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ALLANARON TRES CASINOS CLANDESTINOS
QUE FUNCIONABAN A 200 METROS DE LA ROSADA
Un garito en el centro del poder 1/30

Eran tres departamentos en el corazón de Puerto Madero. Tras el allanamiento, quedaron demoradas 176 personas, entre clientes paquetes y empleados. José Alberto Barmaimon fue imputado como capitalista. Para el salón VIP, donde las apuestas partían de 500 pesos, los clientes firma-ban cheques en blanco.

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Hombres de Prefectura retiraron mesas de juego, cuando los clientes aún esperaban ser liberados.

Por Cristian Alarcón y Mariana Carbajal

t.gif (862 bytes) Tras la fachada fashion del dique 3 de Puerto Madero hasta ayer sonaban, cual música funcional, las ruletas, el plástico sonido de las fichas al amontonarse, los no va más de los croupier y las cartas de los empedernidos del black jack o el punto y banca. Incluso el batifondo electrónico de un par de máquinas bastardas. La buena racha de tres garitos de lujo, entre ellos uno VIP, terminó con tres allanamientos y 176 demorados entre apostadores rasos, señoras perdidas por el juego, cafishios, custodios, un tour de orientales y camareras que trabajaban también como vendedoras de sexo. El lugar funcionaba –administrado por un capitalista con antecedentes– hacía por lo menos un año y para todos los targets. En los salones comunes la ficha mínima costaba un peso. En el VIP, donde por noche circulaban más de cien mil dólares, para sentarse a las mesas de naipes había que comenzar por 500. Pero los clientes de apuestas fuertes nunca llevaban efectivo a la cueva. La Justicia secuestró en el departamento del supuesto dueño del negocio decenas de chequeras firmadas en blanco, pagarés e hipotecas de casas tan caras como los propios lofts del puerto. La cifra mensual de apuestas llegaría a los dos millones.
Al desconcierto inicial de los jugadores, que siguieron apostando cuando el allanamiento ya había empezado pasada la medianoche, le siguió a la madrugada el hartazgo de la alta burguesía apostadora. A eso de las cinco, la hora en que normalmente terminaba la jornada, las señoras que debatían su suerte en el departamento 6 de la planta baja de Alicia Moreau de Justo 740, se quejaban ante los fiscales del dolor de pies, querían volver a casa. En el operativo participaron los fiscales Marcelo Martínez Burgos y Angel Nardiello junto a unos cien hombres de Prefectura Naval, incluido el grupo especial Albatros. Los allanamientos continuaron en un loft al 846 de la misma calle, para terminar con el departamento del cuarto piso de la unidad funcional “Barbus”. Ese loft –donde sólo encontraron una ruleta que estaba siendo reparada– es propiedad de Juan Cruz Avila, el hijo del empresario mediático Carlos Avila. Hasta anoche no había imputaciones para el heredero. Un representante legal de Torneos y Competencias le dijo a Página/12 que Avila alquila el loft en el que vivió él mismo hasta enero a Ariel Barmaimon, hijo del hombre imputado como capitalista de juego de los casinos, José Alberto Barmaimon. El dato dio paso a tantas especulaciones como famosos con fama de jugadores hay en las agendas de los especialistas del chisme.
El único imputado como capitalista del casino es Barmaimon padre, quien tendría más de un antecedente como administrador del ramo. Fuentes policiales contaron a Página/12 que hace más de tres años el hombre perdió otros salones del tipo instalados en un coqueto sector de Palermo. Y señalaron también que sería el dueño de un casino más, en el corazón de Congreso. Barmaimon, su mujer y sus hijos, estaban en el VIP en el momento de los allanamientos, ordenados por la jueza en lo correccional Ana María Bulacio Núñez de Rúa y anoche esperaban ser liberados. La familia tendría cierta experiencia en el negocio. De hecho ayer no había acuerdo entre las fuentes consultadas por este diario sobre la antigüedad del casino del puerto. Prefectura sostuvo que funcionaba “hace unos meses”. Fuentes judiciales dijeron que “hacía por lo menos un año”. La cuestión suscitó ayer discusiones sobre por qué podrían haber permanecido abiertos tanto tiempo sin la complicidad de una fuerza de seguridad. La explicación oficial es: “Fue muy difícil dar con los departamentos porque tenían un aceitado sistema de campanas”.
El negocio funcionaba en horas en que las oficinas de Puerto Madero están vacías: de 21 a 5 AM. Y por cada uno de los garitos trabajaban por lo menos cuatro custodios, que eran a su vez campanas y recepcionistas. Dos de ellos son ex policías bonaerenses. La mayoría de los clientes eran caras conocidas, los llevaba un guía de turismo en contingentes o seidentificaban a través de una contraseña. “Hola, vengo de parte de Micky”, era la frase que abría todas las puertas. Tras la del salón VIP había cuatro mesas de ruleta y cuatro de punto y banca y black jack. Allí, en un escritorio, se encontraron cuadernos oficio de tapas duras en los que se asentaba, al estilo de los almaceneros, las apuestas y las deudas de cada cliente que llegan a las decenas de miles mensuales. En el mismo salón, entre otras especias secuestraron menos de cinco gramos de cocaína, que originarán una nueva causa en el fuero federal, por tenencia de droga. En el VIP de Barmaimon se podía también comer y beber. El servicio de catering incluía canilla libre de champagne importado, canapés de salmón, jamones y en la mesa de dulces, mousses y tortas de varios gustos. Pegado al VIP, al 740 de Moreau de Justo, funcionaba un salón más chico para los clientes de medio pelo. Allí funcionaban una ruleta, dos mesas de naipes, una ruleta electrónica, dos máquinas de pocker y una de carreras de caballos. Un poco más al sur, al 846, apostaban los más pobres. El servicio de comida se limitaba allí al pebete de jamón y queso. Y las fichas más baratas para las dos ruletas eran de un peso. Allí la cuenta corriente no corría. Las chicas eran menos bellas. Y los datos de esos jugadores no aparecieron en el allanamiento al departamento de Barmaimon en Libertador 2233, noveno piso, donde Prefectura encontró pagarés, hipotecas y una montaña de chequeras firmadas en blanco que eran dejadas por los jugadores como garantía. Sería allí donde a cambio de efectivo, durante el día se les abría a los grandes apostadores una cuenta corriente para que jugaran sin preocupaciones por la noche.

 

Título: “Cuidate por esa foto”

Los tres hombres y las dos mujeres orientales se espantaron ante las cámaras y huyeron al grito de lo que parecían tremendos insultos. Salían del edificio Centinela, como tuvieron que hacerlo la mayoría de los 176 detenidos en el allanamiento a los casinos truchos. Dio la nota una mujer escondida tras una capucha que decía “yo venil a visital” cuando se estrelló contra un árbol y, como maldecida por los dioses, terminó enredándose en el cablerío televisivo hasta dar con el suelo. Menos chaplinesco estuvo el hombre con pinta de padrino que quiso engañar con una credencial y diciendo que era personal de Prefectura. Fotografiado de todas formas amenazó al fotógrafo de este diario al grito de “ahora por esa foto cuidate. Yo soy de Presidencia”.
Mala idea la del jugador acosado. La jauría se le tiró encima y lo corrió durante cuadra y media, mientras desde un taxi sus compinches, más discretos, le decían “¡Dale boludo! ¡Pará de correr! ¡Subí al auto!”. Cosa que consiguió tarde, dificultado por el saco en el que intentaba ocultar una cabeza difícil. Avanzada la siesta, los jugadores escrachados multiplicaron las caretas. Se impuso como tendencia la bolsa de polietileno negra con dos agujeros en los ojos. Uno con esa táctica fue el que terminó revoleando piñas como un ninja con problemas motrices, mientras amenazaba: “¡Si me sacás te mato!”.


Entre espejos y minis

La decoración del salón VIP de los casinos de Puerto Madero incluía, por supuesto, una moquette de esas en las que los pies se hunden. Esta vez de color negro. La inversión de los administradores del garito de lujo incluyó detalles tales como espejos de cristal en los techos, cuya funcionalidad nadie lograba explicar ayer entre los investigadores. De los espejos, obvio, colgaban importantes arañas. Y los muebles eran, como deben ser, de roble. Nada se podía percibir, dicen las fuentes que realizaron la investigación previa, desde afuera de los lofts del puerto, donde el acceso a los edificios es restringido. Nadie se explica cómo se disimulaba a los contingentes de turistas, que eran llevados, de a grandes grupos, hasta el vicio en esta versión clandestina.
La custodia de los garitos funcionaba como una especie de recepción en terreno. Antes de ingresar a los diques eran interceptados por uno de los entre 8 y 10 hombres asignados a esa tarea. Si eran conocidos de la casa, sólo se les permitía el paso, y ellos mismos llegaban hasta el departamento. Si no, se los acompañaba, se les ayudaba a quitar los sacos, y se les hacía recorrer el lugar, hasta que quedaban en manos de quien hablaba con ellos de dinero. Más tarde, con sobriedad y sin llamar la atención de la clientela, tambien se les ofrecían a algunos las chicas que repartían fichas, quienes llevaban unas minis cortísimas, casi tan obvias como el mobiliario.


VACIO LEGAL PARA REPRIMIR EL JUEGO CLANDESTINO EN LA CIUDAD
Fiscales en busca de quien los escuche

Por M. C.

t.gif (862 bytes) El operativo en Puerto Madero no sólo reveló el funcionamiento de tres casinos clandestinos a metros de la Casa Rosada: también dejó al desnudo un virtual vacío legal para reprimir el juego ilegal en Buenos Aires. Según trascendió en Tribunales, sólo un puñado de jueces en lo Correccional de la Capital Federal –entre ellos la jueza que ordenó los allanamientos de ayer– consideran que tienen competencia para controlarlo. La mayoría, en cambio, interpreta que le corresponde al ámbito de la justicial local. Pero como todavía la Legislatura porteña no dictó ninguna norma que penalice al juego clandestino, los fiscales contravencionales tienen las manos atadas para actuar.
El decreto-ley 6618 que aplicó ayer la jueza Ana María Bulacio Núñez de Rúa rige desde 1957. La norma castiga al capitalista y a los apostadores con multas que oscilan entre 2.500 y 12.500 pesos, o en su defecto, con prisión de 2 meses a 1 año, en caso de que sea la primera vez que se cometa la infracción. La pena se eleva a 17.500 pesos en la primera reincidencia y a 30.000 pesos en la segunda. Pero esta última sanción también debe acompañarse por reclusión de hasta 2 años.
“El problema es que existe una discusión sobre si el decreto-ley 6618 es aplicable o no, ahora que la ciudad es autónoma”, confió una fuente judicial. Ante este virtual vacío legal, los fiscales contravencionales vienen reclamando a los legisladores porteños la sanción de una ley que les permita tener competencia para reprimir el juego ilegal.
En la Legislatura las posiciones están divididas: para algunos diputados el juego clandestino debería encuadrarse como una contravención, mientras que otros lo definen como falta. La diferencia sustancial radica que en el segundo caso, no sólo se castiga al individuo infractor (es decir, al capitalista), sino también a la persona jurídica, lo que significa que la pena podría alcanzar a una sociedad anónima o de responsabilidad limitada que esté detrás del negocio.
Un proyecto del vicepresidente del cuerpo, Aníbal Ibarra, que consideraba al juego clandestino como una contravención tuvo preferencia para ser tratado a fin de 1998, pero finalmente perdió estado parlamentario. Este año Ibarra presentó otra iniciativa similar, que aún no fue debatida. El proyecto prevé un castigo de hasta 30 días de arresto y una multa.
En la Comisión de Justicia, por otra parte, se está discutiendo un nuevo código de faltas, acorde con la Constitución porteña, que contempla la sanción del juego ilegal y lo penaliza con multas que llegan a los 10.000 pesos.

 

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