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OPINION
Presiones y disimulos
Por Martín Granovsky

Anoche, el canciller paraguayo José Félix Estigarribia le informó a Guido Di Tella que estaba conforme con la mudanza forzada de Lino César Oviedo. Los diplomáticos argentinos dicen percibir que el gobierno de Asunción se siente mucho más tranquilo ahora, cuando sabe que Oviedo cazará jabalíes en La Pampa en vez de recibir dinosaurios en Moreno.
El cambio de escenario solo fue posible después de una tremenda presión nacional e internacional sobre Carlos Menem. Miguel Saguier, el primer canciller de Luis González Macchi, lo reclamó en su primera visita a la Argentina. Llegaron hasta aquí dos comisiones bicamerales. Vinieron los familiares de las víctimas en la masacre de la plaza contigua al Congreso. Por ese crimen, y por el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, está acusado Oviedo. Viajó el procurador paraguayo. El vicecanciller Carlos Mateo Balmelli en persona trajo el pedido de extradición formulado por la Justicia. El presidente de Paraguay denunció que Oviedo usaba su asilo argentino para conspirar. Y los legisladores paraguayos revelaron una presunta sociedad entre testaferros de Menem y Oviedo y Yacyretá. También, como se informa en estas mismas páginas, que Oviedo trama un golpe de Estado y Menem no lo ignora.
Seis meses después del asesinato de Argaña, la renuncia del presidente Raúl Cubas Grau y el cambio de gobierno, no existe ningún indicio, siquiera leve, de que la Argentina recibió a Oviedo porque lo negoció con el presidente Luis González Macchi. Hoy está claro que Cubas viajó a Brasil por acuerdo de Paraguay con Fernando Henrique Cardoso y que Oviedo vino a la Argentina con la bendición de Menem pero sin el O.K. paraguayo. Cuando comentan la diferencia, funcionarios argentinos suelen ampararse en una suerte de razón de Estado, que permitiría solidarizarse con la magra democracia paraguaya. Dicen esto: “Paraguay pide la extradición de Oviedo, pero de verdad no la quiere, porque Oviedo allá le complicaría la vida a González Macchi”.
Hasta el momento, sin embargo, tampoco hay datos precisos que avalen el ejercicio de psicoanálisis diplomático. En cambio abunda información sobre la sintonía con Oviedo que el Gobierno jamás desmintió.
Un ejemplo: Andrés Antonietti, actual embajador en Uruguay, estuvo en Asunción desayunando con el general golpista mientras un grupo de tareas disparaba sobre Argaña.
La moderna figura del refugio, que requiere el monitoreo de las Naciones Unidas para proteger a un perseguido, es superior a la del asilo. Pero, más allá de esa diferencia, citar una institución noble como el asilo para disfrazar la colaboración con un buen amigo es malo para el asilo. Suena igual que disimular el deseo de ascender a dos marinos que torturaron sosteniendo que el Presidente que los asciende fue una víctima de la dictadura.

 

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