Por Fabián Lebenglik
Cortar un
ojo en dos fue la imagen más violenta y elocuente que encontraron Buñuel y Dalí para
impactar en el espectador, cuando ambos se juntaron para hacer cine (El perro andaluz y La
edad de oro): tajear con una navaja el globo ocular frágil, resbaladizo y gelatinoso de
un perro, como si fuera el de un humano. El equipo surrealista quería reavivar la mirada
y transformar la percepción, para ver el mundo (el cine, el arte) con otros ojos.La
navaja sobre el ojo. Es el efecto de la pintura de Marcia Schvartz (Buenos Aires, 1955).
Colores chirriantes, formas en tensión, superficies ásperas, con aplicaciones. Todo
está erizado y es agudo en la obra de la Schvartz.Pinto cactus dice y
los cactus son la imagen de mi vida y de la de gente cercana. Las espinas, la carne, las
flores increíbles que crecen entre las espinas. Los cactus para mí tienen cuerpo, forma,
son todos distintos. Son diferentes modelos vivos. Esto se ve claramente en
Soroche, un cactus/escultura de 1997.Hay una atadura ideológica y conceptual
de la artista con la tradición y, al mismo tiempo, con las fronteras de la tradición, de
las formas y los géneros. El núcleo inicial de la obra de Schvartz desde fines de
la década del setenta hasta fines de los ochenta lo constituyen los retratos con
modelo donde se ponía en juego, de parte de la artista, casi como una herramienta de
conocimiento, una extraordinaria capacidad interpretativa de la imagen del otro. Cuando
abandona el modelo, la pintura se vuelve más abstracta, más sintética. La musculatura
se tensa, se exaspera. Y la síntesis produce una crispación en los colores, los planos,
las formas. De modo que al abandonar el modelo vivo, teniendo la memoria como guía, la
pintora deja de prestar atención al volumen y la profundidad virtuales, para jugarse por
la superficie. Más acá, en la segunda mitad de los noventa, las esculturas y objetos en
cerámica y los paisajes hechos con fibras textiles introducen nuevamente el volumen.La
exposición en el Museo de Bellas Artes se compone de paisajes y retratos pintados, de una
instalación gráfica de 41 serigrafías y de un par de esculturas (como El
zonda, una pieza en cerámica, de extraña belleza, heredera de las series de
vibrantes terracotas y cerámicas que hacía Lucio Fontana). Pero así como utiliza los
géneros históricos, como el paisaje, el tratamiento es de una audacia sorprendente. Esta
muestra es una buena oportunidad para que un público masivo conozca, por ejemplo, los
increíbles paisajes que la artista realiza dentro de cajas, con vellones de lana cruda y
teñida. Se trata de una serie de piezas que mostró sólo un par de veces anteriormente y
donde se produce a través de las fibras textiles un tratamiento pictórico del volumen
por medio de paisajes abstractos.La violencia estética de su obra está siempre
expandiendo los límites del gusto (del bueno, del malo, del propio y el ajeno) y se mete
a fondo con cuestiones tan básicas como la belleza y la muerte. En mi pintura
explica hay una imagen de la muerte, aunque no de manera obvia, como suele
hacerse acá, mostrando cuerpos amordazados y tirados en una zanja. Se trata de una vuelta
interna mía con la muerte, que a través de mi vida me pasó tan cerca. Quiero exorcizar
todo eso. Pienso mucho en la muerte cuando pinto, por mucha gente cercana. Trabajé con la
idea de la muerte joven, que en cierto modo es la muerte de mi propia juventud. En un
punto, desde mi perspectiva, con la muerte joven, se termina algo y ahora me toca otra
cosa. En la instalación gráfica El río es nuestra sangre. Nuestro río es
de sangre, la pintora vuelve sobre la relación entre el río, la muerte y su propia
vida. (En Bellas Artes, Libertador 1473, hasta el 11 de setiembre.)
Inauguran en la semana
Libros sin palabras, realizados en papel hecho a mano, por el taller de Silvia
Turbiner, desde ayer, en la Biblioteca Nacional, Agüero 2502.
Mariana Szulman, hoy, en Tobago, Alvarez Thomas 1368.
Sbernini, hoy, en Praxis, Arenales 1311.u José Gurvich, El
mundo íntimo de un artista, hoy, en el Centro Borges, Viamonte y San Martín.
Pilar Vigil, Montros, peponas y alambretes, esculturas y
objetos, hoy, en Galería van Riel, Talcahuano 1257.
Cofradía de la luz, muestra colectiva de fotógrafos
mexicanos, hoy, en el Museo Eduardo Sívori, avenida Infanta Isabel 555.
Alberto Otamendi, mañana, técnicas mixtas en El Taller, Serrano
1595.u Valeria Maculan, pinturas, mañana, en el Espacio Giesso Reich, Cochabamba 370.
Adriana Lestido, Amores difíciles, mañana, en el
Auditorio del Centro Cultural Recoleta, Junín 1930.
Adolfo Nigro, pinturas, mañana, en Van Eyck, Santa Fe 834.
Roger Mantegani, óleos y pasteles, mañana, en Palatina, Arroyo 821.
Luis Hourgras, pinturas, mañana, en Galería Arroyo, Arroyo 830.
María del Carmen Alvarez, Carpe diem, pinturas, mañana, en Adriana Budich,
Coronel Díaz 1933.
Luz Gainza, pinturas, mañana, en Clelia Speroni, Arenales 2529.
María Santiago, Propia esencia, pinturas, mañana, en la
Biblioteca popular de Olivos, avenida Maipú 2901.
Carlos Zaccari, La pantalla, el jueves 9, en el Centro
Cultural Recoleta, Junín 1930.
Arte de las Américas: el ojo del milenio, el 9, en el
Centro Recoleta.
Silvia Rocca, grabados, el 9, en el Centro Cultural San Martín,
Sarmiento 1551, Sala Alberdi, sexto piso. |
UNA INVESTIGACION SOBRE EL ARTE DE LOS 60
Documentación y visibilidad
Por F.L
El arte de los sesenta
sobre el que se polemiza eternamente respecto de su condición vanguardista en
relación con las vanguardias históricas cuestionó muchas cosas fuera del campo
del arte, pero también trabajó sobre el cuestionamiento interno de la producción,
concepción y percepción de todo el proceso llamado artístico. De manera
ostensible y al mismo tiempo paradójica era visible su progresiva desmaterialización, su
ruptura de los límites, géneros y técnicas, su ansia por estar fuera de caja.. El arte
conceptual, los happenings, las ambientaciones, el arte de los medios, el arte efímero,
todo fue parte de un desarrollo que llevó el arte fuera de sus marcos y espacios hasta
entonces tradicionales. Las obras estaban generalmente hechas para ser mostradas fuera de
los museos, por considerárselos mausoleos. Estaban especialmente pensadas y realizadas
para funcionar en relación directa con un contexto determinado y solían no tomar la
durabilidad (un valor del mercado de arte) como un valor. La investigadora María José
Herrera preparó y curó la exhibición En medio de los medios sobre ciertos aspectos del
arte de la década del sesenta que en estos días se presenta en el Museo Nacional de
Bellas Artes en la que se cuentan, se muestran, se hacen escuchar, se proyectan,
obras o restos de obras de Roberto Jacoby, David Lamelas, Cancela y Mesejean, Dalila
Puzzovio, Margarita Paksa, Eduardo Costa, Oscar Bony, Marta Minujin o la experiencia de
Tucumán arde, entre otras. Se trata de una muestra documental o del documento de un
documento, una muestra que está muy bien montada, porque lo que se muestra, en general,
está al borde de la invisibilidad o es el relato de una experiencia. Más que de una
investigación, la exposición es el resultado de un conjunto de investigaciones
interdependientes muy minuciosas, como si cada una fuera el capítulo de un libro, en el
que, de hecho, Herrera está trabajando.A su modo esta exposición se inscribe en la breve
pero intensa lista de muestras que durante la década que se termina ha revisado,
reconstruido, comparado, recuperado, restituido o informado sobre el arte de los sesenta,
fundamentalmente sobre lo que fue el Di Tella como núcleo y motor de la época, en
relación con el arte de los sesenta y también de los noventa. Todas estas muestras
analizan y valoran con sentido crítico un momento y una producción determinada que puso
el arte argentino en sincronía con el mundo.Esa lista, a la que En medio de los medios
debe sumarse, está integrada por las exposiciones 90-60-90 en la Fundación Patricios en
1993, Ver y Estimar, antes del Di Tella en 1994 en el MNBA; las muestra de Oscar Bony,
Fuera de las formas del cine y Sesenta metros de alambre tejido, en el Museo de Arte
Moderno (1998), Experiencias 68 en la Fundación Proa (1998), y la exhibición de Dalila
Puzzovio en el ICI (1998).En la muestra se pueden ver diferentes aproximaciones a las
experiencias y obras originales de aquella década: reconstrucción, restitución,
restauración, documentación... que siempre buscan recuperar el sentido que aquel objeto
o experiencia había tenido. (En Bellas Artes, hasta el 11 de setiembre.) |