Por Fernando Cibeira Desde Córdoba Aunque los candidatos
provinciales tengan que trabajar duro para buscar el triunfo, Fernando de la Rúa pudo
comprobar ayer que Córdoba es tierra fértil para el proyecto presidencial de la Alianza.
Lo notó en la concurrida caravana que recorrió la capital en compañía de la fórmula
para la intendencia, el radical Mario Negri, y el frepasista Horacio Viqueira. Antes de la
recorrida, un confiado De la Rúa descartó que su rival Eduardo Duhalde estuviera
descontando la ventaja que le lleva en los sondeos. Sé que a ellos les interesa
mucho mostrar encuestas favorables para levantar un poco el ánimo, sostuvo. Y
agregó: El único que dice que Duhalde acortó diferencias es un encuestador del
oficialismo.
Al radicalismo de Córdoba le costó lo suyo reconocer que el tiempo de las vacas gordas
había pasado y que si quería volver a la victoria debía aggiornarse a los nuevos
tiempos. Ahora todo lo que rodea a Negri tiene la simbología de la Alianza, en un intento
por mostrarse como la contracara del antialiancismo furioso del derrotado ex gobernador
Ramón Mestre. Para nosotros el valor Alianza significa mucho, explicó Negri,
que recordó como una traumática experiencia la elección a gobernador de
diciembre pasado que desalojó a la UCR del poder luego de 16 años.
Negri exhibía como un triunfo las encuestas que lo igualan al candidato a intendente de
Unión por Córdoba (PJ-UCeDé), el flamante vicegobernador Germán Kammerath, luego de
que en los comicios de diciembre la UCR perdiera por 13 puntos en el distrito capital. La
estratégica elección para la intendencia de Córdoba se realizará el 10 de octubre y
será el último examen electoral antes de los comicios presidenciales. A los aliancistas,
Kammerath se les presenta como un candidato incómodo, que no hace campaña tradicional y
cuya estrategia pasa por mostrarse gestionando la provincia junto al gobernador José
Manuel De la Sota. Sin embargo, Negri cuenta con la ventaja de la bien considerada
administración del intendente radical Rubén Martí, de quien se exhibe como heredero.
Kammerath es una incógnita, lo trató de ayudar De la Rúa y habló de las
dudas que dejó en su gestión como secretario de Comunicaciones de Carlos
Menem, sobre todo en lo referido a la adjudicación del servicio telefónico. No se
ajustaron a los pliegos y se encarecieron las tarifas, respondió cuando le pidieron
más precisiones.
Los candidatos se encontraron por la tarde en una estación de servicio cerca del punto de
inicio de la caravana. Supuestamente, allí De la Rúa vería el partido entre Brasil y
Argentina, pero nadie previó que en el lugar no había televisor. Luego de responder
preguntas de la prensa, el candidato presidencial salió en la búsqueda de una tele. La
encontró en un maxikiosco cruzando la avenida Vélez Sársfield. En minutos, el estrecho
local quedó invadido mientras el candidato presidencial tomaba un café y respondía
saludos. De la Rúa, aquí atrás, le dijo una señora que quería darle un
beso. Disculpe dijo el candidato, estaba pateando Rivaldo.
De la Rúa no descansa. Ayer explicó que su estilo para no caer en las encuestas es
recorrer provincias y lo está cumpliendo. El lunes estuvo en La Rioja, ayer en Córdoba y
hoy cerca de las cataratas, en Misiones. Luego le toca Jujuy y Salta y el domingo irá a
Corrientes para mantenerse cerca de Chaco, a donde espera cruzar a la noche para festejar
el casi seguro triunfo del gobernador Angel Rozas, que va por su reelección.
CHACHO, BELIZ, CAMPORA Y RODRIGUEZ EN LA UBA
Los muchachos la miran de lejos
Por Luis Bruschtein
Qué medidas tomará, si gana las elecciones, para mejorar la distribución de la
riqueza disparó un muchacho desde las graderías. Atajando los penales frente a los
estudiantes de la materia de Sociología, del primer año de la carrera de la UBA, estaban
Chacho Alvarez, Gustavo Beliz, Jesús Rodríguez y Mario Cámpora. La primera parte de la
respuesta fue un carraspeo de Alvarez, a quien iba dirigida la pregunta. Los cuatro
políticos se permitieron una sonrisa por el aprieto. La respuesta podía ser sencilla
pero demagógica, o complicada pero desalentadora.
Lo primero es reactivar la economía comenzó a explicar después
habría que hacer que el Estado pueda cobrar a los grupos que evaden impuestos. Son 30 mil
millones al año. Habría que cambiar la política impositiva para cobrar más a los que
tienen más, habría que construir un Estado capaz de devolver en obras y servicios esos
impuestos y habría que generar empleos...
La reunión, coordinada por Daniel Filmus, se efectuó anoche en el auditorio de la UBA
con motivo de la presentación del libro Los noventa, política, sociedad y
cultura editado por Eudeba y Flacso, con trabajos de Luis Quevedo, Héctor Poggiese,
Norbert Lechner, Alberto Minujin, Aldo Isuani, Pablo Semán, Silvia Agostinis, Martha
Mancebo, María Elena Redín, Patricia Alí, Pablo Vila, Ana Miranda, Wilfredo Lozano y el
propio Filmus. Los cuatro políticos y el coordinador se ubicaron en el foso del
anfiteatro repleto de muchachos. Mucha zapatilla, vaqueros y camperas. Muchos tomaban
extensos apuntes de las cuatro exposiciones. Una chica menudita, de anteojos, que había
llenado un cuaderno con una letra chiquita y apretada lanzó el segundo cañonazo:
Ustedes tienen en promedio 50 años más o menos y tendrán la responsabilidad de
representarnos, pero la verdad es que mi generación no cree en la política ni en los
políticos, ¿qué harán ustedes para recuperar esa credibilidad? Más sonrisas y
carraspeos. Chacho Alvarez expresó que uno de los fenómenos de la década de los
90, como consecuencia de la globalización, fue separar la economía de las
decisiones políticas y crear la sensación de que los centros de decisión estaban muy
lejos. También apuntó a la corrupción. Beliz explicó que no se trataba solamente de un
problema moral, sino también de resignificar las instituciones de acuerdo con la
nueva realidad. Por un lado, se vació el rol de las instituciones como el
Estado dijo y por el otro no pueden tener el mismo sentido que tenían
antes.
El calibre no bajó. Una señora planteó cómo podían los políticos retomar el contacto
directo con la gente en vez de hacerlo a través de los medios. Otra fue por la deuda
externa. ¿Cómo van a luchar contra la exclusión los políticos que se quedan con
una jubilación de privilegio?, es pedirle al lobo que se haga vegetariano preguntó
un muchacho.
Alvarez había centrado su exposición en la necesidad de prestigiar a la política como
la única forma de mejorar la sociedad y en la importancia de la educación. Mario
Cámpora, asesor de Eduardo Duhalde, fue crítico con respecto a quienes tomaron la
globalización como única ideología posible y destacó la necesidad de retomar el
interés nacional como eje de la política. Beliz insistió en la búsqueda de nuevas
formas de representatividad y en darle un nuevo rol al Estado. Y Rodríguez se refirió a
la pobreza y la exclusión que generó este modelo.
Las cuatro exposiciones fueron seguidas con atención y en silencio. Y las preguntas, si
bien duras, se hicieron con respeto. No eran militantes de agrupaciones sino estudiantes
comunes. Pero que los estudiantes de Ciencias Sociales rechacen la política es como si
los de Derecho no creyeran en la Justicia, lo cual también es probable. En ese sentido,
el acto de presentación del libro coincidió con sus diagnósticos.
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