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Aguilar, secretario de River, no es Heidi, pero se anima a hablar

Hombre del oficialismo en el centro de la tormenta, candidato a la presidencia de River en el 2001, Aguilar habla de los temas prohibidos: corrupción, enriquecimiento ilícito, coimas.

José María Aguilar y David Pintado, dirigentes de una gestión por lo menos controvertida.
El secretario general de River habla con inusual sinceridad sobre los temas tabú de la dirigencia.

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Por Gustavo Veiga

t.gif (862 bytes) A los 36 años, José María Aguilar se ha convertido en un referente de peso dentro del oficialismo riverplatense. Es el secretario general del club y aspira a la presidencia en las elecciones del 2001. Este abogado del fuero civil y comercial habla con aplomo, cita a Jean Paul Sartre y discurre sobre temas tan inquietantes como las sospechas de enriquecimiento ilícito de algunos dirigentes, el pago de coimas y ciertos ataques que lo tienen como blanco.–¿Por qué la actual conducción de River recibe de manera creciente acusaciones de corrupción que, inclusive, la llevan a responder mediante solicitadas en los diarios?–Como primera lectura, la imagen de la dirigencia de River está sumamente deteriorada. Las causales son varias: la primera y más importante son nuestras propias torpezas. Hemos mostrado muchas fisuras que quizás respondan a una mediocridad general que se advierte en el fútbol argentino. Ofrecemos una imagen pública pobre y no poseemos una inserción inteligente en los medios de prensa.–Usted habla de torpezas, pero hay socios de River que las denominan con una sola palabra: corrupción.–Yo estoy dispuesto a responder a todo aquel que me quiera consultar. No solamente a los jueces o a la AFIP, sino también a socios y a periodistas. Ese nivel de sospecha yo lo advierto en los diarios y en el trato de todos los días. Pero sigo creyendo en la presunción de inocencia y, pese a lo que dije antes, no pienso sumarme a una caza de brujas. En River se logró invertir la carga de la prueba. Es decir, somos todos delincuentes salvo que demostremos lo contrario. Yo estoy dispuesto a demostrar lo contrario.–¿Qué le sugiere el hecho de que el dirigente Ricardo Grosso se haya preguntado en un reportaje del 13 de febrero de este año: “¿Y el atorrante, el sinvergüenza, el chorro siempre fui yo?, ¿cómo? ¿Y él?”, aludiendo a Alfredo Davicce? –Esas declaraciones fueron desafortunadas porque ensucian mucho la imagen pública del club. Probablemente yo no las haga por una cuestión de estilo. Pero no me puedo correr a un costado en la responsabilidad. Porque soy parte del mismo cuerpo conductivo. –¿Sabe que el directivo opositor Horacio Roncagliolo lo llama el Carlos Corach de River?–El ministro me parece un hombre inteligente, en ese sentido agradezco mucho la comparación, aunque no es justamente ése el perfil ideológico que elegiría. Mientras no se hable de imputaciones personales, las acusaciones de tipo político las acepto. Sé en el juego que estoy metido y yo no soy Heidi ni pretendo serlo. Creo en el concepto sartreano que habla de la diferencia entre los intelectuales y los políticos. Los políticos meten las manos donde los intelectuales no están dispuestos a asomar la nariz. –¿Qué podría ocurrir si en River persiste este clima en el que abundan las sospechas de supuestos negociados, acusaciones durísimas entre dirigentes y denuncias en los medios de prensa?–Si esta línea de actuación sigue como vos la describís, River se verá sometido a una crisis política insospechada que va a provocar una crisis institucional. Yo, como secretario general del club, intentaré que eso no ocurra. No creo en esas generalizaciones de corrupción que me parecen unas de las tantas facetas de la cultura fascista que todavía seguimos viviendo. La mayoría de los tipos que están en los clubes son personas honorables. Ahora, si vos me preguntás si juraría que en River no hay corruptos, sería como sugerir que en el club hay un cono de honestidad que lo distingue del resto de la sociedad. Seguro que hay corruptos como en todas partes. –¿En esa absoluta mayoría incluiría a César Traversone y a Ricardo Grosso?–Esas son preguntas de tipo personal. Sobre ellos se han dicho muchísimas cosas, con hojear los diarios alcanza y sobra. Lo cierto es que, judicialmente hablando, yo no tengo ningún elemento que me permita afirmarlo. –¿Por qué ocurre que, a menudo, Carlos Gustavo Mascardi se entera de los futbolistas que le interesan a River, los adquiere y luego se los vende a un precio mayor?–Entiendo la lectura que vos hacés, pero aceptá que no la comparta. Si hay un dirigente de River que le avisa a Mascardi qué jugador le interesa al club y después se lo compra, ese tipo no sé si es un delincuente, pero seguro es un inmoral. Si a mí me constara, o se va él, o me voy yo.–¿Hizo alguna investigación interna sobre este tema?–No.–¿No es su obligación como dirigente?–No me veo en la necesidad ni en la obligación de hacer ese tipo de investigaciones. Nadie me obliga a ser directivo de River y tengo las posibilidades de irme. Pero nunca me gustaron las ratas que escapan del barco. –¿La intermediación en el fútbol no es un vehículo para blanquear las posibles comisiones que podrían recibir algunos dirigentes?–Lo comparto. –¿Esta es la parte de la corrupción cuya existencia usted no discute?–El fenómeno de la intermediación es negativo y entre los clubes del fútbol argentino hay que recrear fórmulas de entendimiento que permitan evitar este tipo de actividad, porque generan aún más sospechas. Es decir, si yo quiero robar lisa y llanamente en el club, no te quepa ninguna duda de que es mucho más cómodo con intermediarios que sin ellos.–¿Por qué dijo durante un tramo de la entrevista que no era Heidi?–Porque no me gustan los tipos que tras una máscara de venta de honestidad quieren hacerles creer al lector o al periodista que surgieron de un convento de carmelitas descalzas. Si sos una carmelita descalza seguro que no te dedicás a la política. La política encierra en sí misma cuestiones que enaltecen mucho, pero también muchísimas miserias humanas. Y yo soy parte de esas miserias humanas. Por eso, Heidi no soy, seguro.

 

Cinco voces muy cargadas

José Ballotta: “River no puede llevar una contabilidad de almacenero. Yo considero que el pasivo del club debe estar más cercano a los cincuenta millones que a los treinta y su déficit operativo mensual rondaría los tres millones. No se pueden invertir las ventas de jugadores en cubrir gastos ordinarios del club. Tiene que haber más transparencia con balances mensuales de resultados”.Alberto Sutton: “Yo salgo a la calle y no quiero que me digan coimero o que duden de mi honorabilidad. El presidente de River, el doctor Pintado, en una nota que salió en La Nación, dijo que no ponía las manos en el fuego por nadie, ni siquiera por él. Esto es gravísimo. Porque nos está involucrando a todos nosotros y nadie va a dudar de mí. Me gustaría que diga por quiénes no pone las manos en el fuego”.Horacio Roncagliolo: “Si en la Argentina existiera la justicia, algún fiscal que las tuviera bien puestas, con ganas de investigar, dejando las pasiones y las camisetas y que enfoque la corrupción generalizada del fútbol argentino, hoy, afortunadamente, tendríamos dirigentes de River encarcelados o, por lo menos, procesados”. Daniel Kiper: “River vendió y compró por casi 150 millones de pesos durante la gestión de Davicce y a mí no se me escapa que, cada vez que se corta una porción de la torta, migas caen y sobre 150 millones de pesos, las migas son muy importantes. Yo puedo probar, por ejemplo, que hay dirigentes que se han enriquecido, los casos de Traversone y Grosso, por ejemplo, que han aumentado su patrimonio de manera significativa”.Roberto Borserini: “La conducta de los dirigentes es reprobable y su política económico-financiera la califico como deplorable. Estoy más que preocupado, porque con esta situación, no sé si llegará el club hasta el 2001, que es el año de las próximas elecciones”.

 

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