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De la Rúa busca que la Alianza
gane donde perdió el radicalismo

La victoria de De la Sota precipitó la formación de la Alianza en Córdoba. Ayer De la Rúa hizo campaña al puro estilo aliancista.

Fernando de la Rúa se hizo un rato para mirar el partido.
Fue durante una caravana que hizo por la capital cordobesa.

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Por Fernando Cibeira Desde Córdoba

t.gif (862 bytes) Aunque los candidatos provinciales tengan que trabajar duro para buscar el triunfo, Fernando de la Rúa pudo comprobar ayer que Córdoba es tierra fértil para el proyecto presidencial de la Alianza. Lo notó en la concurrida caravana que recorrió la capital en compañía de la fórmula para la intendencia, el radical Mario Negri, y el frepasista Horacio Viqueira. Antes de la recorrida, un confiado De la Rúa descartó que su rival Eduardo Duhalde estuviera descontando la ventaja que le lleva en los sondeos. “Sé que a ellos les interesa mucho mostrar encuestas favorables para levantar un poco el ánimo”, sostuvo. Y agregó: “El único que dice que Duhalde acortó diferencias es un encuestador del oficialismo”.
Al radicalismo de Córdoba le costó lo suyo reconocer que el tiempo de las vacas gordas había pasado y que si quería volver a la victoria debía aggiornarse a los nuevos tiempos. Ahora todo lo que rodea a Negri tiene la simbología de la Alianza, en un intento por mostrarse como la contracara del antialiancismo furioso del derrotado ex gobernador Ramón Mestre. “Para nosotros el valor Alianza significa mucho”, explicó Negri, que recordó como una “traumática experiencia” la elección a gobernador de diciembre pasado que desalojó a la UCR del poder luego de 16 años.
Negri exhibía como un triunfo las encuestas que lo igualan al candidato a intendente de Unión por Córdoba (PJ-UCeDé), el flamante vicegobernador Germán Kammerath, luego de que en los comicios de diciembre la UCR perdiera por 13 puntos en el distrito capital. La estratégica elección para la intendencia de Córdoba se realizará el 10 de octubre y será el último examen electoral antes de los comicios presidenciales. A los aliancistas, Kammerath se les presenta como un candidato incómodo, que no hace campaña tradicional y cuya estrategia pasa por mostrarse gestionando la provincia junto al gobernador José Manuel De la Sota. Sin embargo, Negri cuenta con la ventaja de la bien considerada administración del intendente radical Rubén Martí, de quien se exhibe como heredero.
“Kammerath es una incógnita”, lo trató de ayudar De la Rúa y habló de las “dudas” que dejó en su gestión como secretario de Comunicaciones de Carlos Menem, sobre todo en lo referido a la adjudicación del servicio telefónico. “No se ajustaron a los pliegos y se encarecieron las tarifas”, respondió cuando le pidieron más precisiones.
Los candidatos se encontraron por la tarde en una estación de servicio cerca del punto de inicio de la caravana. Supuestamente, allí De la Rúa vería el partido entre Brasil y Argentina, pero nadie previó que en el lugar no había televisor. Luego de responder preguntas de la prensa, el candidato presidencial salió en la búsqueda de una tele. La encontró en un maxikiosco cruzando la avenida Vélez Sársfield. En minutos, el estrecho local quedó invadido mientras el candidato presidencial tomaba un café y respondía saludos. “De la Rúa, aquí atrás”, le dijo una señora que quería darle un beso. “Disculpe –dijo el candidato–, estaba pateando Rivaldo.”
De la Rúa no descansa. Ayer explicó que su estilo para no caer en las encuestas es recorrer provincias y lo está cumpliendo. El lunes estuvo en La Rioja, ayer en Córdoba y hoy cerca de las cataratas, en Misiones. Luego le toca Jujuy y Salta y el domingo irá a Corrientes para mantenerse cerca de Chaco, a donde espera cruzar a la noche para festejar el casi seguro triunfo del gobernador Angel Rozas, que va por su reelección.

 


 

CHACHO, BELIZ, CAMPORA Y RODRIGUEZ EN LA UBA
Los muchachos la miran de lejos

Por Luis Bruschtein

t.gif (862 bytes) “Qué medidas tomará, si gana las elecciones, para mejorar la distribución de la riqueza” disparó un muchacho desde las graderías. Atajando los penales frente a los estudiantes de la materia de Sociología, del primer año de la carrera de la UBA, estaban Chacho Alvarez, Gustavo Beliz, Jesús Rodríguez y Mario Cámpora. La primera parte de la respuesta fue un carraspeo de Alvarez, a quien iba dirigida la pregunta. Los cuatro políticos se permitieron una sonrisa por el aprieto. La respuesta podía ser sencilla pero demagógica, o complicada pero desalentadora.
“Lo primero es reactivar la economía –comenzó a explicar– después habría que hacer que el Estado pueda cobrar a los grupos que evaden impuestos. Son 30 mil millones al año. Habría que cambiar la política impositiva para cobrar más a los que tienen más, habría que construir un Estado capaz de devolver en obras y servicios esos impuestos y habría que generar empleos...”
La reunión, coordinada por Daniel Filmus, se efectuó anoche en el auditorio de la UBA con motivo de la presentación del libro “Los noventa, política, sociedad y cultura” editado por Eudeba y Flacso, con trabajos de Luis Quevedo, Héctor Poggiese, Norbert Lechner, Alberto Minujin, Aldo Isuani, Pablo Semán, Silvia Agostinis, Martha Mancebo, María Elena Redín, Patricia Alí, Pablo Vila, Ana Miranda, Wilfredo Lozano y el propio Filmus. Los cuatro políticos y el coordinador se ubicaron en el foso del anfiteatro repleto de muchachos. Mucha zapatilla, vaqueros y camperas. Muchos tomaban extensos apuntes de las cuatro exposiciones. Una chica menudita, de anteojos, que había llenado un cuaderno con una letra chiquita y apretada lanzó el segundo cañonazo:
“Ustedes tienen en promedio 50 años más o menos y tendrán la responsabilidad de representarnos, pero la verdad es que mi generación no cree en la política ni en los políticos, ¿qué harán ustedes para recuperar esa credibilidad?” Más sonrisas y carraspeos. Chacho Alvarez expresó que uno de los fenómenos de la década de los ‘90, como consecuencia de la globalización, fue separar la economía de las decisiones políticas y crear la sensación de que los centros de decisión estaban muy lejos. También apuntó a la corrupción. Beliz explicó que no se trataba solamente de un problema moral, sino también de “resignificar las instituciones de acuerdo con la nueva realidad”. “Por un lado, se vació el rol de las instituciones como el Estado –dijo– y por el otro no pueden tener el mismo sentido que tenían antes”.
El calibre no bajó. Una señora planteó cómo podían los políticos retomar el contacto directo con la gente en vez de hacerlo a través de los medios. Otra fue por la deuda externa. “¿Cómo van a luchar contra la exclusión los políticos que se quedan con una jubilación de privilegio?, es pedirle al lobo que se haga vegetariano” preguntó un muchacho.
Alvarez había centrado su exposición en la necesidad de prestigiar a la política como la única forma de mejorar la sociedad y en la importancia de la educación. Mario Cámpora, asesor de Eduardo Duhalde, fue crítico con respecto a quienes tomaron la globalización como única ideología posible y destacó la necesidad de retomar el interés nacional como eje de la política. Beliz insistió en la búsqueda de nuevas formas de representatividad y en darle un nuevo rol al Estado. Y Rodríguez se refirió a la pobreza y la exclusión que generó este modelo.
Las cuatro exposiciones fueron seguidas con atención y en silencio. Y las preguntas, si bien duras, se hicieron con respeto. No eran militantes de agrupaciones sino estudiantes comunes. Pero que los estudiantes de Ciencias Sociales rechacen la política es como si los de Derecho no creyeran en la Justicia, lo cual también es probable. En ese sentido, el acto de presentación del libro coincidió con sus diagnósticos.

 

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