Por Fernando DAddario Un plan simple, ir a Francia
para una serie de actuaciones, provocó hace 25 años en una familia argentina un cambio
de vida que pulverizó para siempre las coordenadas de tiempo y lugar. Para el Tata
Cedrón, eje de esta historia, la década del 70 sigue taladrando la memoria, y el
encanto de las calles parisinas no consigue diluir los recuerdos del barrio de la Boca.
Hasta ahí, una postal de nostalgia porteña en el exilio francés. Pero el Cuarteto
Cedrón, que tiene una carrera hecha en Francia y que todos los años (como si fuera un
eterno aviso de retorno) vuelve al menos un mes para presentarse en Buenos Aires, fue
disparador de nuevas historias, amparadas por ese extraño exorcismo del desarraigo que
significa hacer tango en Europa. Román Cedrón (contrabajo), Emilio Cedrón (violín) y
Manuel Cedrón (bandoneón) son, respectivamente, hijos y sobrino de Tata. Integran, junto
al histórico Miguel Praino (viola), el grupo que se está presentando todos los fines de
semana de setiembre en el Foro Gandhi. Salvo el que comienza el 16, que estarán en
Brasil. César Stroscio, por su parte, es miembro fundador del conjunto (por entonces un
trío), y en 1988 emprendió su propio camino. Ese nuevo camino se llama, desde hace 8
años, Trío Esquina, integrado, además, por el guitarrista argentino Claudio Pino
Enríquez y el contrabajista francés Hubert Tissier. También ellos están actuando en
Buenos Aires este fin de semana (hoy, mañana y el sábado a las 21.30 en San Telmo Arte
Club, Cochabamba 370), con lo cual esta ciudad se convierte por un ratito en la sucursal
del tango argentino en París, algo que suena extraño. Lo que yo viví a los 12, 13
años no se lo deseo a ningún chico. Era muy denso para nuestra edad. Teníamos demasiada
información, dice Román, el más grande de los Cedrón Jr. Tenía 10 años cuando
comenzó el exilio parisino. Su hermano Emilio era un bebé de meses. El Tata, militante
de la izquierda peronista, había dejado en Buenos Aires un puñado de familiares y amigos
que empezaban a sufrir los efectos de la Triple A primero y de la dictadura militar
después. Aquellos años de confraternidad caótica entre los Cedrón, y los amigos de
Cedrón, y los parientes de Cedrón, han sido genialmente retratados por Julio Cortázar
en el cuento Lucas, sus amigos, incluido en su libro Un tal Lucas. Allí,
entre filosas y divertidas observaciones sobre el desorden argentino en París, Cortázar
aseguraba que una noche con los Cedrón es una especie de resumen sudamericano que
explica y justifica la estupefacta admiración con que los europeos asisten a su música,
a su literatura, a su pintura y a su cine o teatro. Román cuenta: A mamá no
le gustó mucho ese cuento, pero... sí, era todo un quilombo, porque en el departamento
entraban y salían argentinos todo el tiempo. Yo me acuerdo de las larguísimas
conversaciones entre mi viejo y Cortázar, se quedaban hasta cualquier hora tratando de
arreglar el mundo y yo escuchaba. Hace muy pocos años que empecé a hablar yo
también. Manuel, el sobrino, anduvo por Venezuela y Buenos Aires, y recién hace
siete años recaló en París. El también tiene recuerdos de aquellos tiempos: Yo
era muy chico, pero me acuerdo que llegaban informaciones cruzadas. Que torturaron a
éste, no lo torturaron, de repente habían matado a un familiar y al día siguiente lo
desmentían y en realidad habían matado a otro. Cabe agregar que Jorge, uno de los
Cedrón, cineasta (a quien Miguel Briante definió alguna vez como un surrealista
militante) apareció muerto por aquel tiempo en una comisaría de París, en
circunstancias nunca aclaradas. Tanto Stroscio como los chicos de Cedrón evidenciaron en
su momento un quiebre (siempre en buenos términos) con el líder del grupo. Stroscio, en
su nuevo proyecto, propone un esquema estilístico distinto. Si el cuarteto abrevaba en el
tango-canción y en la recreación pintoresca de viejas milongas arrabaleras, las nuevas
búsquedas de Stroscio encuentran sustento en la experimentación de Eduardo Rovira, sin
desdeñar interesantescomposiciones propias y de Pino Enríquez. Este cambio, que podría
haber sido traumático en Buenos Aires, no lo fue en París. Es que allá existe una
apertura que en Buenos Aires sería imposible dice en diálogo con Página/12.
Ellos no están empapados de nuestra interna. Y les resulta natural que combines a Rovira
con Cobián. No encuentran una diferencia sustancial, y no por desconocimiento, sino por
desprejuicio. Eso te da más libertad para trabajar. Desde 1998, el grupo integra el
staff del Festival de World Music WOMAD, de Peter Gabriel (Para los
europeos todo lo que no es europeo es world music, y el tango también) y en Francia
tienen buen predicamento en el circuito jazzero. Sin embargo, quiere tocar acá:
Después de tanto tiempo, volver a tocar a Buenos Aires no es un desafío sino un
orgullo. En Francia nos va bien, pero yo necesito ver qué le parece a mi gente la música
que yo hago. Cuando el grupo de Cedrón se fue a Francia, recuerda, no nos
querían los vanguardistas porque estábamos con el tango-canción y reivindicábamos las
viejas milongas, y tampoco nos querían los tradicionalistas porque musicalizábamos a
poetas para ellos raros.Los chicos de Cedrón, que se criaron en Francia como
argentinos, convivieron con la nostalgia, pero no actúan en función de ella, y allí
radica el quiebre generacional. Tata vive en París y viene cada tanto a tocar a
Buenos Aires, pero en algún lugar de sí mismo tiene incorporada la idea de volver a
vivir a la Argentina. Todos los que se fueron de algún modo piensan en volver. Nosotros
no, asegura Manuel. Emilio dice que no se siente ni francés ni argentino y que
dentro de un año podría estar en cualquier parte. A los 15 años era punk,
tocaba el violín y en la casa familiar escuchaba los viejos discos de Los Chalchaleros.
Ahora está enganchado con la música hindú, mientras toca las creaciones de Tata sobre
poemas de Tuñón y Gelman. Y dice, también, que escuchar el sonido del teléfono a la
madrugada lo sobresalta, porque en aquella época, cada vez que sonaba a esa hora,
eran malas noticias. De cualquier modo, y más allá del internacionalismo musical,
saben que hay tejidos emocionales que no se deshacen así nomás. Y lo saben porque
durante mucho tiempo teníamos que ir hasta negocios tipo Harrods para
conseguir yerba para el mate, y que no hay como las empanadas de Tata, y los ñoquis
del padre de Manuel. Pero, ¿volver? No, ¿para qué? Nosotros vamos y venimos
cuando queremos. No estamos atados a nada.
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