Por Gabriel Seisdedos El asesinato del padre Mugica
fue el primero de una larga serie de ataques a sectores progresistas dentro de la Iglesia
que incluiría a religiosos, laicos y sacerdotes. Entre ellos, uno de los primeros
integrantes del Movimiento: Francisco Soares, asesinado en Carupá junto a su hermano
inválido en el verano de 1976, presumiblemente por miembros de la Triple A, después de
denunciar la muerte de militantes sindicales de la zona. En abril de 1975 es arrestado en
Mar del Plata el secretario del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo de la
región sur, Elías Musse, perteneciente a la corriente peronista. Musse es arrestado
cuando asiste a un joven herido en un enfrentamiento. Durante siete años permanecerá a
disposición del Poder Ejecutivo en diferentes cárceles; en algunas de ellas descubrirá
una extraña forma de quebrar el aislamiento impuesto: mediante las clases de filosofía
dictadas por el sistema del viorsi, consistente en transmitir mensajes a
través de las cañerías que conectan los inodoros, previamente vaciados del agua, de los
diferentes pabellones carcelarios.Afuera proseguía el camino de violencia, cuya escala
alcanzará su máximo punto con la instauración de la Junta presidida por Videla, Massera
y Agosti. A partir de allí, la óptica castrense estigmatiza la protesta social con el
término subversión; toda actividad referida a la acción social fue
considerada sospechosa y pasible de castigo, represión que provocó la desaparición de
potenciales objetores del sistema socioeconómico impuesto por la dictadura, un paso
fundamental para garantizar su permanencia.Estos zurdos murieron por ser
adoctrinadores de mentes vírgenes y son MSTM. La leyenda pintada con aerosol en la
alfombra que precedía al cuarto de la casa parroquial de San Patricio anunciaba la
terrible escena: cinco hombres acribillados a balazos. El asesinato de cinco miembros de
la comunidad de padres palotinos irlandeses, sin ninguna relación anterior con el
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, en la parroquia de San Patricio del barrio
de Belgrano, el 4 de julio de 1976, y el del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, un mes
después, son paradigmas de la persecución a sectores progresistas dentro de la
Iglesia.Las desapariciones y allanamientos masivos producirían el esperado repliegue de
grupos cercanos al tercermundismo que participaron en tareas catequísticas o
asistenciales: guardarse era la única opción que tenían frente a la
represión militar, para salvar lo que quedaba del MSTM. Desde ese momento, del casi medio
millar de integrantes del movimiento tercermundista, una parte importante abandonará el
sacerdocio. Lentamente se inicia la dispersión, el trabajo silencioso, protegidos en
diócesis cuyos obispos estimulen una pastoral popular, o la expulsión, la prisión, el
exilio.En los años siguientes, destacados miembros del movimiento intentarán continuar
con su compromiso de diferentes maneras: el padre Miguel Ramondetti, producido el golpe de
Estado, abandona la diócesis de Goya, Corrientes, poco después su casa es
invadida por un grupo de encapuchados. Empieza entonces una suerte de exilio
interno que lo lleva a vivir durante un año en una obra en construcción en Villa
Dominico, alternando el trabajo de albañil con el de sereno, sabiendo que cualquier
actividad pública puede llevarlo a la muerte. Protegido por Jorge Novak, obispo de
Quilmes, quien gestiona ante el nuncio Pío Laghi la salida al exterior, tras fatigosas
negociaciones, el ex secretario general del Movimiento, acompañado por un funcionario de
la nunciatura, abandona el país el 10 de agosto de 1977, sumándose a la larga lista de
exiliados.Desde un ingreso en la clandestinidad en 1974, Rubén Dri abandonó el
sacerdocio y participó activamente en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), militancia
que alternaba con su trabajo en un frigorífico bajo unafalsa identidad. Cinco meses
después de producido el golpe militar, dejó el país rumbo a México.Héctor Botán,
miembro del Secretariado del MSTM, durante la devastadora acción de la Triple A es
trasladado, por orden de monseñor Aramburu, desde la villa 20 de Lugano hasta una
parroquia más segura.Rolando Concatti, el más destacado tercermundista de Mendoza y
autor del libro Nuestra opción por el peronismo, abandonará tiempo después el
sacerdocio, integrando el treinta por ciento de los sacerdotes del MSTM que en los
siguientes años adoptan esta decisión.Rafael Yacuzzi, sacerdote del Chaco santafesino
que había ingresado en Montoneros, como en dos ocasiones anteriores es arrestado poco
después del golpe militar. Liberado, opta por salir hacia Italia y México.El primer
director de la revista Enlace, el padre Alberto Carbone, el alemán, para los
compañeros que atribuyen su sentido de la disciplina a la herencia de una madre
berlinesa, decidió no salir del país. Sorprendentemente, durante los dos primeros años
de la dictadura Carbone continuó viviendo en la Casa del Clero, en pleno centro de Buenos
Aires; Yo no me iba a esconder, si querían venir a buscarme yo estaba en el mismo
lugar donde siempre me iban a buscar.En 1977, la Armada Argentina le informa a
monseñor Juan Carlos Aramburu que no va a tolerar la presencia del sacerdote como
capellán del Hospital Santa Lucía. El solo nombre de Carbone continúa siendo una brasa
en la mano del arzobispo. Por espacio de ocho años reside en la parroquia capitalina de
San Antonio de Padua. En 1985 solicita trabajar en una parroquia de un barrio carenciado:
contra su costumbre, Aramburu le concede el paso al obispado de Morón.El antiguo superior
de la congregación asuncionista, Jorge Adur, deja el país a mediados de 1976. La
desaparición de dos seminaristas de la casa que compartían con Adur en San Miguel el
cuatro de junio es una clara advertencia. Permanece oculto hasta su salida un mes
después, tras las gestiones que, a pedido del asuncionista Roberto Favre, realiza el
nuncio Pío Laghi ante el almirante Emilio Massera.Desde el exterior, el padre Adur asume
como capellán del Ejército Montonero en 1978: En esta carta quiero hacerles
partícipes de mi decisión de asumir, personal y públicamente la capellanía del
Ejército Montonero y responder así, al pedido de su comandancia....... He
vivido 17 años de sacerdocio sin descansos, con los pobres y los ricos, con los oprimidos
y los sin voz, hoy les anuncio con alegría que continuaré junto a los que amo, asumiendo
el desafío de la hora histórica, difícil prueba para nuestro pueblo, pero seguro camino
para la pacificación y la libertad.Desde la Iglesia a quien todo le debo y por la cual
todo lo he perdido, comparto los destinos de los hombres que viven y mueren por los
grandes intereses del pueblo.......Con el convencimiento de que todo se
orienta a la instauración de una paz basada en la justicia y la verdad, quiero saludar a
todos los que de una manera o de otra, resisten a la sangrienta dictadura militar. En
especial a los prisioneros del régimen, hombres y mujeres responsables de su misión
histórica, sin olvidar particularmente a los familiares de los muertos, presos y
desaparecidos.Con este abrazo va la certeza de la victoria final.El padre Rodolfo
Ricciardelli, quien junto a Miguel Ramondetti distribuyó el Manifiesto de los dieciocho
obispos dando origen al MSTM, permanece hasta el día de hoy en la villa de emergencia del
Bajo Flores, a pesar de las múltiples desapariciones de personas relacionadas con la
tarea pastoral en las villas.Mientras tanto, la jerarquía eclesiástica, con excepciones
como las de los obispos Angelelli, Hesayne, De Nevares, Zazpe, Novak y unos pocos más,
asumirían la negativa a denunciar públicamente al terrorismo de Estado. Actitud
mayoritaria dentro de la institución, que opacó los escasosmomentos en que cuestionó al
régimen haciendo oír su voz, tanto en la carta elevada por la Conferencia Episcopal a la
Junta Militar con motivo de la masacre de San Patricio, en julio de 1976, como en las
posteriores: ... inquietudes del pueblo cristiano por detenidos-desaparecidos,
de marzo de 1977 y la Reflexión cristiana para el pueblo de la patria del 7
de mayo de 1977. Una actitud que, con la llegada de la democracia en 1983, sería juzgada
de complicidad.
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