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Por Pablo Plotkin Un gesto nada más y la temperatura del lugar habrá subido unos diez grados. Después de tocar la guitarra en las primeras chacareras del concierto, Peteco Carabajal se agachó para acunar el violín como a un niño dormido permítase citar un verso de él y el público aplaudió antes de escuchar la primera nota. Sabía de qué se trataba. Borrando fronteras empezó a sonar con el galope vital y amargo de un caballo de monte, con los tres percusionistas propiciando el ritmo y Peteco cantándole a la tierra: Son mil referencias/ la miel y la arena/ un patio y una algarroba/ y vidala de luna llena. Las 550 personas que rebasaban la capacidad de la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines seguían el compás con las cabezas. Los que quedaron parados en el fondo bailaban en parejas. Pero no había, ciertamente, clima de peña. Era una sala llena de gente en cálido silencio (frase con que Peteco definió al público para agradecerle) escuchando las canciones de un santiagueño que está a la altura de los grandes del folklore universal. Un giro que sugiere borrar fronteras, géneros y épocas.La segunda fecha de Los Viernes Música, el ciclo de recitales gratuitos que organiza Página/12 durante setiembre, empezó a las nueve y media de la noche con la presentación de De Boca en Boca. Cuatro mujeres cordobesas -Marcela Benedetti, Viviana Pozzebon, Alejandra Tortosa y Soledad Escudero- que interpretan Música de Mundos (así se llama su hasta ahora único disco editado), en especial de los terceros mundos. Todo está trabajado desde lo vocal y lo percusivo. Cantos tradicionales o no tanto de Nueva Caledonia, Venezuela, Colombia, Bulgaria, Estados Unidos, versionados sin ánimos antropológicos, preservando el espíritu sobre el arreglo. Esto que vamos a hacer ahora es un canto masculino, de garganta, que allá está vedado a las mujeres porque dicen que pueden quedar estériles o deformes, explicó una de ellas antes de interpretar un canto de Tuva, una república al norte de Mongolia, y después aclaró: A nosotras no nos importa. Las De Boca en Boca se fueron ganando al público y terminaron ovacionadas. Mostraron todo su ingenio, sensibilidad y estilo para la percusión. Carabajal y su banda salieron con su repertorio de chacareras, zambas y polcas: sus ya clásicos La estrella azul, Embrujo de mi tierra, Como pájaros en el aire, Entré a mi pago sin golpear. El violinista de los montes conmovió con sus melodías y su lírica grave, mientras el viento tibio de Santiago del Estero parecía devolverle imágenes de fertilidad, pies descalzos y dolor. Aldana Palacios subió al escenario con su arpa para tocar dos polcas instrumentales, y después Carabajal cambió el violín por el bajo eléctrico y encaró la última parte del show. Perfume de Carnaval es un hit entre el público del santiagueño, así que casi toda la sala coreaba el estribillo en tono moderado cuando Peteco y Graciela Carabajal se callaban. Así pasó el concierto del ex niño de oro del folklore argentino: un hombre que no se estaciona en el tradicionalismo (aunque él dice dudarlo) y compone desde la sensibilidad. No estoy de acuerdo con intelectualizar la chacarera, le dijo el cantautor una vez a este diario. Igual que un pájaro herido me consuelo con cantar, se definió el viernes a la noche en un verso de chacarera, mejor que en cualquier entrevista.
DOS CHINOS Y UN IRANI PREMIADOS EN LA MOSTRA Con una ceremonia empañada por la improvisación, concluyó hoy en Venecia la 56º edición de la Mostra Internazionale dArte Cinematografica, de la que salió vencedor el chino Zhang Yimou al ser galardonado con el León de Oro por Ni siquiera uno menos. El presidente del jurado, el cineasta yugoslavo Emir Kusturica, autor de El tiempo de los gitanos, afirmó durante la ceremonia de clausura que, prácticamente por unanimidad, se había decidido dar a los premios un toque de humanismo. Esto explica, dijo Kusturica, el Premio al Mejor Director concedido al realizador chino Zhang Yuan por Diecisiete años, un filme que no ha tenido el visto de las autoridades de su país para la distribución en China. El mismo criterio habría sido adoptado para la asignación del Premio Especial al iraní Abbas Kiarostami por Le vent nous emporterá (El viento nos llevará). El jurado suele reservar este trofeo para obras que denotan la inteligencia de un creador del campo cinematográfico. Los premios técnicos, como la Copa Volpi a la mejor interpretación femenina y masculina, quedaron para artistas europeos. La Copa a la francesa Nathalie Baye por Une liaison pornographique (Una relación pornográfica), filme dirigido por el joven cineasta belga Frédéric Fontayne, arrancó un aplauso unánime en la sala desde la que la crítica siguió la ceremonia. El premio a Jim Broadbent por Topsy-Turvy (Un mundo al revés), del británico Mike Leig, suscitó una cierta perplejidad. Cualquier jurado se habría encontrado en una situación difícil para elegir entre Baye y la estadounidense Melanie Griffith, protagonista de Crazy in Alabama (Locos en Alabama), el primer filme como realizador del español Antonio Banderas. El jurado presidido por Kusturica inclinó la balanza hacia la actriz francesa, seguramente para no dejar afuera del palmarés a una excelente película, que desde su estreno aquí aspiró justamente a uno de los premios mayores. Había en cambio otros dos nombres que iban de boca en boca y que, tal vez, habrían dejado más satisfechos a quienes siguieron este festival: el del español Sergi López por su extraordinario trabajo junto a Nathalie Baye en el filme de Fontayne, y el del británico Michael Caine, intérprete de The Cider House Rules (Las reglas de la casa de la sidra), firmado por el sueco Lasse Hallstrom. Este año no hubo premios a tres de las categorías técnicas que forman parte de la columna vertebral de una película: el guión, la fotografía y la música. El director del Festival, Alberto Barbera, anunció que habían sido eliminados porque el Festival de Venecia no es Hollywood, los premios de la Mostra no son un Oscar.
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