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OPINION

Especies que desaparecen

Por Carlos Polimeni

1 Podría haberse llamado “Los delirios del mariscal”, “La despedida de un grande”, “Síganme, no los voy a traicionar” o “Lecciones de vida”, pero el espectáculo que Vittorio Gassman trajo a Buenos Aires se titula, un poco más dramáticamente: “El adiós del matador”. El espectáculo no es una obra, sino más bien un show: una especie de zapping irreverente, hecho a la medida de las posibilidades de una leyenda del siglo XX que no se resigna a dar las hurras. Un poco de William Shakespeare, un poco de Luigi Pirandello, un poco de Dante Alighieri, un poco de interactuación con el público y toneladas y toneladas de Gassman. Está claro: hay centenares de grandes actores en el mundo que pueden hacer un buen monólogo de Hamlet, hay un solo actor en el mundo llamado Vittorio Gassman. Decirle sólo actor parece una afrenta, si se tiene en cuenta que también Guido Kaczka y Diego Ramos escriben “actor” cuando en los formularios migratorios deben poner una palabra para definir su profesión. Si Gustavo Bermúdez y Brad Pitt son actores, Gassman pertenece a una casta infinitamente superior, a una especie sin nombre, en vías de extinción cuya alcurnia se revela a los espectadores con la simpleza de un gesto, en la forma en que las palabras parecen cobrar sentido cuando las pronuncia.Actuar es jugar, en varios idiomas, pero no es fácil jugar teatro. El público que se aficionó a Gassman en el cine –¿cómo olvidar Los monstruos, Il sorpaso, Brancaleone en las cruzadas, Perfume de mujer o La familia?– vio sólo una faceta, la estelar, de su capacidad. Parece ridículo, o de cruzado, decir que Gassman es sólo Gassman en el teatro, como parece ridículo sostener que sólo se actúa en el teatro, pero todo el mundo sabe, desde el siglo cuarto antes de Cristo, más o menos, que un actor es un actor cuando conmueve sobre las tablas. Allí, cara a cara con la gente, sin otra toma ni edición, sin otra arma que su sensibilidad y un texto, se le ve la cara a Dios, o no se le ve. No es que el Gassman que vino a Buenos Aires, más cerca del arpa que de la guitarra, esté en el apogeo de sus posibilidades. Pero ¿vieron cuando Maradona la baja de pecho, todavía hoy, pletórico de asados, la pone contra el piso, levanta la vista y cuando la pelota termina de describir la comba perfecta, inventando un espacio que parecía no existir, queda claro que eso es una cosa diferente de lo que juega el paraguayo Sarabia, de River?
2 La nómina de los diez programas más vistos de la televisión argentina durante agosto, según Ibope, la única medidora autorizada por ahora, está cómodamente encabezada por el “El show de Videomatch”, que suma 31,9 puntos de promedio de rating, sacándole más de seis a “Campeones”, la tira diaria de Canal 13. “Campeones” empata la tercera posición con “Sábado Bus”, también de Telefé. Un especial, la despedida de Enzo Francescoli, quedó segundo con 27 puntos. Recién en el quinto lugar aparece “Susana Giménez”, que promedia 25,6. “Fútbol de primera”, “Telenoche”, “Sorpresa y media” y un especial de la selección de “Fútbol de primera” se escalonan luego, delante de un partido de Boca por la Copa Mercosur. “Sábado Bus” mejoró en tres puntos su promedio de julio, lo que ha convertido a Repetto, para odio de Susana, en el segundo peso pesado del rating dentro de las huestes del canal. Que Guillermo Francella haya desaparecido de la nómina, al igual que Natalia Oreiro, marca que la justicia a veces llega tarde, pero llega.Esta semana, el realizador de “Sábado Bus”, Sebastián Borensztein, dijo en una entrevista con este diario que no había considerado siquiera la posibilidad de que regalar un auto último modelo a los invitados, al cierre del programa, podía ser de mal gusto. Que lo idearon como una forma de enganchar al público, sin pensar en la posibilidad de interpretación de ese gesto. Ninguno de los invitados se negó a participar en el juego, o puso reparos, amplió. Ninguno, tampoco, puede agregarse, donó el auto ganado a una entidad de bien, lo cedió a la obra del padre Farinello o pensó en los centenares de miles que miran el programa sabiendo que no tendrán qué comer mañana. No es culpa de los invitados que esto sea el Tercer Mundo. Pero ¿no saben Repetto –cuya obsesión por lo material esevidente, programa a programa, si se tiene en cuenta que pregunta al respecto casi con fruición– y los suyos que es de mal gusto contar dinero delante de los pobres? El rating, sin embargo, parece indicar que a pocos importa el decoro en televisión. ¿El público tiene la televisión que se merece, o la televisión tiene el público que se merece?En una escena inolvidable para la historia del neorrealismo italiano, un tilingo lleno de plata, en plan de francachela, hace un corte de manga violentísimo a un piquete de pobres al costado del camino, a los que llena de tierra con el paso veloz de su auto. El insulto que acompaña al gesto, que Gassman hizo ensayar a varios actores argentinos, en su show del jueves y viernes, es una definición de clase: ¡¡¡Trabajadores!!! les dice. Pero esa escena es ficción. “Sábado Bus” va en vivo y en directo y es bastante agradable, los sábados por la noche, en el canal de las pelotitas.

 

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