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Por Hilda Cabrera En su reiterado adiós a la escena, el actor Vittorio Gassman elige multiplicar sus experiencias de vida y de ficción. Detenerse sin demasiada nostalgia en algún tramo de su propia historia y recordar al público que su profesión es pura apariencia, que en ésta las verdades son mentiras, pero mentiras sinceras, como dice el título de uno de los cuadros que conforman Laddio del mattatore. El oficio se convierte así en una espiral hacia el infinito, y aunque lo representado se aleje de lo vivido, siempre seduce, como sedujo Gassman en la función de estreno del jueves, a cuya finalización se lo designó ciudadano ilustre de Buenos Aires. El actor supo en este encuentro convertir palabras en imágenes y adueñarse de la curiosidad de un auditorio heterogéneo, que lo conocía básicamente a través del cine. No hubo sorpresas escénicas. El hombre de la flor en la boca, de Luigi Pirandello, es un clásico de su repertorio (que ya presentó aquí en una temporada anterior), lo mismo que Hamlet, de William Shakespeare, del que interpretó un fragmento, en italiano, pero intercalando frases célebres en inglés. Respecto de Shakespeare se permitió la humorada de que su partenaire lo forzara a representar a un joven Romeo, caracterizándose con una peluca. Un capolavoro suyo fue el recitado del Canto Quinto del Infierno, de La Divina Comedia, que el gran poeta florentino Dante Alighieri (1265-1321) inició durante su destierro y acabó en el año de su muerte. La comunicación con la platea fue bien diferente en el tramo dedicado a Mentiras sinceras, una recreación de Gassman sobre el actor Edmund Kean, donde lo acompañó la actriz italiana Marina Lorenzi, sobreactuando su rol. No sucedió lo mismo con las mesuradas pero significativas participaciones del también italiano Emanuel Salce (hijo del fallecido director de cine Luciano Salce), siempre eficaz. La misma Lorenzi fue quien al comienzo anunció el espectáculo, preparando al público. Vittorio está mal, dijo, y hubo una perceptible zozobra en la platea. Su compañero en la presentación aclaró que las acciones escénicas estarán condicionadas a su delicado estado. El ingreso de Gassman desató aplausos e inquietud, rápidamente disipada por la destreza del actor para adueñarse del espectáculo. La verdad es que quiere mantener su promesa delante de un público que ama y respeta, y le dio tantas pruebas de amor y cariño, completó el ayudante de escena. Gassman dio lecciones de teatro sobre un incesante fondo de bombos y tamboriles que partían de la calle, donde los estudiantes de la Escuela de Arte Dramático exigían menos promesas y más concreciones respecto de la entrega de un espacio digno para desarrollar sus tareas, luego de los derrumbes que se produjeron en la sede de la institución en Perú 478. Estoy con ellos, dijo el actor desde el escenario, evidentemente enterado de los conflictos con las autoridades de la ciudad, incluido el de los trabajadores del Teatro Colón, donde se habían programado en principio las dos únicas funciones de Laddio del mattatore. Esto le permitió ensayar algunas reflexiones sobre el público, sus expectativas y lo que le ofrecen. Está fregado, apuntó. Pidió que no aplaudieran cada ocurrencia. Prefería una gran ovación final. En un momento recurrió a un aspersor para respirar mejor. Esta dificultad no le impidió sin embargo continuar fumando ni tomar de tanto en tanto algo de vino. Divirtió a todos escenificando las reglas que considera básicas en el teatro, recordando sin solemnidad a las grandes figuras italianas y rescatando el poder de la palabra, en su opinión la reina.La segunda y última parte del espectáculo fue directamente una lección sobre teatro. Para impartirla solicitó la colaboración de un grupo de jóvenes actores locales. Habló de los sicilianos, napolitanos, romanos... y preguntó si existían diferencias gestuales entre el sur y el norte de la Argentina. En las respuestas de los jóvenes faltó ingenio, pero Gassman se las arregló para convertir los vacíos en gags y reiterar algunas chanzas dichas ya en su conferencia de prensa del martes en Ezeiza (recogidas en la edición del miércoles 8 de Página/12). El actor tiene que sonreír siempre... aconsejaba ahora. La sonrisa es el placer de la comunicación. No olvidó realizar un homenaje a Jorge Luis Borges (de quien se recitaron poemas en italiano), recordar al actor Marcello Mastroianni y contar una anécdota sobre Pablo Neruda y Rafael Alberti, y otras sobre Charles Laughton y el fallecido actor inglés John Gielgud, uno de los especialistas en Shakespeare.El actor tiene que proponerse miles de preguntas sugirió. La primera es por qué adoptar esta profesión, tan peligrosa, insegura... Pero, claro, peor es trabajar... Entre sus reglas figuran en un lugar destacado la palabra y las preguntas interiores, que son inaudibles, dice, pero acompañan las pausas. La rebelión del joven es necesaria piensa, como la del hijo ante el padre, el alumno frente al maestro... Tienes que olvidar lo que he aconsejado, recomienda a uno de los muchachos que colabora en el escenario, que obviamente aprueba y le da pie a Gassman para otra broma y un nuevo regocijo del público.
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