia quien se volcaban las preferencias de algunos de los gremios más poderosos de la CGT. Por otra parte, el acuerdo Menem-CGT busca cristalizar una situación que dejaría sin representantes a la otra central sindical, la CTA, y al sector disidente de la CGT, agrupada en el MTA. La CTA cuestionó, en una nota dirigida al Presidente de la Nación, el momento y la forma en que se designará a los administradores del ente tripartito, y tendió líneas hacia el duhaldismo y la Alianza para incorporarlos a la discusión. Sólo la segunda aceptó el convite, designando a un representante directo de Fernando de la Rúa para seguir el tema. El acuerdo para dictar el decreto de creación del ente tripartito para administrar el fondo de redistribución se alcanzó en la noche del sábado, en la quinta de Olivos, entre Menem y la cúpula cegetista. Dicho fondopercibe entre 30 y 40 millones de pesos mensuales, de los cuales debe asignar no más de ocho o nueve millones a cubrir las prestaciones de alta complejidad y tratamientos por adicciones de las obras sociales del sistema. El resto es el botín de guerra que la conducción de la CGT espera negociar con el próximo gobierno y la cúpula empresaria.

 

La cúpula de intocables

La cúpula cegetista logró resistir, durante los diez años del menemismo, diversos embates contra el manejo de los recursos que centralizaba anteriormente el Anssal y en la actualidad, la Superintendencia del Seguro de Salud. Desde su creación, este último organismo estaba destinado a perder el control del apetecido Fondo de Redistribución. Sin embargo, José Luis Lingeri, el ex titular de la Anssal que pasó a manejar la superintendencia, logró colocar a un hombre de su confianza en la Administración de Programas Especiales (APE), que pasó a manejar el fondo. Si se concreta la creación por decreto del ente tripartito, la cúpula sindical deberá compartir con los empresarios, además del Gobierno, las decisiones sobre el reparto de casi 30 millones de pesos mensuales, excedente del Fondo de Redistribución que actualmente se asigna arbitrariamente o bien es absorbido por el Tesoro Nacional. Varias veces dicha asignación fue puesta bajo la lupa, ya sea por incumplimiento de requisitos legales o porque, sospechosamente, el grueso de los fondos terminaron beneficiando a los sindicatos más afines al poder: ferroviarios, metalúrgicos, bancarios, mercantiles y del seguro.

 

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